El testimonio de un paciente de Huelva con VIH: "Te sientes juzgado"
Martín fue diagnosticado de la enfermedad hace más de diez años. Asegura gozar de una buena calidad de vida con tratamiento, pero no ha sido capaz de contarlo a más de cuatro personas
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"Se me derrumbó el mundo porque pensaba que era algo que no podía pasar". Son las primeras palabras de Martín, nombre ficticio de un hombre de Huelva infectado por VIH y que relata su historia en Huelva Información, cuando se le pregunta por aquel 2012, año en el que fue diagnosticado. Convive con el virus desde hace más de una década y asegura tener una gran calidad de vida con el único tratamiento de una inyección que recibe cada dos meses.
La falta de información y formación sobre la enfermedad redunda en miedo, y esta fue la primera reacción que tuvo Martín cuando le comunicaron que padecía VIH. "Lo primero que pensé es que me iba a morir", recuerda, al tiempo que manifiesta que se le abrieron dos problemas, el de la enfermedad y el referido al sesgo social. "No quieres contarlo porque te sientes juzgado" y, de hecho, once años después, solo lo saben una pocas personas de su círculo más íntimo: su pareja (a la primera que se lo contó, sus padres y un amigo de la pareja). Es tal el estigma que tiene aún la enfermedad que Martín no se ha visto capaz de explicar su enfermedad a más de cuatro personas.
Martín recuerda que comenzó a encontrarse mal y se le recomendó una prueba de la enfermedad. Positivo y, a continuación, el mundo se le cae encima. No obstante, fueron los médicos los que, gracias a normalizar el VIH, contribuyeron a que los ánimo de Martín remontasen. "Escuchar que del VIH no te mueres y que hay un tratamiento te relaja", expone. No obstante, tales palabras no impedían que este onubense tuviese un sentimiento interno de sentirse juzgado, pues "todo gesto que pudiera ver me lo llevaba a lo negativo".
El seguimiento tan directo de la enfermedad que tuvo en los primeros momentos le ayudó a "aceptar la situación y dejar ese mido que tenía de contagiar, pues pensaba que podía hacerlo tocando a la persona o, incluso, bebiendo de un mismo vaso". El efectivo tratamiento estabilizó la enfermedad y eliminó cualquier tipo de síntomas y, por ello, a día de hoy Martín tiene una buena calidad de vida.
Martín tejió además un lazo invisible de conexión con otros pacientes porque "yo no tuve a nadie con VIH que me ayudase cuando pasé ese miedo por la enfermedad". Participó en un ensayo clínico en Huelva y propuso que, si en algún momento había algún paciente nuevo, el se ofrecía para tomar un café y conversar con esta persona. Un gesto de ayuda que se convirtió en mutuo, "pues estas charlas me han servido más a mí, incluso".
El problema del VIH, más allá de la mella que hace en el organismo tras un diagnóstico tardío, reside en el estigma en la sociedad. "Tenemos miedo de contarlo porque sentimos que se nos va a tachar de personas que hemos hecho mal las cosas y la realidad es que lo puede contraer cualquier", resume.
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