GENIOS DEL FLAMENCO

La guitarra de Niño Miguel (VI)

  • En abril de 2010 el tocaor onubense recupera su ser más flamenco y artista acompañado por su hijo y sus amistades

Niño Miguel acompaña a la guitarra a Regina en el 15 aniversario de la Residencia Monte Jara.

Niño Miguel acompaña a la guitarra a Regina en el 15 aniversario de la Residencia Monte Jara. / Camilo Gómez (Huelva)

La estancia de Niño Miguel en la residencia continuaba con visitas extensas y agradables de diversos amigos, que hemos disfrutado con el artista al verlo pletórico de satisfacción, alegre, feliz, contento, bien cuidado y agradecido por las salidas para comer en cualquiera de los buenos restaurantes que existen en toda la zona. Además, lo escuchábamos tocar porque siempre quería estar acompañado de su guitarra.

En uno de estos días, Arcángel, Pecas, su hijo Ángel y el que suscribe fuimos a visitarlo. Cuando llegó la hora del almuerzo, Miguel nos dijo que fuéramos al restaurante a comer que él iba de señorito, pagaba la fiesta, a los artistas y la comida. De hecho, comenzamos a pedir platos y le dijo a su hijo que tocara, no viene de artista, Miguel empezó a cantar y luego le siguieron Arcángel y Peca.

A Arcángel le pidió que cogiera la guitarra porque iba a cantar, así pasaron unas horas hasta que llegó la hora de irnos y de pagar. Miguel pidió la cuenta, por lo quedamos asombrados, y cuando la trajeron, se levantó, se dirigió a mí y dijo cantando: “¡Que pague Camilito que él que tiene dinerito!”. La risa y sorpresa de todos tuvo que aparecer, pues no esperábamos nada igual de Miguel. Se sentía, dichoso y disfrutaba con sus amigos.

Tras muchos problemas de adaptación el artista encontró poco a poco su sitio rodeado de los mejores cuidados

Después de un primer año con bastantes problemas de adaptación y continuos deseos de marcharse, algo que me pedía en cada visita, lo fuimos viendo más contento con su estancia en el centro porque poco a poco se estaba acostumbrando.

El mes de abril del año 2010 la residencia cumplía 15 años de su fundación y preparaba una merienda para los residentes. Allí fuimos invitados por la directora, Rosa, y los asistentes Loli y Martín, encargados de la custodia de Miguel. Arcángel y El Pecas no pudieron asistir por sus compromisos artísticos pero sí el hijo de Niño Miguel, Ángel, y un servidor. Nos pidieron que organizáramos una fiesta flamenca para animar la velada y a los asistentes, por lo que preparamos unos días antes un pequeño escenario para tal fin, e invitamos a otros amigos de Miguel, para que lo vieran y actuaran.

Los invitados fueron Regina, Rafael de Prada, Moisés Fernández, y también se agregaron Chechu García-Berlanga, que vino a visitarlo, Antonio Picón –esposo de Regina– y Alejandro Sierra. Una vez arriba, Miguel fue el primero en coger la guitarra, rebosante de alegría, feliz y contento, con grandes deseos de sentirse artista y tocar ante sus amigos y compañeros de residencia. Empezó a hacerla sonar, y bien que tocaba, recordándonos algunas falsetas de las de sus mejores tiempos. Estaba en la gloria cuando empezó a cantar Moisés por fandangos y cantes de levante, sorprendiéndonos a todos por el desparpajo demostrado por el joven cantaor.

El aniversario de la Residencia Monte Jara sirve para organizar una merienda con artistas como Regina, Rafael de Prada o Moisés Fernández

Después, Rafael de Prada con excelente y potente voz, nos cantó malagueñas y tarantos con acompañamiento de la guitarra de Miguel. Como siempre, embrujaba a los presentes que lo escuchábamos con el gusto y las ganas que aportaba a sus toques. Le tocó el turno a Regina, que cantó por granaínas y medias y terminó por bulerías, con sus correspondientes pataítas que sirvieron para caldear el ambiente y animar a los presentes. El público aplaudió a los dos artistas por su entrega y la buena ejecución. Así, Miguel me pidió que le cantara unos fandanguitos de Huelva y así lo hice, encantado de verdad, por volver a escuchar a Miguel.

A continuación el artista le cedió la guitarra a su hijo Ángel para que le tocara por las soleares que quería cantar en recuerdo de su amigo Antonio El Muela. Para continuar la fiesta, Miguel le pidió de nuevo a su hijo la guitarra porque quería tocar él solo por bulerías, algo que todos deseábamos escuchar, ya que nos colmaba de felicidad y alegría verlo en su salsa, con ganas y deseos, con esos soníos únicos que este artista sabía sacarle a las seis cuerdas (también lo ha hecho con menos cuerdas). A través de ellas transmitía todo lo que sus dedos eran capaces de inventar, parecía imposible que a pesar de todo lo vivido, de sus muchos problemas, enfermedades y otras circunstancias pudiera ejecutar esas auténticas maravillas.

Todo eso nos hacían felices y no sólo por nosotros, sino por lo que representaba para él mismo porque se pudo sentir una persona todavía importante, con ganas de seguir luchando y volver a sentirse artista, por la conversación que con él mantuve después y que en otra ocasión contaré. La tarde se convirtió en noche y seguimos con el fin de fiesta. Para poner el broche de oro cada artista puso su granito de arena con la aportación de sus cantes, que hicieron felices a los muchos compañeros de Miguel y a sus familiares por lo que escucharon en tan buena y maravillosa fiesta que disfrutamos y hicimos disfrutar a los asistentes de la Residencia Monte Jara y familiares, con la agradable compañía de Niño Miguel, que posiblemente haya sido el que más disfrutase. De eso nos alegramos de verdad, por el hecho de hacerle feliz.

Al finalizar la reunión todos los residentes regresaron a sus aposentos y las asistentas nos acomodaron en un salón aparte para compartir un rato con nosotros, Miguel estaba feliz y contento, y los profesionales querían charlar con todos y preguntarle a Miguel cómo estaba, si lo trataban bien y otras cosas, pero a él no le gustaba hablar ni le apetecía y lo que hizo fue pedir la guitarra, de lo que tenía ganas era de tocar pero no de no hablar.

El toque y el cante devuelven la alegría al semblante de una de las más grandes figuras del flamenco

Empezó tocando por seguiriyas –de forma magistral– que llenaron de arte, embrujo y flamenquismo el salón, una vez más nos deleitó con sus geniales toques; disfrutamos de su compañía y se produjeron momentos en los que derramó sobre los presentes todo lo que en sus días tuvo de mago de la guitarra. Al marcharnos para Huelva se unió a nosotros con el deseo de venirse, de modo que tuvimos que convencerle porque era muy tarde y ya trataríamos de llevarlo a Huelva en otra ocasión. Por ello, lo dejamos de nuevo allí porque los médicos no nos aconsejaban darle el alta.

Fue una agradable y completa tarde noche en la que disfrutamos de verlo muy repuesto de salud, como persona y también como artista. En aquella ocasión recuperó su semblante, serio como siempre pero a la vez alegre, feliz y contento por cantar y tocar la guitarra con sus amigos. Disfrutó del agradable ambiente que vivió con ganas y deseos de comer. Eso sí, siempre sin olvidar el “¡Cuándo me van a sacar de aquí!”.

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