Toros

Una Mar de bravura en la tarde corteganense

  • Oreja para María del Mar Santos y Alejandro Gardel frente a dos exigentes lotes de Murteira.

  • A hombros Víctor Cerrato tras cortar un total de tres orejas a sus novillos

Cuando arrancó la banda el último pasodoble el cielo ya se había encapotado. Caían apenas unas leves gotas anunciando lluvia. Cerrato aún seguía impasible en la búsqueda de una sincera faena que emociona por lo costosa que iba aparentando en cada medio muletazo que se dejaba el noble novillo de Murteira.

Más bravo el torero que él, pero necesario para que llegara despacito esa brillantez que deja siempre en el toreo la sinceridad. Abrumadora sinceridad de Cerrato, cumplimentador de un extraordinario tercio de rehiletes a este sexto que terminó facilitando la Puerta Grande.

Era el epílogo a una tarde torera importante frente a una novillada de muchos matices del ganadero portugués que por supuesto no dejó indiferente al tendido. No podía dejar indiferente porque en esa línea de nobleza que casi siempre sacaron a flote los novillos de Galeana también exigieron cosas a los toreros.

Y a todas esas exigencias respondió María del Mar Santos, torerísima frente a la clase del Murteira que abrió plaza al que le bordó el toreo al natural. Es ese tiempo donde la determinación de irse a por todo existe en todo ese universo que fueron protagonizando aquellos esos naturales con clase y poderío que sembraron en el tendido el ole apasionado del espectador. Faena de izquierdas. Por la diestra los dos o tres avisos que había enviado el utrero no habían calado definitivamente en la conciencia de la novillera y llegó ese duro revolcón que en nada menguó la decisión con la que hacer frente al áspero e incierto manso que tuvo el encierro de Murteira como cuarto de la tarde. Dispuesta y brava. La impresión de oficio y valor deja aún recuerdo intenso de su tarde.

Puso sin duda mucho más Gardel sobre el ruedo que el novillo que abrió su lote. De una labor donde le topó demasiado los engaños, Gardel enderezó la faena consiguiendo expresar por la diestra ese toreo elegante del que goza en su expresión. Una merecida oreja abría el camino hacia lo que ocurriese frente al quinto de la tarde donde caben esos mismo conceptos de elegancia, pero apurando un poquito más cruzado para exigir la embestida de una faena que admite por supuesto esos términos de limpieza, expresión y dominio de la situación que iba camino posiblemente de algún trofeo que el mal uso de la espada acabó llevándose para el limbo.

En esas mismas circunstancias del manejo a espadas, con Cerrato intentando abrochar la suerte con muleta o sin ella el novillero había logrado una oreja de mérito en el noble tercero de la tarde.

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