Incomunicación familiar

Incomunicación familiar

22 de julio 2010 - 05:00

Multicines La Dehesa Islantilla.- T.O.: 'Estación del olvido'. - Producción: España, 2009. - Duración: 90 minutos. - Dirección: Christian Molina y Sandra Serna. - Guión: Manolo Guerrero, Salvador Moré y Christian Molina. - Fotografía: Javier Salmones. - Música: Ixl. - Montaje: Jordi López. - Intérpretes: Fermi Reixach, Nilo Mur, Katia Klein, Francesc Garrido, Belén Fabra, Teresa Manresa.

Dos personajes, muy distanciados en cuanto a la edad y las circunstancias vitales, son los protagonistas de esta historia, dirigida por Christian Molina y Sandra Serna. Nunca, salvo muy raras excepciones, fueron favorables para el cine las realizaciones a dúo. En este caso desarrollan un argumento que nos presenta a Domingo, un veterano marinero enfermo de alzhéimer, alejado del mar, y Pau, un joven con serios problemas de adaptación que cumple una sentencia de trabajos sociales. Traban amistad en el geriátrico en el que el primero está internado y el segundo cumple su sanción.

Domingo y Pau coinciden en un momento crucial en sus vidas. Pau vive ese paso difícil y complejo que conduce de la adolescencia a una juventud más madura. Domingo, vive su vejez como un paso inevitable a la desaparición final. La enorme diferencia de edad no será óbice para que entre ellos se establezca una relación sincera y cómplice. Pau, que se ha puesto de acuerdo con la nieta de Domingo, conseguirá que el viejo marino escape de la residencia para ver el mar por última vez, deseo ferviente del anciano. Éstas y otras circunstancias cambiarán decisivamente el signo de las vidas de los protagonistas.

Aunque la historia focaliza la atención en Domingo y Pau, en Estación del olvido hay otros personajes: el hijo del primero, su segunda esposa y la nieta. Interpretados por Fermí Rexach, Nilo Mur, Francesc Garrido, Belén Fabra y Katia Klein, que es toda una revelación, suponen con sus actuaciones un capítulo interesante de esta conmovedora historia que nos invita a reflexionar sobre los problemas de la soledad, la vejez, la enfermedad, la incomunicación y la relación con los mayores, necesitados de atención y afecto. Aunque tenga un planteamiento dramático no faltan secuencias donde domina el humor y hasta la comicidad, aunque peque a veces de cierta retórica en los diálogos.

Esta es la tercera experiencia como director de Christian Molina, que antes realizó Diario de una ninfómana y Rojo sangre. Aquí nos plantea una dimensión muy diferente y una visión del problema de la incomunicación familiar a través de tres generaciones distintas, en donde también resaltan las emociones, los sentimientos, la indiferencia, la ternura, la comprensión, el espíritu de sacrificio y el amor. Christian Molina, ahora junto a la realizadora Sandra Serna, salen airosos de esta experiencia comprometida con sencillez y corrección. Quizás el desenlace se dilate demasiado, pero su tono realista y la buena intención del tema y su tratamiento, invitan a la reflexión del espectador sobre un asunto de gran trascendencia actual.

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