Una tarde-noche en Urgencias
lLos pacientes saturan el servicio en el que se llega a esperar hasta cinco horas y la estancia en casos normales superan las nueve
Los profesionales sanitarios hablan de falta de personal
Alas dos horas, al paciente de Urgencias en el Juan Ramón Jiménez le da por ver si es verdad que corre tanto el reloj y la lista de esperas nada. Mira la hora de entrada en el parking y, qué mal rollo, la publicidad de un tanatorio y crematorio... nada de anunciar un café o un refresco. Lo que sí se aplaude es al Ayuntamiento de Huelva, que ha puesto el uso del aparcamiento por solo 0,80 euros.
El tiempo pasa y después de cuatro horas, quién mantiene una sala en silencio. No hay móvil ni Facebook que entretenga, ya se mandaron todos los whatsapps a la familia. Un joven aprovecha el enchufe (el de la pared) para cargar su móvil. No hay nada que ver: están apagadas las pantallas que hace unos años pusieron en las salas que aburrían con las comidas saludables; ahora, que lo más triste era cuando se tenía el estómago vacío e insistían con los platos bien hechos.
Pasó la hora de la merienda y el estómago se acuerda, además, de que tampoco hubo almuerzo y se acude al clásico paquete de patatas. A un señor mayor se le van los ojos detrás y es que, como dice, tiene "más hambre que un quinto". Aquí deberían dar un picnic pasado un límite de horas; ocurre que es como volar en línea aérea de bajo coste, y esas cosas no se estilan. Menos mal que los bancos son amplios.
Cada vez se altera más la sala y el sonido sube. Un paciente lo recrimina; no le echan cuenta. Pasado un buen rato ocurre lo mismo y el chillido con el que reclama silencio llega hasta los de seguridad. Acuden a la sala y, después de reconocer que los que están llevan muchas horas esperando, ruegan silencio.
A algunos les entran ganas de hacer fotos, pero a la entrada, cuando se encuentra en la larga cola para acceder a clasificación, lo advierte un cartelito: nada de vídeos ni fotos, por respeto a la intimidad y derechos del paciente. Advierte de quien vea a alguien haciendo fotos que lo denuncie; vamos, que quieren a paciente y acompañante de policías en este aburrimiento. No invita a denunciar cómo está el sistema de Urgencias.
Acaba de llegar un nuevo paciente y en llamada telefónica dice a la familia que no le esperen ni para cenar ni levantados: "Aquí hay tela de gente...", lamenta.
Se está pendiente de los altavoces para la entrada en consulta y a veces no se escucha nada. Por la cristalera, en la que durante la tarde dio todo el sol de justicia, se echó la noche.
Cuando la paciencia se aburre, lo único que queda es preguntar a la persona de enlace (polo rojo). Después de dos horas, al enfermo le dicen que le quedan siete por delante. Sigue contando y se aburre superada esa cifra en el seguimiento de llamadas por los altavoces.
Los pacientes continúan entrando en Urgencias y la cola de clasificación es la primera larga espera y, además, de pie. Recuerda como si se estuviera en el súper, pero la diferencia es que allí abren otra caja; aquí, la segunda sala de clasificación permanece cerrada.
Ahora llegan algunos enfermos en camillas que no pasan directamente a consulta, así que a esperar en medio de la sala. Al igual que los carritos, pues sólo está preparada para la espera en asientos. Hay para quienes la estancia se hace más larga por los dolores que sufren, y el reloj es lo único que sigue moviéndose. Son muchos los pacientes que continúan en las salas de espera.
Aquí no hay ni una fuente de agua para refrescarse en pleno agosto. Están muy bien las máquinas de refresco, pero una fuente pública no queda mal.
Ahora recuerda lo primero que el paciente se encuentra en la sala de clasificación: una pegatina verde al dorso de la pantalla del ordenador. Lo advertía: "En Urgencias falta personal". En la pared, un cartel muy claro: "Nada justifica una agresión".
Cuando pasan cuatro horas y media, aún al paciente le dicen que le quedan cuatro por delante. No sabe cómo cuenta el del polo rojo, esta vez no se levantó de la mesa ni le preguntó el nombre. De vuelta al asiento, el acompañante de otro paciente se levanta decidido y a la pregunta de su familiar de "¿a dónde vas?", la respuesta es: "A donde se ponen las reclamaciones. Hay que quitarse los complejos y nos tratarán mejor". No consigue nada, solo le piden paciencia. Nadie explica muy bien dónde está el libro de reclamaciones.
En la sala, todos hacen el esfuerzo de estar lo más educadamente, como se pide en los carteles de clasificación. Lo que parece que en el SAS no sirven de nada son las estadísticas, aunque no se sabe si existen. Sería conveniente que alguien viese las listas de pacientes, las horas de espera y, por supuesto, los ritmos de trabajo de todo el personal que está dando la cara. Desde el de admisión, el de seguridad, el del polo rojo, los celadores, enfermeros y equipo médico; la profesionalidad no falla y de eso todos los que esperan están de acuerdo.
Ocurre que mientras el sistema de Urgencias no funcione, la sanidad en Andalucía no funcionará. Una cosa es el servicio y otra el sistema de Urgencias. En los primeros están los profesionales, a los que todos aplauden; en los segundos, los políticos, a los que se les exigen respuestas e inviersión donde en verdad lo necesita la ciudadanía, que al final es su mejor propaganda.
Se cumple el tiempo estimado y a las cinco horas se pasa a consulta. El trato siempre es profesional y dentro el ritmo es de trabajo. Ahora, a esperar que todo vaya bien, que no se tenga que ir a la sala de sillones o a la de cuidados mínimos, sin olvidar la espera de una cama en planta.
De vuelta a la sala de espera, no hay quien aguante más sentado; esto cansa. Es necesario hacer aquí más llevadera la estancia. Habrá que pensar en fuentes de agua, en más enchufes para los móviles que se quedan sin batería, habría que explicar al paciente cómo funciona el servicio de Urgencias.
Darle una hoja de satisfacción a la entrada, para que la rellenen y la depositen en el buzón blanco que casi ni se ve donde está colocado con el letrero en pequeñito de "Encuesta de satisfacción del usuario" ¿Pero quién da esa encuesta? Sería muy interesante conocer lo que se piensa del sistema. Así, viendo lo que pasa, se conocerá mejor las causas para hacer realidad el lema que hay en uno de los carteles de la entrada: "Tu salud nos ilusiona y tu confianza nos mueve".
Hay tiempo para solidarizarse con los que están al lado, los que llegan, los que esperan, los que están peor.
Adentrados en la madrugada, en la sala, la sensación que tiene el paciente es la de haberse quedado colgado en algún aeropuerto y empieza a dar cabezadas. Hay quienes piden una sábana para abrigarse. Queda menos gente; no está ni la persona de enlace, que se marcha a las doce, como si no quedaran pacientes a los que atender.
Después de más de nueve horas, el enfermo consigue volver a casa y desea que a todos con los que vivió esa tarde, noche, madrugada, les sea leve.
Es cuando se pasa de poner una reclamación después de todo lo sufrido, pero no olvida el tiempo que ha echado y lo que le cuesta al ciudadano la Sanidad.
El deseo es de no volver en mucho tiempo. Para entonces, más paciencia, móvil cargado, un libro, una libreta y a esperar que las pantallas de televisión funcionen con algo entretenido y que al menos haya fuentes de agua fresca.
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