Música

Dire Straits en la Casa Colón

Uno de los conciertos de Brothers in Band dedicados a la reproducción del ‘Alchemy’.

Uno de los conciertos de Brothers in Band dedicados a la reproducción del ‘Alchemy’. / Xavi Torrent

Se ha impuesto en los últimos años una absurda creencia que ha llevado a defenestrar a una de las bandas de rock más importantes de los años 80, y casi a martirizar a todo aquel que se atreva a confesar en público ser fiel seguidor de sus discos y canciones. Lo dejaron tras 15 años de carrera, en lo más alto, cuando ofrecían más conciertos y con más público que nadie haya conseguido superar después; y tras vender más de cien millones de álbumes, cuando en la antediluviana era preinternet no había ni Spotify ni Youtube.

En tiempos de anodino indie, muchos se atreven a afirmar ahora que Dire Straits era una banda aburrida. Incluso blanda. Tampoco pretendieron nunca rivalizar con ACDC. Y sólo el momento de su irrupción, casi treintañeros, con maquetas radiadas y bolos de barrio y pub, les puso enfrente de toda la ola punk británica, que les valió ser apreciados como gloriosa alternativa a los aporreos de jóvenes imberbes.

Ya en aquellos últimos años de los 70 aparecieron con una formación clásica de guitarra principal, rítmica, bajo y batería que marcó su sonido en los inicios. El mismo que captó la atención de un avispado locutor de la BBC que apreció el material que llegó a sus manos y logró convencer de lo mismo también a su audiencia durante semanas. Y al frente de ese cuarteto de estética opuesta a estrellas de la música imperantes, un tipo extrañamente carismático, Mark Knopfler, compositor diferente, de voz dylaniana y guitarra singularmente virtuosa.

Sultans of Swing, aún hoy su gran himno, les empujó en su arranque discográfico, que tuvo continuidad, gracias a su repercusión mundial, con Communiqué. Dieron un paso más después y crecieron con la incorporación de los teclados de Alan Clark como extraordinario paisajista sonoro en esos imprescindibles Making Movies y Love Over Gold. Ya eran grandes en los cinco continentes tras el cambio de década. Llenaban teatros y ofrecían directos monumentales como los dos del Hammersmith londinense que quedaron registrados en Alchemy, icono para toda una generación.

Aunque la vuelta de tuerca llegó un año después, con el álbum que desató al gigante, Brothers in Arms, el mismo que lanzó un nuevo formato entonces, el CD, con millones de copias vendidas, el tercero en los años 80 (sí, la misma década de Thriller), y entre los doce superventas de la historia. Fue ese disco el que les llevó a ser una de las grandes estrellas de cartel del Live Aid '85, y el principal reclamo en el concierto por Nelson Mandela del 88, también en lo más alto de Knebworth '90. Y el que también les lanzó a una gira mundial propia descomunal, sólo superada por ellos mismos en su testamento discográfico, On Every Street, inferior a los precedentes, aunque alimento para la bestia.

Hasta que Knopfler dijo basta, con miedo a ser devorado por el monstruo en el que Dire Straits se había convertido. Víctima, en cierto modo, de su propio éxito.

El guitarrista y cantante de Brothers in Band, Angelo Fumarola. El guitarrista y cantante de Brothers in Band, Angelo Fumarola.

El guitarrista y cantante de Brothers in Band, Angelo Fumarola.

Fue entonces cuando comenzó la nostalgia por aquella música de finales de los setenta y la primera mitad de los ochenta. Y cuando tantos de sus huérfanos devotos quedaban apenas saciados por los discos en solitario del líder, de sonido muy distinto al de su banda, por más que apele aún hoy a ella en sus propios conciertos, aunque sin la misma magia en el escenario que conseguía Knopfler acompañado por John Illsley, Alan Clark, Pick Withers, o Terry Williams después.

No son pocos los que se compraron su primera guitarra eléctrica, quizá una imitación de la Stratocaster roja, para reproducir aquellos acordes de Sultans of Swing, Lady Writer, Tunnel of Love o Money for Nothing. El italiano Angelo Fumarola aprendió bien, de la misma forma que su ídolo, sin púa, y acabó incorporándose a un grupo gallego, Brothers in Band, consagrado a recuperar esa música que se marchó para siempre a primeros de los noventa.

Son una de las mejores bandas de homenaje a Dire Straits en Europa, lo que les ha llevado a tocar en todo el continente. Y este viernes están en Huelva, en el auditorio de la Casa Colón, donde van a ofrecer un repertorio que recorrerá toda la discografía straitsniana. The Very Best lo llaman.

Tal es su grado de entrega a sus ídolos que tienen la capacidad de prácticamente calcar tomas de estudio y también registros de directos. Son reproducciones impecables para la evocación de tiempos pretéritos que sobreviven enlatados en viejos vinilos o cedés desgastados, sobre listas de streaming de inferior calidad.

Brothers in Band no pondrá en el escenario en Huelva la versión íntegra del Alchemy que sí están llevando a otras ciudades españolas, aunque sí darán oportunidad al público onubense de disfrutar con muchos recordados temas ya referidos, entre espectaculares joyas como Telegraph Road o esa monumental obra, injustamente olvidada, que es It Never Rains.

Toda una gran ocasión para que los seguidores de Dire Straits de toda la vida rescaten aquel sonido que les atrapó para siempre. Una inmejorable oportunidad también, claro, para quienes reniegan, o se dejan arrastrar por el desconocimiento. Para que se acerquen y aprendan a apreciar la música de quienes reinaron sin discusión en el rock mundial.

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