Arte | Pedro Rodríguez Garrido

Ese mundo que esconde la ciudad

  • Pedro Rodríguez Garrido lleva a Londres sus últimos paisajes urbanos bañados por la abstracción

  • Color y texturas confluyen en este giro acentuado en su estilo inconfundible

Al cabo de un rato de conversación, lo confiesa: la abstracción es una aspiración, quizá una meta, un lugar en el que confluyen todos los puntos de fuga de la actualidad. Es en ellos, ahora, en plena ciudad y entre sus largas avenidas, en los que se pierde la identidad paisajística y se intuye esa figuración que se vislumbra en el horizonte. Realmente, más que intuirse, hace tiempo que ha tomado protagonismo en muchos de sus cuadros, ahora ya de un modo rotundo, como consigue la paleta sobre el lienzo. Igual que ese espectro sobre el asfalto mojado, que se abre e ilumina cada vez más la noche para solitarios en busca de amparo.

Pedro Rodríguez Garrido (Huelva, 1971) se encuentra en pleno viaje. Como si hubiera tomado una de esas largas vías urbanas, espesa jungla rodada, para emprender un camino, experimental, puede que definitivo, que le adentre en territorios inexplorados anteriormente en su pintura.

Lo suyo viene de lejos, no es cambio repentino. Nada suele improvisarse cuando se trata de osadía, por más que cualquier desafío parezca espontáneo. Habría que echar la vista atrás cinco años, al menos, cuando una colectiva de temática onubense en la Casa Colón, La eternidad del Conquero, comisariada por Juan Carlos Castro Crespo, le permitió abrir el foco y dispersar la mirada.

'Lights on 8 th Avenue'. 'Lights on 8 th Avenue'.

'Lights on 8 th Avenue'. / ©PEDRO RODRÍGUEZ GARRIDO

En un artista en el que el entorno urbano es seña de identidad, el rural emergió, quizá mejor que nunca, en vía de escape, también para esa abstracción buscada, mundo irreal más certero sin semáforos, sin neón, sin matrículas tras la lluvia.

Pero en este proceso evolutivo, el paisaje de la metrópolis es el que marca el cambio. No puede ser otro. Y como si el mismísimo Paul Klee hubiera irrumpido en su estudio en un sueño revelador, el color ha tomado el entorno que antes era grisáceo y melancólico y ha contribuido a acentuar los volúmenes en esa corporeidad palpable que deja ahora el óleo también sobre el lienzo.

Clarividencia y esplendor

Reconoce Rodríguez Garrido que fue Gustavo Domínguez hace casi un año quien también le permitió batir alas y apostar resuelto por la evolución. Fue con esa muestra en la galería de la calle Miguel Redondo, Espacio Cero, con la que su pintura se hizo más clarividente, llena de esplendor y de vida sin que perdamos la perspectiva de esos paseos por Nueva York, más densos que nunca, como antes no se vio de esa Alameda Sundheim que se hizo neoyorquina en su obra.

Los cambios no suelen ser bienvenidos en el mercado del arte, sobre todo cuando algo gusta y funciona. Pero esa prueba que ha sido hace unos días la London Art Fair, en la que viene participando los últimos años de la mano de la Adam Gallery, no ha salido mal. El termómetro de la aceptación son los elogios sinceros convertidos en ventas y contactos, que puede que pronto le lleven a cruzar de nuevo el Atlántico y exponer, esta ocasión, por primera vez, en Manhattan.

Sería, ese caso, cubrir una etapa, poner orden en las cosas, devolver ese universo propio de Rodríguez Garrido a su hábitat natural en la ciudad que nunca duerme, la que siempre ofrece puertas dimensionales que atravesar para acceder a ese otro mundo de formas sugeridas para la figuración del espectador. Ahí encontraremos al pintor onubense, explorando un espacio que ha sabido hacer ya casa propia.

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