Historias del Fandango

En el París de los cabarets

Cartel anuncio de Folies-Bergére de 1894 anunciando a la Bella Otero.

Cartel anuncio de Folies-Bergére de 1894 anunciando a la Bella Otero.

SU baile era una mezcla de flamenco, el fandango y los exotismos que se le ocurrían, de ahí el interés en ir a París para aprender a bailar correctamente. En aquella urbe cosmopolita, en cuyos cabarets trabajó, convivían las elitistas apariencias con “una inmunda clientela, verdadero subsuelo moral de la ciudad”. Allí se convirtió en un sex-symbol, en una cortesana de prestigio y en estrella rutilante del Folies Bergère. Triunfó por su saber artístico, pero también por sus habilidades como amante de lujo.

Aquella ciudad de la luz idealizada que era París tenía un trasfondo menos brillante, con ambientes de cara y cruz donde jugaba la doble moral. “Los grandes personajes que van a los cabarets y los caveaux empiezan su excursión nocturna en un palco de la Gran Ópera, cenan en Maxim’s, toman la sopa y las ostras en casa de Baratle y a las cinco de la madrugada descienden a los sótanos de Ángel Gabriel en la rue Pirouette… Cada cual es allí autor y actor, todos cantan sus inmorales y picarescos couplets y pasan por el tablao del cabaret artistas que unas horas antes pisaron las tablas de la Ópera y aficionados que unas horas después darán un golpe de mano al primero que se presente. La Carolina Otero lo mismo se baila unas sevillanas en el Café de París que canta la Menegilda en Foliés-Bergére o dispara su revólver en Montecarlo contra un príncipe ruso. Las sombras de la noche y el deseo de placeres nivelan todas las diferencias sociales. Por la noche, todos los gatos son pardos”, describía un artículo de La Provincia.

En 1896 se tuvo que marchar de la capital parisina. La “célebre andaluza de Sevilla o de Marsella”, decía la noticia recogida por la prensa sevillana, iba a ver sus bienes subastados a consecuencia de las deudas que había contraído por su adicción el juego. [1]

La Andalucía, 22 febrero 1896. La Andalucía, 22 febrero 1896.

La Andalucía, 22 febrero 1896.

Una cosa eran sus finanzas, tan maltrechas cada vez por el juego, y otra la fama de sus encantos de cortesana: cuando entraba en su palco privado de la Ópera de París, exhibiéndose con sus carísimos collares de perlas y otras joyas, los espectadores de la platea se ponían de pie para aplaudirla.

Su puerto base fue siempre la capital francesa, pero efectuó giras artísticas por todo el mundo actuando en Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Inglaterra, Hungría, Austria, Rusia y Japón.

Las joyas y el juego

Fue esclava de sus vicios, principalmente del juego, en el que gastó verdaderas fortunas en la ruleta del casino de Montecarlo. En 1909, la sorprendió la policía jugando al bacarrá con otras quince mujeres y diez hombres que trataron de huir; ella se metió en un armario, pero la descubrieron y en el lance perdió una valiosa pulsera de oro que llevaba. Los agentes se incautaron de cuarenta mil duros, dijo la prensa.

Tenía pasión por las joyas que habían lucido mujeres famosas, y se hizo, entre otras, con collares de diamantes que habían pertenecido a las emperatrices Eugenia y María Antonieta. Podía permitírselo, porque se calcula que su fortuna a comienzos del siglo XX ascendía a unos dieciséis millones de dólares, cantidad astronómica para aquel tiempo.

La Bella Otero. FOTO: ReutLinger, París. La Bella Otero. FOTO: ReutLinger, París.

La Bella Otero. FOTO: ReutLinger, París.

Imaginémosla. En la Exposición Universal de París de 1889 se dio a conocer como artista del género flamenco andaluz, instalándose en los salones que se reservaban a los príncipes, la aristocracia y los magnates del Hotel Imperial, acompañada de una doncella, un mayordomo y alguna servidumbre. Iba contratada para treinta noches por doce mil francos. Se identificó como sevillana; simpática, de una belleza exultante, ostentando alhajas espectaculares y trajes elegantes. Dos damas aristocráticas se presentan un día en el hotel preguntando por ella:

– Señorita Otero, desearíamos admirar sus alhajas y ver el famoso collar de perlas que hemos conocido en el cuello de una gran princesa amiga nuestra.

– Siento mucho no poder mostrárselo, porque lo tengo en el banco para mayor seguridad –se excusó Carolina–. Pero acéptenme una taza de té mientras mi mayordomo va a buscarlo.

Aceptaron las damas, pronto vino el collar, que admiraron ojipláticas preguntándole dónde lo compró:

– En Nueva York –respondió con malicia–. Lo llamo Valderbilt [como el hombre más rico de América]. Pero la joya que más valoro es este pequeño corazón de brillantes, al que distingo con el nombre de Jorge [como el rey de Inglaterra].

Se marcharon satisfechas las damas, sin identificarse, y al poco rato le enviaron un ramo de flores con una dedicatoria: “A la más hermosa de las mujeres. De P.M. y B.B.”

Con la reina de Italia

En 1902 hizo gira por varias ciudades italianas, actuando en Milán, Florencia, Venecia, Nápoles y Roma, donde el tango La feria de Sevilla era coreado por las princesas romanas. [2]

El Noticiero Sevillano, 30 noviembre 1902. El Noticiero Sevillano, 30 noviembre 1902.

El Noticiero Sevillano, 30 noviembre 1902.

La reina de Italia puso a su disposición un coche del rey Víctor Manuel II para que se trasladara a Nápoles, donde la Bella Otero hizo una sesión de cantos y bailes españoles en las habitaciones privadas de la soberana, con asistencia de la flor y nata de las damas romanas , ante las cuales “lució los encantos de su voz y las gallardías de su cuerpo”.

Cartel anuncio de Folies-Bergére de 1894 anunciando a la Bella Otero. Cartel anuncio de Folies-Bergére de 1894 anunciando a la Bella Otero.

Cartel anuncio de Folies-Bergére de 1894 anunciando a la Bella Otero.

(Continuará)

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