Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Zamiatin
Conoció a sus 102 años al arquitecto Óscar Niemeyer y desde ese mismo día la bailaora María Pagés conectó con su arquitectura y su humanismo. Inspirada por él, la sevillana creó su Utopía, un espectáculo que mezcla flamenco, literatura y las curvas de los edificios del brasileño. Dice que entrar en las cúpulas de Niemeyer es como entrar en su propio cuerpo, "es una sensación curiosísima". Tras su reciente visita al Festival Internacional de Música y Danza de Granada, la artista presentará su nuevo proyecto también en el marco de la ya cercana Bienal de Flamenco de Sevilla, los días 7 y 8 de septiembre en el Teatro de la Maestranza. "Quiero que mi trabajo no sólo sirva para satisfacer mi pasión por el baile y el flamenco -dice-, sino que tenga una utilidad para los demás".
-Utopía nace de una reflexión de Niemeyer. "No hay jerarquías, todos nacemos y morimos. Lo que importa es vivir feliz y cambiar el mundo". Es una utopía necesaria hoy en día, ¿no?
-La utopía es parte del ser humano y algo totalmente necesario porque si no, no podríamos sobrevivir. Yo creo que ahora, en el momento que vivimos, hay una necesidad de reivindicar la posibilidad que tiene el ser humano de ser mejor, de ser crítico consigo mismo.
-¿Cree en un futuro mejor?
-Yo creo que es posible. Quién no quiere ser mejor, quién no quiere tener una vida mejor, quién no aspira a algo mejor. Es lo que nos hace avanzar. Ahora vivimos en un momento en que eso no está pasando. Estamos como apalancados. A nuestro alrededor pasan cosas increíbles, situaciones dramáticas y fuera de lo normal, y estamos ahí parados porque como tenemos las cuatro cosas que nos sirven para vivir... así vamos. Nos conformamos y es un conformismo alarmante.
-¿Cómo le inspiró Niemeyer?
-Utopía nace antes. Nace de esa necesidad de decir algo. Hay que reaccionar ante esta pasividad del ser humano como tónica general. Normalmente toda la creación en mi caso nace de una inquietud y una necesidad. Óscar Niemeyer ha sido siempre un ejemplo de coherencia, de tener en cuenta el humanismo como parte y como credo de vida y eso está plasmado en su obra y en su manera de vivir.
-Le visitó varias veces en su estudio de Copacabana. ¿Cómo fueron esos encuentros?
-Conectar con una persona que tiene ya 102 años -ahora tiene 104- siempre es un encuentro muy especial. Hasta ese momento no había conocido a una persona ni siquiera con 100. Cuando este proyecto se puso en marcha y yo decidí que quería hacer un trabajo que se titulara Utopía y tratara sobre los valores del ser humano el destino me llevó a este personaje para conocerlo y tener la posibilidad de convivir con él, conocer su obra y su mundo. Él va todos los días a su estudio, a pesar de su edad y sus enfermedades. Pero es una persona mayor, una persona que selecciona sus conversaciones. Lo que yo hice fue seguirlo. Hablamos de lo que él quería hablar. Cualquier palabra que saliera de su pensamiento y de su boca era un aprendizaje, una experiencia, y eso me llevó a conocer su país, su entorno, a conocer a la gente que era afín a él, y acercarme a un mundo más espiritual y más artístico.
-Tienen muchas cosas en común...
-Sí, porque descubrí que hay muchas cosas que nos conectan. Él admira a Machado y yo lo admiro por mi origen. De hecho la revista que Niemeyer edita sobre la conexión entre artistas se llama Camino, inspirada en el poema de Machado. El interés humanista. Su proceso creativo: él concibe todo de una manera global, como yo concibo mis coreografías. Sus proyectos no se basan en hacer sólo un edificio o una casa sino que va más allá, piensa en dónde va a estar, de qué va a estar rodeada, por qué... Piensa mucho en otras artes. Él trabaja no sólo con arquitectos sino con escultores, con poetas. Es increíble cómo en su proceso, igual que en el mío, se basa en bocetos muy simples. Al describir un proyecto siempre hace diseños muy simples, elementales, casi como de niños, y luego lo describe. Yo hago igual. Su obra la conecta con la poesía. Yo siempre busco un poema. Y en cierta manera él es un poeta. Yo, de alguna forma, también lo soy.
-Conectan en algo más. Él huye de la línea recta e "inflexible creada por el hombre". Prefiere la línea curva "libre y sensual". ¿Cómo lleva todas sus ideas a la danza?
-Los procesos creativos son muy imprevisibles porque de cualquier idea puede surgir otra que da contenido a un trabajo. De un poema, de una sensación, de una experiencia, de un conocimiento, de un encuentro con una persona, de la influencia que puede tener el momento que vivimos, de una noticia, de una inquietud. Por ejemplo, a mí me preocupa la solidaridad. Es un valor humano que es necesario para la convivencia. Eso me lleva a un poema de Benedetti que habla sobre eso o a la idea de que el compás por seguiriya tiene algo que hace unirnos a todos. Me lleva también a un color. Yo uso el gris en el espectáculo como color base porque en los edificios de Niemeyer él utiliza el hormigón como material básico para construir, el color del polvo, del trabajo... Es tan imprevisible todo que a veces hasta me sorprende a mí misma.
-Ha nombrado a Benedetti. La obra está plagada de palabras como las de él, Baudelaire, Neruda, Machado, Larbi El Harti, Niemeyer o el Quijote de Cervantes. ¿Con qué se queda de todos ellos?
-Todos compartimos las inquietudes humanas pero es verdad que hay algunos artistas con los que conecto más porque el mensaje que yo quiero transmitir en Utopía es el mensaje que ellos transmiten con su palabra. Del Quijote siempre he admirado al personaje porque es el personaje utópico por antonomasia. El Quijote siempre está en esa búsqueda, en esa esperanza, en ese creer aunque se sea ingenuo, en el valor de la fantasía que nos hace creer y llegar a algo.
-En una descripción del espectáculo hay una frase: "Cuando la vida se degrada y la esperanza huye del corazón de los hombres, la revolución es el camino a seguir". ¿Podría ser Utopía la danza para un mundo indignado?
-Yo creo que es una aportación más a ese mundo. Sí, el movimiento de los indignados nace por esa reacción y también mi trabajo es producto de una reacción. Sí es verdad que hay señales y mi trabajo es un tipo de señal como puede ser el movimiento de los indignados. Es otra estética, es otra manera, otro modo de comunicar, pero hay un mensaje. Yo creo que es común y una inquietud que le suena a todo el mundo. En cierta manera todos lo piensan, lo viven, lo experimentan.
-Siendo tan curiosa, ¿tiene ya en mente un nuevo proyecto?
-Lo que quiero es que mi trabajo tenga esa utilidad, que no sólo sirva para satisfacer mi deseo o mis pasiones como es el flamenco o el baile que es mi origen como artista, sino que eso pueda tener una trascendencia y una utilidad porque ahí es donde yo creo que está el hecho de que siga en esto. Lo que sí le digo es que va sobre la mujer.
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