Vampiros y palomitas

Vampiros y palomitas
Vampiros y palomitas

08 de julio 2010 - 05:00

Ya hemos visto la espectacular acogida que ha tenido uno de los últimos estrenos en todas las pantallas. Me refiero, como fácilmente comprenderán, a Eclipse, la tercera entrega de Crepúsculo: The twilight saga (2008). La saga de los vampiros juveniles de la que se nos dice que más que una serie de terror, es una metáfora del amor o lo que pretende ser una nueva visión del eterno mito del vampirismo tan relacionado con las más morbosas relaciones amorosas o el erotismo, acogido eso sí dentro de los cánones más políticamente correcto, es decir de la forma más aséptica y al alcance de todos los públicos. Por lo demás forma parte de esa cinematografía protagonizada por jóvenes recién salidos de la adolescencia para atraer a espectadores que comparten esos mismo años y que son, obvio es comprobarlo, el público más seguro ante tan espectaculares reclamos, suficientemente potenciados con el marketing y las presentaciones más espectaculares.

Ni que decir tiene que todo esto tiene un lanzamiento mediático que a veces pasa por la administración y en otras ocasiones rellena esos magazines aparentemente informativos, mayormente inclinados a la telebasura de color rosa, cuando no a esos telediarios infectados de indeseables capítulos que nada tienen que ver con la información veraz, objetiva y rigurosa. Como quiera que sea todo contribuye a que este Eclipse, no sólo repita el éxito de sus dos anteriores precedentes sino que los mejore sensiblemente, como se advierte ya en los registros de taquillaje, convirtiéndose en el gran suceso cinematográfico del verano, económicamente hablando, como millonario precedente de toda una suerte de otras sagas, remakes, nuevas versiones, secuelas y sucedáneos diversos, que nos asaltarán en estos meses estivales. Los tienen a las puertas.

Pero esta renovada historia de vampiros va a multiplicar el consumo de palomitas, ya que sus espectadores más asiduos y numerosos son y serán los habituales derrochadores de este habitual producto en las salas cinematográficas, ahora refugios acogedores con su refrigerante aire acondicionado, que alivian los agobios de la canícula vespertina. En suma un buen estímulo para seguir las aventuras del trío protagonista, Bella (Kristen Stewart), Edward (Robert Pattison) y Jacob (Taylor Lautner), más su jauría de hombres-lobos y demás licántropos, todos ellos enfrascado en la violenta lucha contra una partida de bandidos comandados por una bellísima vampira, Victoria (Bryce Dallas Howard), terriblemente impulsada por una incontenible sed de venganza tras la muerte de su novio.

Conscientes de que era necesario animar la ya monótona narrativa que se apreciaba en la última entrega, Luna nueva (2009), había que imprimirle más acción, un ritmo más trepidante en el relato y eso es lo que ha hecho el director David Slade, añadiéndole la suficiente tensión y una mayor tenebrosidad a las imágenes, para imprimir a las secuencias amorosas un más acusado grado de dramatismo y presión emocional. Sobre todo porque en este tercer capítulo de la saga, que no es el último ya que faltan dos entregas más bajo el título Amanecer, dirigidas por Bill Condon, con las que finalizará la serie, la protagonista se encuentra en una situación complicada al tener que elegir entre el amor con Edward Cullen y la íntima amistad con Jacob, profundamente enamorado de ella. Todo ello cuando la rivalidad entre vampiros y hombres lobo ha llegado a un extremo que sólo se verá forzado por la amenaza mayor de los neófitos de origen desconocido, los Vulturis de la malvada Victoria. Como verán todos los ingredientes para que la historia siga apasionando y mantenga el interés por el definitivo capítulo de tan excitante trama.

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