Gran Teatro. - Título original: 'Coup de torchon'. - Producción: Francia, 1981. - Duración: 128 minutos. - Dirección: Bertrand Tavernier. - Guión: Bertrand Tavernier basado en la novela de Jim Thompson. - Fotografía: Pierre-William Glenn. - Música: Philippe Sarde. - Montaje: Mariya Timofeyeva. - Intérpretes: Philippe Noiret, Isabelle Hupert, Jean-Pierre Marielle, Stéphane Audran, Eddy Mitchell, Guy Marchad.
El martes pasado, en el Gran Teatro se abrió otro capítulo de esta extraordinaria programación cinematográfica que nos brinda este año Latitudes. Lo representa en principio en este ciclo de cine francés, tan breve como sustancioso, Bertrand Tavernier, uno de los mejores directores que se han convertido en clásicos en los últimos años y que sucediera con rigor y calidad la continuidad de las excelencias evidenciadas por la nouvelle vague, renovadora eficaz y fructífera del cine de Francia desde algo más de la mitad del pasado siglo XX.
Este gran cineasta, que cuenta en su filmografía películas tan hermosas como La vida y nada más (1989) y Capitaine Conan (1996), que, recuerdo, viéramos en esta misma sala en aquellas buenas sesiones que se nos brindaran en tiempos y que no han vuelto más, se planteó un reto importante con la adaptación de la novela 1.280 almas, la obra más importante del escritor y guionista Jim Thompson. En síntesis, pudiéramos decir que más que un thriller o una intriga es la descripción de un lánguido proceso de corrupción moral del protagonista.
Pero diremos más porque lo que ocurre en la película, que se desarrolla en una colonia francesa en 1938, Lucien Cordier, es el único policía de una pequeña localidad perdida en el continente africano colonizada por los franceses, a quien nadie toma en serio e incluso lo toman a guasa, lo que incluye a su propia esposa, ni tiene la autoridad propia de su cargo ni ejerce con diligencia sus obligaciones policiales. Y así los pequeños delitos pasan perfectamente desapercibidos y Lucien hace siempre la vista gorda. Hasta su propio mujer le engaña ante sus mismas narices. Todo cambiará cuando empiezan a sucederse una serie de homicidios con todas las muestras de que son justicieros y nadie quiere denunciar su autoría.
Nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1983, es una muestra de lo que hoy suele denominarse, a veces con significados ambiguos, lo políticamente incorrecto. En todo caso es una muestra inteligente del cine de Bertrand Tavernier salpicado de evidentes rasgos de humor negro, sátira corrosiva e intencionalidad irreverente que se advierte siempre en esta clase de cine galo. Una punzante reflexión sobre el colonialismo, la moral social y las conductas humanas con muchos momentos para la carcajada o la sonrisa cómplice. Otro valor admirable es su protagonista Philippe Noiret, encarnando a este policia complaciente, cuyas actuaciones siempre fueron convincentes y geniales, bien secundado en este caso por tan excelentes actrices como Isabelle Hupert y Stéphane Audran.
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