Cultura

La lección humana de José María Franco

Tengo debilidad por José María Franco (Huelva, 1936). Cuando quien escribe aún no sabía distinguir entre un ambiente de Jacob Ruysdael y otro de Claude Monet, José María me dio a entender las virtudes del pintor de paisaje. Y la lección aprendida, lejos de sesudos manuales, no se sustentó bajo el peso de su propio consejo, de su propia disponibilidad ante el mundo natural, sino tomó el libro abierto de la enseñanza sencilla y directa de a quien tanto amó, de quien tanto le descubrió y con quien tanto compartió: Pedro Gómez.

Pedro Gómez legó a generaciones cómo pintar, cómo fundirse con la naturaleza y cómo gravitar entre la luz y el color sin dañarse y sin engañar. Pero también dejó un adiestramiento que jamás se aprende en las academias, estudios, foros, universidades o talleres: la bondad. José María Franco no sólo cogió terrones inmensos de cada virtud, sino también, como su maestro, decidió ofertarlos sin nada a cambio. Son ejemplos de vida, ejemplos que buscan ejemplos. Y estoy convencido de que ese ejemplo continuará en el futuro. Así nació el arte del paisaje en Huelva. Así se hizo maduro. Así sigue.

Hoy martes, 4 de diciembre, se inaugura a las 18:30 su antológica en el Museo de Huelva, una visión retrospectiva confeccionada desde la razón y el sentimiento, desde la incontinencia del pintor y la prudencia del comisario. Una antología que exprime la verdad de un excelente paisajista, pero que concreta también la verdad de una pintura de paisaje que se hizo grande, muy grande, en sus pinceles.

La obra de Franco tiene un manto de fondo y forma que es fácil de identificar, pues no falsea con subterfugios. Esa disposición le concede ventaja y renta, dominio y seguimiento. ¿Hay algo más feliz para un artista que ser él mismo? José María Franco, hijo y padre de artistas, es un claro testimonio de pintor de herencias, de artista indiscutible de sello propio. A lo largo de más de medio siglo de pintura, ha registrado diversos estilos y variados géneros sin menosprecio de técnicas. Si pudiera elegir un estilo y un género sobre una materia, con seguridad me apropiaría, como se escribe en el catálogo, de la 'impresión expresiva' de su lenguaje y el paisaje que lo enmarca sobre barridos jugosos de óleo.

Para pintar con sentido hay que amar. Un poeta ruso dijo que "el amor es el corazón de todo". Ese amor por pintar, que es todo corazón, se fusiona con fruición en el paisaje, cuando éste no descarta, sino todo lo contrario, el país y el paisanaje. Y José María Franco lo ha hecho con una galanura crecida de agudeza y gracia, caminando por donde otros no pueden. O no saben. O no ven. En la raíz de la naturaleza. Con diálogo, con entendimiento. Tuvo maestros indiscutibles, Pedro Gómez, José María Labrador o Gustavo Bacarisas, pero, más que esa maravillosa lección aprendida, atinó, buscando, la comunicación con el paisaje que plasmaba.

Si soberbio fue viajar por la capital y la costa occidental de Huelva en sus años de juventud, insuperable fue su inmersión emocional en la serranía huelveña. Aracena es su heredad, pero toda la sierra es el templo donde se ha erigido en respetado patriarca. Un pintor del sentido y del deber de García Vázquez, todo sentimiento, dijo de Pedro Gómez que todo aquel que osara pintar El Conquero tras él debería pedirle permiso. Franco ha conquistado una parcela de gloria similar, pues pocos, como él, han sabido interpretar y ver la sierra de Aracena con tanta exactitud. Cuestión de destreza, lirismo, voluntad y entusiasmo. Pero más, mucho más, cuestión de amor. De amor al paisaje.

Hace nueve años, Cepsa, Autoridad Portuaria de Huelva y Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía se embarcaron en la acción social y cultural de potenciar la obra de grandes artistas de la provincia. Transcurrido el tiempo, las tres instituciones, de la mano, juntas, muestran el mismo orgullo y el mismo afán de mejora años tras años. Belmonte, Díaz-Cantelar, Seisdedos, Faustino, Pedro Rodríguez, Víctor Pulido, Alcaría y Castro Crespo son ocho artistas onubenses que han hecho de estas exposiciones anuales una cita obligada, un producto de alta calidad donde no solo se exhibe una producción pictórica, se reconoce la labor de artistas que aman y retratan a Huelva desde el pensamiento de sus manos.

Antes de mirar a 2013, que ya tiene un nombre que nos muestre la realidad artística de Huelva, gocemos de la exposición de José María Franco: color y luz como encantadores de palabras pintadas. Color y luz retenidos en el diafragma del alma. Color y luz tan reales que sólo la imaginación te despierta. Color y luz de un hombre profundamente bueno.

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