Un bravo Miranda aprieta los machos a la tarde

El torero de Trigueros corta las dos orejas más meritorias del festejo

Comparte Puerta Grande con Cayetano mientras que Perera, que sólo cortó una al primer toro, se va a pie

Un cartel de toreros con interés inicia el paseíllo ante una plaza con sus tendidos repletos de un público expectante en una tarde que no decepcionó.
Un cartel de toreros con interés inicia el paseíllo ante una plaza con sus tendidos repletos de un público expectante en una tarde que no decepcionó. / Reportaje Gráfico: P. Guerrero
Paco Guerrero

23 de abril 2017 - 02:06

Rotundo, inspirado y torero. Con esas tres cualidades se adueñó David de Miranda de una tarde que hasta esas alturas del festejo ni Perera y mucho menos Cayetano habían reivindicado para sí. Antes de él, nada. Después de él, machos más apretados del extremeño y el rondeño para llevar adelante dos faenas que suenan importantes por lo artístico y el perfume que soltó la de Perera frente al cuarto y la raza de un Cayetano que frente a ese bravo y enrazado quinto fue más Rivera que Ordóñez.

Pero quien puso la tila cara fue Miranda en una faena que tuvo majestad por el trato que el triguereño le dio al muletazo, que andaba pidiendo un bravo y noble toro al que no hizo falta empujarle para embestir por bajo y beberse con dulzura las telas que Miranda manejaba con una solvencia torera de las que no deja duda. Ni una cabe en una labor que tuvo tiempos, terrenos y los ritmos precisos para pensar que el triguereño ha subido varios escalones en lo que es capaz de ofrecer ante el toro.

Variado y valiente con el capote. En esa tensión que el del Trigueros es capaz de aguantar viendo llegar de lejos esa testuz rizada del precioso ejemplar de Domínguez Camacho, que había mostrado virtudes en ese galope franco que brindó desde que saltó al ruedo. Lo dejó crudo en varas, pensando Miranda que la apuesta estaba marcada y no se equivocó, porque tuvo toro importante frente a sí y al que cuajó con temple, valor y conocimiento de las distancias. Algo crucial para no emborracharse de toro y determinante para que por ambos pitones brotara una faena de grandísimo calado y emotividad.

El torero ocupando el sitio del toro pero sin avasallar. Ahí estuvo el perfume de toreo caro que terminó derramando Miranda. Faena de valentía pero de una delicia inusitada para saborearla sin miedo desde el tendido. Sabrosa porque además tuvo toro. Intensa, porque Miranda ha dado una sensación de torero que francamente ilusiona con fundados motivos a la afición de su tierra. No hubo dudas de ningún tipo cuando paseó las dos orejas del burel. Eran suyas con todo mérito.

Que Perera saliera espoleado frente al cuarto de la tarde no debió extrañar a nadie. El extremeño es un gallo de pelea y si le pisan responde. Y Miranda le había pisado. Y para mas inri, tampoco había tenido oponente frente al ejemplar que abrió plaza. Un toro al que le faltó raza y temperamento para pensar en bravo. En ningún momento pudo Perera meterse en serio con él y el expediente se cubrió con la suavidad de unos engaños que no castigaron en nada al oponente.

Toreo muy técnico pero falto de la emotividad que siempre pone un toro con poder, a pesar de que Perera le dejó también crudo en el caballo por aquello de no acentuar la renuncia del animal a no pelear. En los medios, y sin abusar, Perera logró tres series que el toro admitió. Con los terrenos cantados, la conversación entre el castaño y Perera tuvo más tintes de monólogo que otra cosa.

A méritos acumulados, la presidencia consideró oportuna la oreja y con ella paseó Perera el albero. No tendría oportunidad de hacerlo otra vez más, porque la espada sepultó una faena de mucha torería frente a un ejemplar nada fácil en su trato. Encastado el toro, le faltó sin embargo la clase de su anterior hermano de camada, porque este no terminó de echar la cara abajo cuando el torero le trazó el muletazo con determinación en el triunfo. Valiosa labor de Perera, aunque sin trofeos.

Cayetano se quedó a medio camino de todo en su primer toro. Una trasegar sin alma ni sentimiento en el que Cayetano se vio desbordado en distintos tiempos de la faena por el animal . Todo a medio gas. Sin dominar ni alentar ovaciones. Frío desde la frialdad y desde luego con la impronta de una notable estocada tras un pinchazo inicial.

A Cayetano le salió la vena Paquirri frente al toro más bravo de la tarde. Un lujo de bravura para emplearse en serio con él. Faena de moneda al aire en la que Cayetano no le perdió nunca la cara a la decisión y tras unos doblones muy toreros ante la pujanza fiera del toro el rondeño, le ganó en ese aire de pundonor y valentía la pelea a un toro que tuvo muchas cosas importantes dentro. Importancia para todos: para torero, ganadero y aficionados.

Dos orejas más llegaron tras finiquitar faena, trofeos que se antojan lejanos en el mérito que tuvieron las otras dos de Miranda en su primero.

Y fue Miranda, quien en otra faena intensa aunque menos brillante que esa excelsa de su primero, lograría cuajar otra oreja de mucho mérito ante el sexto. Si en su primero Miranda había dejado sensación de poder y dominio junto a un brillante concepto del toreo, la oreja que llegó tras la estocada al último de la tarde es el fruto de una labor muy intensa y torera del triguereño a un toro que pareció no tener muchas facultades al comienzo de su lidia, pero que indiscutiblemente se vino arriba para brindarle a Miranda la posibilidad de un toreo que no fue tacaño en la exigencia de templar y llevar metido en la muleta al burel.

Oreja, salida a hombros junto a Cayetano y el aplauso bien ganado. Un notable botín para Miranda, al que desde luego se le mira con una mirada cargada de exigencia, porque ha demostrado muchas cosas importantes en esa faena. También con esperanza, porque Miranda hace mirar esperanzado al aficionado.

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