Villoslada une flamenco y jazz en 'Tabanqueando en la plaza Niña'

El músico onubense ofrece un trabajo muy renovador, impregnando el disco de una rítmica muy sutil

Carlos Villoslada, en una de sus actuaciones.
Carlos Villoslada, en una de sus actuaciones.
Eduardo J. Sugrañes / Huelva

13 de julio 2010 - 05:00

Flamenco y Jazz vuelven a darse la mano con el último CD del saxofonista onubense Carlos Villoslada Tabaqueando en la plaza Niña, un trabajo que parte de diversos palos del flamenco (seguiriyas, solea, fandangos de Huelva, trilla, bulerías, tientos, garrotín) a los que Carlos Villoslada ha incorporado elementos del jazz, manteniendo el espíritu flamenco tradicional, donde la combinación del cante y los diversos instrumentos aportan un exquisito enriquecimiento musical.

Precisamente la incorporación del cante permite explorar la riqueza de la tradición oral flamenca a través de los textos clásicos del cante jondo recogidos en recopilaciones como Cantes flamencos, de Antonio Machado y Álvarez o bebiendo directamente de la memoria colectiva, como en el caso de La luna curiosa, una canción infantil.

El repertorio se completa con textos originales de Carlos Villoslada basándose en el uso de recursos de dicha tradición flamenca. El proyecto reúne a un buen plantel de músicos profesionales de reconocida solvencia artística en los dos estilos como son Juan Galiardo al piano, Antonio Corrales al contrabajo, Dani Domínguez a la batería, Rubem Dantas en la percusión, Raúl Gálvez al cante, Diego Montoya y Pedro de Chanas en las palmas y Carlos Villoslada al saxo tenor. Acercarse al flamenco desde el jazz o desde ahí al flamenco es lo que hace Carlos Villoslada. La tarea no es sencilla, como dice Faustino Núñez en el interior del CD, porque asegura que "no se trata de meter por bulerías un clásico del jazz, s no lograr expresarse en un lenguaje renovado mixturando ambas músicas, diluyendo cante y compás en una expresión muy personal con la que obtiene nuevos timbres a través de una cuidada labor de instrumentación".

De esta forma Villoslada consigue, sobre una base instrumental formateada en clave de jazz, una sugerente alquimia que le permite conducir su discurso con la naturalidad que precisa toda música de calidad. El compás de doce tiempos de soleares, seguiriyas, bulerías y cantiñas se deja insertar a la perfección dentro del aroma rímtico del jazz, mientras el tango de Cádiz refuerza el relato en clave actual.

Dedicado a la plaza Niña de Huelva y los tabancos cercanos donde recuerda que se han escuchado los mejores estilos de la tierra, se disfruta de la música de Carlos Villoslada a través de números donde desarrolla con esmero sus ideas, impregnado, según confiesa el propio autor e intérprete, de la atmósfera melodramática que le inspira el gran cantaor alosnero Paco Toronjo, figura máxima de los fandangos de nuestra provincia. Todo el disco, en palabras de Faustino Núñez, está impregnado de una rítmica muy sutil, donde la dinámica adquiere un rol fundamental, el cuidado con el que se trata la intensidad del sonido, la inteligencia con la que ha sido concebido el disco en su totalidad es buena muestra que es una obra renovadora.

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