En memoria de Juan Barranco Posada

El miércoles falleció este gran torero y al mismo tiempo gran escritor (y no sólo de temas taurinos). Es difícil encontrar ambas cualidades en el Mundo del Toro, ya que pienso que con ser torero.... ya es bastante. Son escasos los ejemplos de la Historia, habría que remontarse a Marcial, Domingo Ortega y por supuesto, al gran Ignacio Sánchez Mejías.
Nació en Huelva en la onubensísima calle Valencia. De padre onubense y madre Sevillana, está última de dinastía torera. Hermana y sobrina de toreros, entre los que destaca, su hermano Faustino, al que "nada menos" que un Mihura, lo mató, y también "nada menos" en Madrid.
Junto con Los Litri y con Chamaco, han permitido que Huelva aparezca entre las grandes cunas de toreros, como Madrid: con Pastor, Los Bienvenidas y Los Dominguín. Como el gran rincón del sur: desde Paquiro a Paquirri también caídos en la arena y toda esa larga saga de jerezanos, portuenses, sanluqueño... Como Córdoba: Manolete y el Cordobés, con Los Califas al fondo. Y como Málaga, que creo que con decir Antonio Ordóñez, no hay que dar más explicaciones. Y como diría Machado "y Sevilla…"
Juan, hizo pareja con El Litri, desde finales del año 47, y todavía los más mayores recordamos una gran novillada, con el muy digno y muy señor Niño de la Isla, abriendo cartel. Aquel día los gritos de Viva Huelva, no salía de la garganta, sino desde el alma.
De aquel mismo año recuerdo, también, la novillada de La Angustias en Ayamonte, donde le brindó un toro a mi padre y yo me puse la montera... y fui la envidia de mis amigos, porque entonces, hasta los niños, éramos todos aficionados.
Naturalmente la Huelva Torera que era casi Huelva Entera, se dividió entre litristas y posadistas, aunque todos queríamos y admiraban a los dos. Hasta se popularizó en El Rocío de aquel año, unas sevillanas que decían así: "El Litri y Posada, van a porfía, a ver quién lleva la novia mejor vestía..."
Después de los cincuentas, ya siguieron caminos distintos. Huelva enloquecía con la "carrera meteórica de Miguel" y todos también estaban enamorados de la torería de Juan.
Juan Posada, en su breve carrera, triunfó en todas las plazas. En Madrid, hubo años, que toreó varias corridas, y fue le único caso, de la primera Plaza del Mundo, donde le llevaron a un torero a la enfermería las dos orejas, sin haber podido matar al toro, por cogida grave.
En Sevilla, en mi tendido de viejos aficionados, es raro el día que alguno no me recuerda algo de Posada. Y allí fue precisamente, a la verita del Guadalquivir, donde en pleno clamor del último tercio, un toro lo caló profundamente, temiéndose durante algún tiempo, incluso por su vida, en aquella época, con grandes cirujanos; pero muchos menos avances científicos, donde el dolor entraba por todos los poros del cuerpo, y los médicos tenían que valerse más de su sabiduría y entrega, sin los sofisticados medios de hoy. Prácticamente, allí terminó el torero, pues creo que no pudo volver a torear más, salvo quizás en festivales, con no más de veintisiete años, dos menos que Manolete.
Con el capote tenía lo que entonces se conocía como salero y dominaba toda la extensa gama de lances de capa que venían desde los más remotos tiempos y que hoy prácticamente se han reducido a vulgares verónicas e insulsas y despegadas chicuelinas. Con la muleta tenía una gran finura, ante los toros que lo permitía; pero sabía salir airoso con pases de todas las marcas como decían los revisteros de la época, ante los toros mansos o difíciles.
Había terminado el torero en activo; pero empezaba el gran periodista. Igual que de luces, supo triunfar y encandilar al público, como escritor, periodista, crítico taurino y charlista. Fue apreciado por todos, no sólo por la forma de narrar las corridas, que lo hacía como el mejor, sino con la filosofía que su sabiduría y facilidad de escritor sabía imponer. Podemos decir, que con la máquina y el bolígrafo realizó, también, faenas antológicas.
No se trata de hacer propaganda; pero os recomiendo el libro de Espasa nº14 de la colección taurina La Fiesta Siglos XXI del que Juan es autor y que es una verdadera síntesis de la historia del toreo y del arte de torear. Escrita con tal soltura, que lo mismo puede ser leída y entendida por un extranjero, que no haya pisado en su vida una plaza de toros, que por los que llevamos ya miles de toros a la espalda.
Descanse en paz este gran torero, este gran onubense, que aunque llevaba muchos años fuera de esta ciudad, la llevaba en el alma y yo soy testigo de excepción, porque durante años me lo encontraba en todas las Ferias del Norte y en cuanto acababa se tomaba una cerveza conmigo para preguntarme por la gente y las cosas de Huelva.
Quizás sea el momento de que Huelva, de una forma sencilla, le demostrara su recuerdo y las generaciones nuevas tuvieran la suerte de conocer la gran figura que fue, como torero y como escritor y por supuesto, como persona.
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