Pilar Barroso, el rastro desapercibido
Su obra y su aptitud, pese a ausencias temporales, la convierten en un eslabón necesario, y fundamental, de la pintura onubense de postguerra. Se inició con el pintor Pedro Gómez.


Este año no solo celebramos la exposición de Pilar Barroso, artista esencial y referente, sino las diez ediciones antológicas que Cepsa, Autoridad Portuaria de Huelva y consejería de Cultura y Educación de la Junta de Andalucía han patrocinado año a año para beneficio del arte y de la sociedad onubense.
Diez años de arte, pero no lo dudemos, diez años de compromisos y de reivindicaciones. Diez años dando a conocer la evidencia que muchos niegan. Diez años que son casi un siglo de historia, de herencias, de generaciones solidarias, de creatividad plena. Pero a estos diez años de exposiciones le faltaba un 'pilar' para que fuera mucho más consecuente con el discurso cultural de la provincia en los últimos cincuenta años. A estos diez años le faltaba la razón poderosa de Pilar Barroso.
Pilar Barroso es un referente. Es el rastro desapercibido. Es la imagen sin rostro, es el silencio entre el griterío de la demagogia. Es la economía del hacer y saber hacer frente a la simulación y el oportunismo. Es la pincelada dulce de la impresión y el brochazo atormentado de la expresión. Es el pellizco de los sentimientos y de las emociones. Es la búsqueda de las fijaciones internas y de las exploraciones externas. Es un vestigio con forma y fondo que aun desapercibido es, así de fácil, fundamental para comprender la historia de la pintura onubense contemporánea.
Hace unos diez años escribimos para el Diccionario Biográfico Español sobre Pilar Barroso: "Se forma con Pedro Gómez en la Academia de Arte que compartía en Huelva con el también pintor Enrique García Orta y el escultor Antonio León Ortega, y posteriormente con Manuel Moreno Díaz. Pronto acude a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y al taller de Julio Moisés, donde comienza a madurar su impronta artística.
Su obra y su aptitud, pese a ausencias temporales, la convierten en un eslabón necesario, y fundamental, de la pintura onubense de postguerra, junto a Orduña Castellano, Seisdedos y José María Franco. En sus primeros pasos, se advierte el sello indudable de Pedro Gómez, entregándose a un paisaje alegre, juvenil, lleno de vida, propio de un colorista y vibrante impresionismo. Esta imagen cambia a partir de comienzo de la década de los sesenta al asumir las lecciones aprendida de Moreno Díaz, al adquirir su obra referencias expresionistas, una constante que encontrará un campo más expansivo al vincularse al pintor Waldo Aguiar. De este contacto, resurge una artista de dibujo poderoso, casi escultórico, de recuerdo clásico que nos trae el recuerdo de Cezanne, Picasso, Lachaise y, cómo no, Vázquez Díaz, al que trató en Madrid gracias a su amistad con el que consideraba uno de sus alumnos preferidos, Manuel Moreno Díaz".
Diez años más tarde, confirmamos lo que ella es y significa. Con Pilar Barroso no cerramos un círculo histórico, abrimos más aún la posibilidad de conocer la pintura de hoy mecida con la pintura de siempre. Pilar nos deja la sutileza de la mano mecida por el inconformismo de la bohemia, no por el conformismo de la desidia. La mano que aprendió errando y manchándose en las profundidades de la cocina del taller. La mano que fue empujada por una materia pensante que sigue regalando lecciones de sentimiento e intimidad. La mano que no reniega de sus maestros. La mano que aún tiende consejos sin derechos de autor. La mano que es destreza gracias al poder de la sencillez que se hace eterna.
Con Pilar Barroso, la primera mujer que se asoma a este ciclo de exposiciones antológicas que Cepsa y Autoridad Portuaria han abierto de par en par, las dudas son menos. O se disipan. Si las tiene, le aconsejo que visite su exposición en el Museo de Huelva. Además de apreciar lo mejor de su obra, estudiada y diseccionada a la perfección por Bernardo Romero, en todo un excelente ejercicio crítico, histórico y literario de gran comisario, la muestra se aferra a un brillante diseño expositivo obra de otro grande del arte onubense, Juan Manuel Seisdedos.
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