Los niños de la guerra


Producción: España y Suiza.- Duración: 107 minutos.- Dirección y guión: Carlos Iglesias.- Fotografía: Tote Trenas.- Música: Mario de Benito y Almudena Fonseca.- Montaje: Miguel Ángel Santamaría.- Intérpretes: Esther Regina, Carlos Iglesias, Isabelle Stoffel, Eloisa Vargas, Isabel Blanco, Bruto Pomeroi, Dorin Dragosal
Ispansi, título original de la película es Españoles en ruso. Quizás en ello se signifique el estilo que su director, dice, ha tratado de imprimir en ella. Un estilo que recuerda al cine épico, propagandístico, soviético de posguerra, recreado el neoexpresionismo ruso como mayor aporte, añade, a la cultura cinematográfica universal. Fue también, en muchos casos, una cinematografía cómplice de un totalitarismo absoluto y de una falta de libertades realmente escandalosa. En todo caso y por lo que al cine español se refiere es una vuelta a un tema redundante: la guerra civil española, espantosa por tantos motivos.
Carlos Iglesias vuelve sobre un asunto que en otras ocasiones ha tratado el cine español, aunque no tanta intensidad como lo ha hecho el realizador de Un franco catorce pesetas (2006), que, recordemos, tuvo una acogida muy favorable. Es el testimonio de treinta y siete ancianos rememorando amargamente aquellas tristes páginas de sus vidas, cuando en la guerra civil fueron trasladados a Rusia, donde a su propio sufrimiento por el exilio, hubieron de soportar las penalidades padecidas por la Unión Soviética en la II Guerra Mundial y el sacrificio de un camino sin retorno.
El conflicto de las dos Españas y los choques ideológicos en la guerra civil, que luego continúan, se personifican en una madre de familia de la alta sociedad madrileña y un hermano falangista, que oculta su verdadera identidad para viajar con su hijo a Rusia, y un comisario político republicano del que acabará enamorada.
Este enfrentamiento entre las ideas y los sentimientos, que tan largas y penosas secuelas tuvo en tan lamentable conflagración y que no hace mucho teníamos en nuestras propias pantallas en la película Estrellas que alcanzar (2010), de Mikel Rueda, se conjugan aquí con ese atroz exilio que sufrieron muchos niños españoles, arrancados prácticamente a la fuerza de sus hogares y de sus familias.
Con una magnífica ambientación y un rodaje en exteriores en gran parte, destaca la estupenda fotografía de Tote Trenas para recrear los pasajes más tortuosos de esa larga marcha de niños y adolescentes con sus cuidadores a través de parajes nevados y adversos, donde sus propias penalidades se conjugan con los riesgos de una conflagración cruel para todos. Carlos Iglesias aunque trata de mantener la tensión dramática y la emoción en su relato, no ha eludido determinados lugares comunes que suelen repetirse en este tipo de historias sin que esa fuerza conmovedora se transmita con todo el vigor necesario. El uso de la voz en off resulta excesiva y la interpretación desigual.
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