Cultura

El desafío de las águilas

  • El novelista escocés Alistair MacLean recibió el encargo de la MGM de hacer el guión de 'El Desafío de las Águilas' y Brian G. Hutton fue el elegido para dirigirla.

Hay películas que si se tiene la suerte de poder verlas con la edad adecuada proporcionan una experiencia apasionante y un recuerdo imborrable -y generalmente mitificado- que para su mejor perdurabilidad requiere de no volver a revisar (demasiado) el film cuando uno ya ha sustituido la candidez de la mirada adolescente por el imprescindible resabio crítico del aficionado al cine. Una de las películas que, en mi caso, cumple esas condiciones fue El Desafío de las Águilas (Where Eagles Dare) (1968), el gran clásico de una especie de subgénero de las películas de guerra que fue el 'cine bélico de montaña'.

El novelista escocés Alistair MacLean que ya había escrito Los cañones de Navarone y Estación Polar Cebra (ambas llevadas con gran éxito al cine) recibió el encargo de la MGM de hacer el guión de El Desafío de las Águilas (después escribiría la novela) y Brian G. Hutton, un especialista en el cine de género, fue el elegido para dirigir la película. Continuando el esquema argumental iniciado con Los cañones de Navarone y Doce del patíbulo, El Desafío de las Águilas retoma la historia del grupo de comandos encargado de llevar a cabo una peligrosa misión tras las líneas enemigas.

En esta ocasión el frío, la nieve, un teleférico y el hermoso y a la vez siniestro castillo de Schloss Adler (Castillo de las águilas) situado en lo alto de una cumbre en la frontera de Baviera con el Tirol se convierten en los principales protagonistas del film y en el perfecto complemento a un excelente reparto de actores encabezado por Richard Burton en el papel del Mayor británico Jonathan Smith que encabeza la misión del comando de siete paracaidistas que debe infiltrarse en territorio alemán y Clint Eastwood que -recién salido de la almeriense 'Trilogía del dólar'- interpreta con el característico mutismo del pistolero de los spaghetti western, al teniente norteamericano Morris Schaffer.

En cierta forma en esta película se combinan varios géneros: el cine bélico con elementos del cine de acción , del cine de espionaje e incluso (para intentar diferenciarla un poco de Doce del patíbulo) con algún toque de espectacularidad -explosiones y chicas- propio de las películas de James Bond. Desde su inicio, el film engancha a los espectadores ya que al son de los redobles de tambor con que se introduce la excelente banda sonora de Ron Goodwin (especialista en música para películas bélicas), aparecen en brillantes letras rojas los títulos de crédito sobre el fondo de unas bellas vistas aéreas de los Alpes iluminados por la luz de la luna. Vemos un avión Junkers JU-52/3M del Tercer Reich con el estilizado camuflaje para los paisajes nevados que transporta a los protagonistas de la misión (por lo cual suponemos que es material militar incautado por los británicos a los nazis). Un general norteamericano que posee información privilegiada sobre todo lo concerniente al día 'D' (el desembarco en Normandía), ha sido (aparentemente) secuestrado por las tropas de la SS que lo mantienen retenido en una inexpugnable fortificación en los Alpes de Baviera, cerca de la frontera con Austria.

El comando debe lanzarse en paracaídas y llegar hasta el castillo que solo es accesible en teleférico o -más trabajosamente- a golpe de piolet. Una vez allí deberán liberar al general prisionero y causar la máxima destrucción posible en el cuartel general de los alemanes. Como es natural, las dificultades de los aliados para llevar a cabo su misión son casi insuperables pero la inestimable ayuda de una agente británica infiltrada en el personal de servicio del castillo les allanará el camino para alcanzar su objetivo. Richard Burton (aún con el uniforme nazi) confundirá al alto mando alemán que por un momento no saben quién es el amigo y quién es el enemigo. Pronto se descubre el verdadero objetivo de la misión: obtener el nombre de los espías alemanes infiltrados en el servicio secreto británico con el cebo de un soldado haciendo de falso general americano. Una vez resuelta la operación en un violento enfrentamiento entre el comando y las tropas alemanas (con el destacado papel de un Eastwood que mata en esta película a más enemigos que en todos sus demás films juntos), Burton, Eastwood, la espía británica y el simulado general emprenderán una espectacular huida en el teleférico que da acceso al castillo y se apropiarán de un autobús quitanieves con el que protagonizarán una de las mejores persecuciones alpinas de la historia del cine hasta conseguir llegar al aeródromo donde les espera el mismo Junkers trimotor de fuselaje camuflado que les llevará sanos y salvos a Londres.

La película resulta fantasiosa e inverosímil en muchas de sus escenas que acercan demasiado a Burton e Eastwood a la invulnerabilidad de un agente 007 y a los alemanes a una torpeza y falta de puntería impropias de un ejército tan eficiente como el germano. En contraste con lo descabellado de la trama, la película resulta extremadamente auténtica en el apartado técnico de toda la parafernalia militar nazi (el comando aliado utiliza para su misión vestimenta y armamento alemán). Los uniformes de las divisiones alpinas alemanas están perfectamente reproducidos (incluso con la característica señal de la flor de edelweiss); las armas y vehículos parecen recién sacados de las fábricas germanas y, sobre todo, lo que más autenticidad transmite es su ambientación el paisaje alpino: el pueblo, el castillo, las montañas y la nieve que son, en definitiva, las señas de identidad de esta película de aventuras ideal para pasar una entretenida tarde de invierno.

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