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Toros Huelva: Miranda agranda su tarde frente a un gran sexto en el Coso del Descubrimiento

Tuvo que ser en el sexto, pero fue. Cuando éste rodó sin remedio de nada más ya se sabía que ese había sido el toro de la tarde. También, que Miranda había estado honesto y brillante con él. Un toro con carbón en su caldera, enseñando la bravura y el picante; las dificultades del toro encastado.

Enfrente un torero dispuesto a robarle terreno; arrebatarle los centímetros al lance justo donde sin cornada el riesgo surte de valentía la suerte y además, encarrilar ese viaje con repetición y vigor que el de Albarreal empleaba para hostigar al torero revolviendo presta su anatomía al final de cada muletazo.  Pareció épica pero en realidad enseña una dimensión de oficio importante del triguereño.

Tres puñetazos sobre la tarde de Miranda. Dos sobre el morrillo de sus toros en sendas estocadas que llevan firma de verdad y  entrega. El otro, en ese rabo que singulariza un triunfo mucho más allá de los trofeos. El triunfo de la fe sobre el destino de la tarde. El triunfo de hacer que todo suceda como se necesita. Que no importe los toros y que la íntima verdad de un torero llene al completo la lidia y su tarde.

Todo en esa verdad del riesgo compartido y también el de la soberbia torera por rubricar con mucho pundonor un triunfo  legítimo que siempre tuvo como inicio el mismo platillo de la plaza. En ambas ocasiones el de Albarreal se pudo llevar puesto al torero; en ambas, el uy del tendido concluyó sin tragedia el lance.

Gran dimensión torera del triguereño que trazó con soltura el lance capotero empujando para adelante a este sexto que no permitía dudas; que pidió oficio y pasión para entenderlo y llevarlo para adelante. Todo eso tuvo dentro ese trasteo sincero  con el que apostar por llevarse la tarde. Triunfo importante y rotundo del Miranda que anda esta temporada por los ruedos sin darle respiro a la más mínima duda sobre el ruedo.  Ese Miranda que también supo cortarle dos  orejas  a otro toro con menos argumentos de toro que su hermano y con el que el torero tuvo que acortar muy pronto los terrenos y llevarse la faena arriba de uno en uno. Esa dosis donde este tercero de la tarde ofreció apenas pasado el ecuador de su lidia muy poco contenido mediatizando esa faena donde los muletazos se fueron hilvanando de uno en uno. En ese terreno de cercanía donde David se mueve con soltura se culminó el fragor de una batalla  con el enemigo claudicado y ya sin munición.

Afortunadamente el aire que presagiaba la mañana se había quedado sin fuelle. Un enemigo menos a tener en cuenta y un argumento más para añadirle ese brillo con el que el toreo se cita habitualmente con ese Coso del Descubrimiento.

Tarde preciosa, con el tendido lleno y expectación por una terna que cumplió sincera en su profesión torera. Cada uno en esa medida esperada con la que surten de toreo sus tardes sobre el albero.

Sublime Curro Díaz frente al cuarto sin darle cobijo a brusquedades. Limpio, estoico y diría que hasta ético con la clase que enseñó este cuarto. Al de Linares le sirvió la suavidad de esa embestida para mostrarse en ese empaque y clase con la que le brota el toreo. Ese trasteo que parece fácil cuando se siente desde el tendido pero que necesita sin duda de temple y torería para expresarlo. Y Curro lo hizo frente a otro toro con posibilidades de ser y ofrecer. Cierto es que 'Sensato' tuvo la ayuda del torero. Y es que Curro lo llevó con suavidad, le empujó hasta el final en ambos trasteos de capote y muleta saliendo con elegancia en cada remate de las series sin humillar al oponente.

Inspirad y torero ese trasteo al cuarto; sin apretar, siempre a favor del toro y de la estética Curro Díaz encaminó un triunfo que le había imposibilitado la flojedad y poca chicha que traía el primero entre su bien cuajada estampa. Precioso de lámina pero venido a menos en su pujanza. Bondadoso pero sin transmitir nada. A Curro no le sirvió; al resto de la plaza tampoco. De ahí el silencio roto sólo para solicitar el saludo del torero desde el tercio. Palmas al intento.

A Cayetano se le intuye casta y raza. De eso hubo en el argumento de sus dos faenas.

Voluntad, tesón, buenas formas y torería conforman los mimbres de su actuación frente al primero, las dos rodillas en tierra y llevando toreada la pujanza inicial de ese segundo de la tarde. Un toro que tuvo cosas buenas pero a las que le faltó continuidad y humillar en la muleta de este Cayetano que movió con templanza los engaños queriendo engarzar una faena que llenó de contenido su indudable afán de triunfo. La estocada, a ley y por derecho, terminó haciendo un traje de los retales y Cayetano paseó dos orejas con pasaporte de Puerta Grande.

El quinto fue otro de los toros que se movió con más gracia y pujanza que ese segundo.

En ese gen riverista de Cayetano llegó esa larga cambiada en el tercio embarcando la pujanza de salida del quinto.

Interesante y con entrega ese toreo capotero que alumbró este quinto acto. Después, una faena vulgarota en la que faltó acople y brillo dejó mostrar más que nada la voluntad torera de Cayetano. Una faena a la que le falta alma, que no dignidad porque por encima de cualquier lance de la tarde Cayetano derramó precisamente eso, dignidad y entrega aunque el trasteo final no cobrase altura.

Con el sol asomando osado entre los pilares de la plaza tres toreros se marcharon a hombros mientras el mayoral apuntaba en la libreta la pujanza de un buen toro de vuelta al ruedo dentro del ideario ganadero. No hay más.

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