RESEÑA LITERARIA

JJ Díaz Trillo, un viaje a la semilla

  • Es hombre de pluma y espada, y esa doble condición se adivina en más de un verso de la antología poética

José Juan Díaz Trillo, con un ejemplar de 'Donde da la vuelta el tiempo'.

José Juan Díaz Trillo, con un ejemplar de 'Donde da la vuelta el tiempo'. / Josué Correa

Toda antología es de alguna manera, como aquella historia maravillosa e inquietante de Alejo Carpentier, un viaje a la semilla. JJ Díaz Trillo nos propone en su antología –Donde da la vuelta el tiempo, editorial Versátiles, 2020– una vuelta, en el doble sentido de paseo y retorno, por y a toda su obra.

Y lo hace también como el personaje del cuento de Carpentier, don Marcial, Marqués de Capellanías, o de aquel otro no menos sorprendente Benjamin Button de Scott Fitzgerald, que de la muerte o la vejez van regresando paulatinamente al útero materno gracias a que el tiempo da la vuelta y rehacen el camino andado –cosa que por otra parte sostienen hoy los físicos cuánticos es algo perfectamente posible–, que de hecho se está dando continuamente aunque nuestra corta percepción no dé para percibirlo.

Como esos personajes de Carpentier y de Fitzgerald, JJ Díaz Trillo arranca el libro en su madurez poética hasta llevar al lector a sus versos originales, aquel primerizo Milcíades útero de su poética posterior, versos los de Milcíades que ya encierran lo esencial de lo que será después y que aún en gran parte sigue siendo.

Arranca la antología –después de un prólogo no prescindible que titula Poética y política donde da muchas claves del hombre y del poeta– con una serie de composiciones inéditas que lleva por título Campo de la verdad, a la que sigue, inédito también, Llanos de la belleza. A partir de ahí vemos desfilar, caminando hacia el origen, viajando a la semilla, Concordia, Mundo y aparte, Música de cámara y diez títulos más hasta llegar a puerto con el antes citado Milciades.

Se mueve Díaz Trillo entre la Ilustración y el surrealismo-barroquismo, algo que, aunque pueda resultar algo antitético, resuelven bien entre el hombre y el poeta. Prólogo y epílogo son hijos del ilustrado, y vendrían a ser como los arcos de un paréntesis que funcionan como iluminación, como cuna del cuerpo del libro, deudo este del surrealista-barroco.

Igual que Garcilaso, JJ Díaz Trillo es hombre de pluma y espada, de emoción y de acción, y esa doble condición de bardo y de político, se adivina en más de un verso de la antología. A pesar de ser la poesía el género del yo, la forma suprema de expresión de la subjetividad, a lo largo de las páginas del libro aparece a menudo el nosotros, especialmente en su última etapa, Concordia o Campo de la verdad.

Está bien que en estas revisiones tengamos algo que mostrar, función que cumple sobradamente

El poeta se ha ido deslizando del yo al nosotros a lo largo de sus trayectorias estética y ética, caso no raro, ahí estaría el ejemplo entre otros de don Antonio Machado, que viajó de París a Castilla: del cosmopolitismo al casticismo, del modernismo al noventayochismo. “Si doblara ahora el mapa de mi biografía quedaría su pliegue o mitad como una línea –de sombra y de luz, pues de todo ha habido– divisoria de las dos grandes actividades que me han venido ocupando a lo largo de los años: la poética y la política”.

Así arranca el prólogo antes citado. A lo largo de esos años, y ateniéndonos a la zona de luz, JJ Díaz Trillo ha recibido importantes reconocimientos como escritor: Premio Residencia, Internacional de Poesía Odón Betanzos, Aljabibe, y una beca de creación del Ministerio de Cultura en 1989. En su faceta de político se ha movido siempre por los ámbitos de la cultura, la educación y el medio ambiente, en los tres ha sudado la camiseta en calidad de director general del Quinto Centenario, delegado de Cultura y de Educación en Huelva, presidente del Paraje Natural Marismas del Odiel, parlamentario andaluz y diputado en el Congreso y consejero de Medio Ambiente entre otras mil batallas.

Probablemente, como cantara Gardel, veinte años no es nada, pero cuarenta como que comienzan a serlo, y cuarenta son los que han pasado desde aquel Milcíades inaugural; mirar atrás se nos impone como un reconocimiento, no exento de dureza, de que la vida es un ha sido más que un será, que es más que posible que lo que soy es más lo que he sido que lo que seré, y está bien que en estas revisiones tengamos algo que mostrar y, sobre todo, que mostrarnos, función que cumple sobradamente esta antología tan completa y tan bien editada por la joven y exigente editorial Versátiles.

Igual que hablar de pintura o de música, hablar de poesía en prosa supone siempre meterse en un fangal. No se puede sintetizar la síntesis y menos parafrasearla o glosarla o aclararla; a los poetas, y a los pintores y a los músicos, les suele dar la cosa cierto repelús, y con toda la razón del mundo, sería como desnaturalizarlos, desinflarlos, parodiarlos. Así que solo cabe en la pintura mirarla, en la música oírla, en la poesía leerla. Quedáis invitados a su lectura, a acompañar al poeta en este viaje a la semilla.

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