Martirio Música, libertad y sonrisas
La cantante onubense celebra sus 30 años en la música en el Teatro Circo Price de Madrid, en compañía de Kiko Veneno, Javier Ruibal, Miguel Poveda, Silvia Pérez Cruz y Raúl Rodríguez
Los treinta años de carrera musical se sienten en el pisar sobre el escenario de esta veterana artista. Martirio llenó ayer todas las butacas del teatro Circo Price de Madrid, 1.800 localidades de espectadores ansiosos por escuchar a uno de los iconos más emblemáticos de los ochenta.
La onubense reunió a un público muy heterogéneo en edades, desde aquellos que pudieron disfrutarla desde sus primeros pasos musicales a nuevos y jóvenes admiradores que por primera vez la oían en directo. Ríen y sonríen con sus letras irónicas, las letras de una apasionada de la música que habla de una vida de "maruja sin complejos", del amor y la vida y que ha sabido conquistar a los músicos más importantes de la música latina.
Reconociendo su gran nerviosismo, la cantante agradeció la libertad de sus "treinta años de compromiso creativo, de constancia" y el cariño de su complaciente y agradecido público, al que considera "su mejor aspirina". La artista de peineta y gafas oscuras presenta en este concierto único su nuevo álbum recopilatorio en el que ha incluido cuatro temas inéditos.
Martirio, que siempre ha llenado su música de escucha, tradición y atrevimiento, ya en su tercera canción se rodeó de los dos hombres que mejor la han acompañado en su carrera y en su vida. A su derecha, su inseparable productor amigo y compañero Kiko Veneno y, a su izquierda, Raúl Rodríguez, el famoso guitarrista, su hijo.
Una compañía incomparable que Martirio aprovechó para saborear la mezcla de ritmos neoyorquinos con aires flamencos y a la que no tarda en unirse el gaditano Javier Ruibal, compositor, guitarrista y cantante que colma el aire de dulzura, estilo y corazón con acento andaluz.
Cariño, respeto y mucho trabajo se nota en cada invitado de este escenario donde la guitarra y las voces maduras son las protagonistas, donde la transgresión de la peineta ha dejado paso a muchas tablas musicales y un pavoroso dominio de la fusión de estilos. 30 años de lucha por hacer lo que le sale de dentro le han servido a Maribel Isabel Quiñones para entender a la perfección que la música entendida desde el entusiasmo, trabajada hasta el agotamiento y compartida con respeto puede hacer nacer ritmos únicos y exclusivos que ella, como muy pocos, saben manejar para hacer reír, soñar, y, seguro, sentir.
Rumba, flamenco, jazz, coplas o boleros, Martirio no le teme a nada, ni ella ni su afamada banda en la que Raúl toca la guitarra, Jesús Lavilla el piano, Guillermo McGill se encarga de la percusión y Javier Colina del contrabajo, un músico que ,además, no deja de acrecentar el aire polifacético del escenario atreviéndose con el acordeón, su voz y los ritmos cubanos de Sindo Garay.
Son momentos muy especiales en los que Martirio hizo gala de su gran orgullo, su hijo, que no sólo estremece por su conquista de la guitarra, sino por la relación y la complicidad que se siente entre ellos. "Si tú le inculcas a tu hijo tu pasión por el arte nunca en la vida va estar solo". Raúl, que por sí solo llena escenarios, le regala a su madre en sus treinta cumpleaños musical su primera canción de amor, que "no por haberla compuesto a los 41 años llega tardía".
"La creatividad es la verdadera tradición en nuestra familia, es un orgullo ser hijo de esta mujer tan grande", así introduce el cantante esta canción que con un humor heredado y un ritmo propio vuelve a hacer reír y sentir al público.
Esta artista que conquistó su país y cientos de escenarios internacionales, que importó la peineta y triunfó con su look folclórico, sus extravagantes vestidos y sus características oscuras gafas entre la cultura pop, aprovecha, como cabía esperar, cada paso por bambalinas para el cambio de atuendo.
"Hasta que uno no va a Latinoamérica no siente que somos todos lo mismo, las fronteras no existen, las ponen siempre los mismos para separar las hambres", Martirio comparte con sus espectadores muchos de los grandes nombres del otro lado del mundo latino, del que ha sido y es enorme embajadora. No sólo canta las canciones emblemáticas de los más grandes autores y cantantes latinoamericanos, sino que en ellas se siente el cariño y esfuerzo de una viajera que buscó la grandeza de la música y supo hacerla suya, que tuve la suerte buscada de compartir su trabajo con muchos de los nombres de la historia de la música.
Los invitados no dejan sola a Martirio, que elegió a Marta Valdés para cantar junto a la "bella simpleza de Silvia Pérez Cruz", regalando al público el momento más delicado, emotivo y estremecedor de la noche. Con Miguel Poveda, que mereció algunos de los aplausos más fogosos de la noche, se cerró esta conmemorativa historia musical de Martirio, de su creatividad y su pasión: la música con amigos.
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