Cultura

Arte para salvar libros en llamas

  • María Jesús Casermeiro reflexiona sobre la destrucción de la cultura a partir de una experiencia real: el incendio de la biblioteca de Rafael de Cózar en su vivienda de Bormujos

¿Qué pinceladas deja en la memoria una biblioteca arrasada por las llamas? ¿Cómo llevar al lienzo el humo de los papeles quemados, las letras perdidas? ¿Quién puede representar el extraño olor de los libros encendidos? La artista María Jesús Casermeiro plantea estas cuestiones en su nueva exposición, Vanitas, que parte de una experiencia real: la contemplación de una gran biblioteca reducida a cenizas, en concreto, la que el poeta y profesor Rafael de Cózar (1951-2014) poseía en su casa del municipio sevillano de Bormujos.

De Cózar perdió la vida el 12 de diciembre de 2014 intentando salvar sus libros de las llamas. Cuando los bomberos accedieron a la segunda planta de la vivienda, lo encontraron inconsciente junto al extintor con el que había intentado sofocar el fuego. Casermeiro participó semanas después en las labores de ordenación y catalogación de los ejemplares rescatados: algo menos de la mitad de los 9.000 volúmenes que el escritor conservaba, muchos de ellos primeras ediciones de títulos esenciales de la poesía española de las últimas décadas, desde la posguerra hasta la actualidad.

"Nuestra labor era comprobar, uno a uno, el estado de conservación de los libros; ver qué daños habían sufrido tras el incendio. Además, debíamos confirmar si en su interior había dedicatorias, manuscritos, cartas… Lo hicimos durante semanas, en un ambiente sobrecogedor. La estancia estaba tal como la había dejado el fuego. Las estanterías estaban vacías de libros", asegura la artista, a quien la imagen le recordó al monumento a la quema de libros por los nazis el 10 de mayo de 1933 en la actual Bebelplatz de Berlín.

"Salí de allí con la certeza de que en algún momento representaría lo vivido, pero no sabía cuándo ni cómo. Y ocurrió. Fue al cabo de los meses cuando, pintando, salió, distraídamente, algo distinto a lo que pretendía. La pintura fluía con una intención que no era la de mi conciencia. Ése fue el inicio. A partir de ahí he trabajado con intensidad, emoción y constancia en el proyecto", añade Casermeiro, que ha realizado un buen número de exposiciones nacionales e internacionales.

El impacto de esta experiencia es el punto de partida de la exposición Vanitas, que recalará próximamente en la Casa de la Provincia tras su paso por el Centro Cultural Francisco Fernández del municipio jiennense de Torreblascopedro. "Puedo decir que he cambiado hasta mi modo de pintar, con un uso más directo de los materiales. Sentía que para expresar lo que quería necesitaba hacerlo de forma más impulsiva, más rápida, más violenta si se quiere", expone Casermeiro en su taller ubicado en el centro de Sevilla, que acumula gotas de pintura en el suelo como si se tratase de la sangre en un ring de boxeo tras el combate.

Así, en Vanitas tienen cabida objetos personales (las gafas, el reloj, la pipa, el cuaderno…) de Rafael de Cózar. Todos parecen piezas únicas, abandonadas a modo de supervivientes, en telas de gran formato donde predominan los colores negro y blanco, la plata y los dorados. En ellas no hay nada de impúdica observación; sólo un silencio extremo, casi sólido. No hay libros en las estanterías de la biblioteca. El vacío cuelga del interior de los armarios. "Desde que le comenté el proyecto a su mujer, Natalia Turrión, le interesó y me animó a continuarlo. Ella ha visto los cuadros y creo que está muy satisfecha con el resultado final".

A partir de aquí, María Jesús Casermeiro también reflexiona en Vanitas sobre la destrucción de los símbolos culturales ante el paso demoledor de la acción humana y de la naturaleza. "Es inevitable recordar los rollos de papiros carbonizados de la biblioteca de Calpurnio Pisón descubiertos entre las ruinas de su refinada villa en Herculano -expone-. Imposible no pensar en el fanatismo que lleva a la quema de libros y aniquilación de bibliotecas, como en Alejandría o en Berlín, e incluso en la reciente desaparición de una ciudad que representa el patrimonio cultural como Palmira".

Otro de los temas principales que articulan la nueva exposición de María Jesús Casermeiro es la fugacidad de los placeres y la caducidad de los bienes terrenales, en un intento de actualizar el gran tema barroco de las vanitas. Los elementos clásicos de estas composiciones (la calavera, la fruta, el reloj, la flor…) aparecen individualizados, como protagonistas únicos de las telas, mientras que no hay representación del ser humano. "Del hombre sólo está la huella de haber pasado", recalca la artista.

Sobre esta propuesta, Casermeiro destaca que "lo extraño sería no reconocerse en los que lo han sentido antes que nosotros, lo han vivido y lo han pintado, no poner la mirada en la plenitud de nuestro Siglo de Oro. Todo está magistralmente representado, lo sé. Pero no voy a dejar de hacerlo por ello. Prefiero pintar estas vanitas, porque creo que la mentalidad del Siglo de Oro está más cercana de lo que pensamos".

Con motivo de la exposición, se ha editado un catálogo que reúne poemas de Antonio Carvajal, José Juan Díaz Trillo y Manuel García, quien también participó en las labores de rescate de los libros de Rafael de Cózar. El autor de Poemas para perros o La sexta cuerda encontró entre ellos el ejemplar de su primer libro, Estelas (1995), que le dedicó a su profesor en las aulas de la Facultad de Filología.

María Jesús Casermeiro añade a su actividad pictórica el diseño y la maquetación de libros desde el sello Point de Lunettes, una pequeña editorial sevillana que ha reunido en unos pocos de años una más que notable colección de poesía. Entre sus últimos títulos destaca la reedición de Ojos de uva, el poemario de Rafael de Cózar que contenía, según él mismo confesó, algunos de sus mejores versos. En sus páginas, por cierto, puede leerse: "...Tengo las sombras de la memoria/ ardiendo entre los dedos".

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