Una selección de obras de Antonio Agudo llega a la galería Espacio Cero
El veterano pintor sevillano presenta en 'De ida y vuelta' quince obras, dibujos y pinturas de diferentes épocas
El público podrá ahondar en uno de los maestros del realismo andaluz

La relación de Antonio Agudo con Latinoamérica se fijó desde su primera visita a Guatemala en 1977. Fue un flechazo y esta primera experiencia le serviría para enamorarse de la exuberancia del mundo indígena. Los continuos viajes que el artista fue realizando han trascendido más allá de lo pictórico y evolucionando desde su inicial visión romántica para profundizar sobre lo verdaderamente importante. Su obra debe entenderse como un verdadero compromiso cultural, cuyo eje principal gira en torno a lo humano.
Sus estancias le han permitido sumergirse con mayor profundidad en lo antropológico, tal como indicaba Elías Zamora. Esta nueva visión humana le llevó a una transformación en su pintura. Raúl Chávarri escribió en 1974 (Antonio Agudo y el realismo de los años 70, Instituto de Cultura Hispánica) que "Agudo significa el magisterio y un ejemplo dentro de nuestro realismo de vanguardia, una vuelta a la pintura de ayer realizada por un hombre absolutamente actual, una recreación del humanismo propio de la época, desde los postulados de una personalidad a la vez tradicional y revolucionaria".
Antonio Agudo (Sevilla, 1940) describe su pintura como una constante y desesperada búsqueda, no del realismo como tendencia, sino del realismo como contacto con la realidad y aunque su obra requiere una sólida técnica el artista no se siente esclavo de la misma. En esta exposición, el espectador puede disfrutar de 15 piezas entre dibujos y pinturas, con las que desgranar la estrecha relación humanística que la obra del artista tiene. Una cuidada selección de obras de diferentes formatos y épocas. Una ocasión ideal tanto para conocer la trayectoria del reconocido maestro, como para poder adquirir alguna de las piezas expuestas, que ya forman parte de la historia del realismo contemporáneo andaluz.
La exposición reúne dos temas principales: el paisaje y la figura humana. El artista, con un dominio fuera de lo común, prefiere la sobriedad del dibujo para abordar la figura humana. El virtuosismo de su dibujo atmosférico, huye de los contornos definidos, potenciando el carácter vital de sus personajes. Sus actitudes están cargadas de nostalgia, desnudas de lo decorativo. Parecen ausentes, mostrando la profundidad de la mirada de un alma siempre melancólica. Es capaz de dibujar el silencio que le precede a un diálogo íntimo.
El paisaje mantiene una paleta sobria cargada de matices y transparencias que a modo de superposiciones veladas van adquiriendo una complejidad cromática basada en la gestualidad. La quietud del paisaje tradicional aquí nos lleva al dinamismo con el que el espectador se enfrenta a la naturaleza. Una gama etérea huye del falso artificio de la luz, ahonda en lo esencial y se distancia de la propia realidad. No es un pintor impresionista. Su visión es romántica y recreada. El paisaje es una extensión de lo humano, entorno que coloniza para hacerlo suyo. El silencio vuelve a aparecer como tema principal, nos traslada a la contemplación de la grandiosidad de la naturaleza hacia lo íntimo y contemplativo.
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