Mi vida con Carlos Rey

Mi vida con Carlos Rey
José A. Mancheño Jiménez

14 de noviembre 2011 - 01:00

De niño era Carlitos Rey y vio la luz diciendo, aquí estoy yo, traedme un sonajero porque voy a dar guerra hasta que Dios me llame. Ya estás con Él, seguro, y nosotros, compadre, Jorge, Simón y yo, los que quedamos, guardaremos tu ausencia con la inmensa alegría de verte aparecer por el Pelayo celestial, tan elegante y digno, dispuesto a contagiarnos tu sonrisa con tantas aventuras, historietas y farsas, que no podremos olvidar, y que abrirán, seguro (van dos) cuando pidas la venia, el portón de San Pedro y los ángeles, repicarán a gloria. Amárrense las alas, llega don Carlos Rey.

En su balanza pesa el superávit con la militarísima caja de reclutas, única institución donde no existen créditos ni interés financiero y no esas otras, a las que hay que pagar a tocateja, bajo pena de excomunión y embargo.

Son muchos años juntos, miles de abrazos y guiños en el alma. Nunca podré olvidarte porque dentro de mí hay una parte de ti mismo. Eres la sal que sala, que sazona y alumbra el cansino artificio de tantos días lúgubres, apagados y grises.

Has sido lo que eres, no hay engaños ni trucos. En el camino de la vida, en todos los senderos, fuiste sembrando tu personalidad e imprimiste carácter a todo cuanto hiciste. Quien no te conociera se ha perdido en ese torbellino de lo inicuo, baldío y soporífero, y además, no ha palpado ese don que se otorga a algunos elegidos.

Desde las piedras de Bibrrambla aún llegan los quejíos de tantas noches paseando los libros de derecho. De aquellas calles que tenías que burlar, porque, como buen estudiante, no te llegaba el agua al cuello y el giro de papá se había esfumado en la primera esquina mientras que trajinabas a los acreedores.

Recuerdas cuando bailaste con aquella pepona y el novio se te vino de frente y en vez de engolliparte con su metro noventa, le hiciste el netolito y se hartó de reír. Cuando largabas tú tarjeta a una espabilailla y se quedaba lista con tus orígenes nobiliarios. Cuando de lateral derecho en el viejo Velódromo acuñaste la frase: hoy juega Carlos Rey, invulnerable por alto y por bajo, difícil de pasar. Cuando apostaste con Abásolo, delantero del Recre, que corrías más que él y te sacó cuarenta metros, desde la Plaza de las Monjas hasta el Punto o cuando lo retaste a comer chorizos al alcohol en el Nido y se tragó una docenita, mientras que los sudores enmudecían tu rostro. Cuando acogimos a un oficial francés, que andaba desnortado y sin un chavo, le pagamos comida y pensión, por humanitarismo, y luego resultó, según fuentes acreditadas de la mojarra en buti, que el tío pertenecía la OAS, y cogiste un cabreo monumental. Te acuerdas de Serrano cuando te vigilaba en Sindicatos y te escapabas por la azotea de la Diputación, mientras que el hombre se volvía loco, cerrando todas las salidas, mientras que te pimplabas el cervezón de mediodía. Cuando, aquel comandante de Marina te dijo que mandaba sobre cuanto flotaba y tu le contestaste que si también lo hacías sobre las boyas de las cisternas. Cuando, llegado el Viernes de Dolores (doce en punto de la noche) ibas de penitencia con los zapatos en la mano, junto al Kamuca, en aquella kafkiana procesión, presidida por, el Santísimo Cristo del Pelayo y Nuestra Madre y Señora de las Tres Kas con As, desde el dintel de la cafetería hasta Camisería Fidalgo, y don José, El Sereno, se quedaba traspuesto, cuando, señorialmente, invitaste al cobrador del frac a dar un garbeíto por el centro de Huela y a tomar un café en La Española, comprendiendo el fulano que no había na que hacé, o cuando se anunció por altavoz tu participación en los campeonatos de España, con un doble carpado y saltaste con la nariz tapada, haciendo la bomba. ¡Qué fenómeno!

Esta es la cara amable de ese gran personaje, irrepetible, que nos ha acompañado a lo largo y lo ancho de tantas peripecias y vaivenes, en donde siempre hallamos su parte más humana, más risueña y fantástica, aliviando las penas y tristezas, mostrándonos una filosofía carlista capaz de convertir la cara de alpargata en cara de payaso, descuartizando angustias y pesares. Eras la chispa intuitiva, propia y característica de quien siente correr la gracia por sus venas como un torrente milagroso.

Luego vendrían los gafes, las miserias del mundo y, quien te lo iba a decir, esa marea aciaga con el práctico a bordo bajo tu misma piel. Supiste torearla con la montera en mano, cargándole la suerte en la derecha y mirando a los ojos, cara a cara, la cruz que has soportado día a día, como un hermano afronta su Calvario. Como una penitencia, sin lamentos, abierta al corazón de los despojos, sin gritos ni lamentos. A veces cascarrabias, sí, pero siempre dispuesto a ese gesto cercano y displicente con que aceptastes el reto de la parca.

Hoy rezaré contigo y haremos, como siempre, la partida de póker sobre el verde tapete de un firmamento nuevo, y Toni no será, por esta vez, el Fort Nox de la mesa, lo prometo. Esta vez pierdo yo, tus hijos, tu familia y amigos y, pierde Huelva. No se puede fundir otro molde con un perfil tan claro y definido. Carlos Rey, sólo hay uno, y en ese uno, cabe lo impredecible y sugestivo.

Ya sabes que esto no acaba aquí, que nos espera la gran tertulia de la promesa eterna para darle palique a las divinidades, querubines, potestades, serafines y tronos, por supuesto, unos buques a quiénes le currarás la pasta y luego, cortésmente, convidarás a un Rivera del Duero. A comer y beber, exquisiteces, no hay quien te gane.

Por cierto, de nuestras discusiones teológicas sobre el dudoso sexo de los ángeles espero que averigües la verdad y que me des noticias. Paulino, como yo, cree que en esta vida nada acaba, sino que se transforma (San Pablo). Blaugrana hasta los tuétanos, currista en el albero y recreativista, defensor de los cantes valientes del Alosno y rociero. ¡Qué más se puede ser!

En cuanto veas a Adolfo le soplas que, en estas Navidades, haremos una extra de naipes con almuerzo incluido y brindis colectivo por la sangre que dé vuestra dinastía. Dile también que a veces llevo vueltos los puños de la camisa. Seguro que lo entiende. (Van tres).

De tus cenizas y siguiendo el legado testamentario, no te preocupes. Se esparcirán como has mandado en los antedespachos de los vampíricos y malajes, directores de bancos, que tantos malos tragos te hicieron pasar.

Me puso sobre alerta la herencia que vas a recibir, seguro, (van cuatro) avalada por Dios y suscrita, por voz del oficiante, ante los asistentes al funeral. Ten cuidado. Mira que te conozco.

No tengo nada más que decirte, si acaso recordarte que un día, no lejano, estaremos riéndonos de los acongojados rostros, con que la muerte sigue amedrentandonos. Para un creyente y legionario, inquieto en el espíritu y presto al desafio, la muerte, no es el final. En la seguridad de la promesa(van cinco y última), seguiremos cantando junto a ellos: Tú le has devuelto a la vida.Tú le has mostrado la luz. Siempre estarás conmigo, Carlos.

4 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último