Los adioses del Cuarteto de Tokio

Tras casi medio siglo en el disputado Olimpo de los cuartetos de cuerda, la formación llega hoy al Teatro de la Maestraza, con la colaboración especial de Javier Perianes, dentro de su última gira

El Cuarteto de Tokio, en su actual formación, retratado en las calles de París.
El Cuarteto de Tokio, en su actual formación, retratado en las calles de París.
Pablo J. Vayón Sevilla

04 de marzo 2013 - 05:00

Esta noche en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, y mañana y pasado, en el Auditorio Nacional de Madrid, el Cuarteto de Tokio dice el adiós definitivo a sus seguidores españoles. Después de 44 años de ininterrumpida actividad, el célebre conjunto pasa por nuestro país en una gira de despedida que, tras recorrer medio mundo, concluirá el próximo 6 de julio en el Festival de Música de Cámara de Norfolk, una pequeña localidad del estado norteamericano de Conneticut. Luego, el grupo callará para siempre. La decisión fue tomada y dada a conocer en 2011, después de que los dos nipones que quedan en el cuarteto anunciaran su deseo de retirarse.

Desde su fundación en 1969 por cuatro jóvenes japoneses que estudiaban en la Escuela Juilliard de Nueva York, hasta diez músicos han pasado por una formación que se ha ganado un lugar de honor entre las de su género. Sólo el viola Kazuhide Isomura se mantiene del grupo original, que introdujo su primer cambio cuando en 1974 Yoshiko Nakura, la única mujer que ha pasado por el conjunto, dejó el puesto de segundo violín a Kikuei Ikeda, el otro japonés con el que el cuarteto llega al final de su existencia. El canadiense Martin Beaver, primer violinista desde 2002, y el violonchelista británico Clive Greensmith, que sustituyó en 2000 a Sarao Harada, otro de los fundadores, completan la nómina del Tokio en sus postrimerías.

Creado originalmente como un conjunto de estudio, el Tokio se convirtió pronto en un cuarteto estable y profesional. Sus exitosas prestaciones en varios prestigiosos concursos internacionales desde 1970, especialmente el de Múnich, les garantizó pronto una cargada agenda de conciertos y un contrato en exclusiva con Deutsche Grammophon en 1974. La agrupación viviría sus años de máximo esplendor en los 80, cuando el canadiense Peter Oundjian sustituyó a Koichiro Harada en el puesto de primer violín. Oundjian insufló al grupo una pasión y un brío expresivos que sus compañeros hicieron compatibles con la redondez, el empaste y la delicadeza del sonido que los había caracterizado en sus primeros años de vida. La mezcla hizo ascender al Tokio al Olimpo de los cuartetos de cuerda en un momento en que la competencia en ese campo empezaba a ser feroz.

Pero mediados los 90 una lesión de su líder, quien después orientó su carrera a la dirección de orquesta, hizo que el cuarteto se tambaleara. Sustituido temporalmente en 1995 por Andrew Dawes y de forma definitiva al año siguiente por Mikhail Kopelman, el grupo viviría a partir de entonces su época más turbulenta. Kopelman llegaba al Tokio después de pasar veinte años en otro cuarteto mítico, el Borodin, y daba al conjunto, que hasta ese momento se había concentrado sobre todo en el repertorio clásico centroeuropeo, la opción de abrirse a otras músicas (especialmente, la de Shostakovich, en la que Kopelman era un reputado especialista), pero el virtuoso instrumentista ruso no terminó de integrarse en el conjunto, que acabó abandonando a principios de siglo. En 2002 el conjunto encontró en Martin Beaver al sustituto ideal. El violinista canadiense conectó a la perfección con el estilo refinado, elegante y cálido del cuarteto, y gracias a ello el Tokio ha vivido una última década de renovado esplendor, como sus grabaciones para el sello Harmonia Mundi demuestran, especialmente su segunda integral dedicada a Beethoven, casi veinte años posterior a la primera, registrada a principios de los 90 para el sello RCA.

Beethoven y sus compañeros del Clasicismo vienés (Haydn, Mozart, Schubert) han sido siempre pilares esenciales del repertorio del conjunto, aunque en su trayectoria han hecho también incursiones señeras en Schumann, Brahms o Bartok, compartiendo a veces escenas y micrófonos con otras grandes figuras internacionales de la música, desde Alicia de Larrocha hasta el clarinetista Richard Stoltzman o el violonchelista David Watkin. Para su despedida española, el Cuarteto de Tokio se presenta muy bien acompañado, pues tanto en el Maestranza como en su primera actuación madrileña tocará con ellos el onubense Javier Perianes, en su primera colaboración, mientras que para su segundo recital del Auditorio Nacional se les unirá el violonchelista Gary Hoffmann, con quien interpretarán el Quinteto en do mayor de Schubert, que será la última obra oficial que el cuarteto tocará en España.

En la primera parte de su recital sevillano el Tokio ofrecerá uno de los cuartetos de madurez de Mozart, el conocido como Hoffmeister por el editor vienés que lo publicó en 1786, y el Cuarteto de 1905 de Anton Webern, obra aún tonal del miembro de la Segunda Escuela de Viena que más trascendencia habría de tener en el mundo de la composición después de 1945. En la segunda parte, Perianes se unirá para la interpretación del Quinteto con piano de Brahms, obra que al día siguiente sonará también en Madrid acompañando esta vez al Quinteto de Schumann. Pero como el Tokio no podía despedirse de España sin Beethoven, su segundo concierto madrileño se abrirá con el Op.95 del genial maestro de Bonn, titulado Serioso, antes de volver sobre el 1905 de Webern y de rematar con el Schubert arriba reseñado.

Con el Cuarteto de Tokio se retira también de la escena, momentáneamente al menos, otro cuarteto mítico, el formado por los cuatro Stradivarius conocidos como Cuarteto Paganini que, cedidos por la Nippon Music Foundation, el conjunto utilizaba desde 1995. Quedarán ahora en reposo, a la espera de que aparezcan quienes sepan merecerlos.

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