Esa sutil frontera de la emoción

Gesto de rabia en 'El Juli' que veía venirse arriba una faena grande en la plaza onubense. El madrileño triunfo con rotundidad ante este cuarto toro, el mejor del encierro de Cuvillo.
Gesto de rabia en 'El Juli' que veía venirse arriba una faena grande en la plaza onubense. El madrileño triunfo con rotundidad ante este cuarto toro, el mejor del encierro de Cuvillo.
Paco Guerrero / Huelva

04 de agosto 2008 - 01:00

Tienen las tardes de toros una línea muy sutil donde se cimentan los triunfos más rotundos o el aburrimiento más espantoso. Esa sutil línea, inapreciable casi siempre, la sustenta un día la emoción de un toro fiero, poderoso o incluso peligroso. Otras, las alimenta el simple detalle de un torero que siente lo que quiere explicar, y lo explica sin abusar, sin pretender un mando que no tiene sentido porque no hay demasiado enemigo o simplemente porque salta ese resorte que llevan dentro los que se visten de luces cuando deciden que esa tarde no vale solo con la profesionalidad y echan por delante generosamente el corazón de torero. Es algo así como lo que separa al estudiante que va solo a aprobar y el que busca con ahínco el reconocimiento académico. Los dos cumplen, pero el segundo además, ama lo que hace.

En la tarde de ayer hay tres faenas que se pierden demasiado en el academicismo. Son lícitas porque aprobaron con ellas: Juli, en su primero; Perera, en el segundo y Talavante - con menos nota-, en el sexto. Hay y otras tres de matrícula. En ellas sobresale con el buen toro tercero un Talavante que le pegó un pellizco de emoción a su toreo dejando la muleta correr al son de la excelente clase y nobleza del de Cuvillo, invitándole a pensar que podía ganar la pelea. Que podía ser vencedor de un duelo aún a fuerza de embestir con el morro por el suelo y dejarse en el empeño la nobleza que tenía. No hubo duelo sino compás. Compás de acompasar el temple natural del animal con el fino trazo de un muletazo elegante y largo, ya fuera por el izquierdo o por el diestro, que ambos pitones blandieron nobleza. Rotundo el remate con la espada que llegaba después del academicismo de las dos primeras faenas hasta las cotas donde los aplausos oficialistas del respeto al toreo dejaron oír ya los primeros oles de verdad. Los olés que después de la tercera serie habían levantado de sus asientos a los que aplaudían

Deja la faena del cuarto otra sensación ante uno de los toros de más poder de la corrida, cuidado en extremo en el caballo. Con este toro rompió Juli una racha poco afortunada en esta Huelva.

Lo hizo el madrileño con un gran toro de Cuvillo que galopaba incansable tras la muleta. Apareció el maestro en esa primera serie donde en un palmo de terreno largó muleta con mando 'El Juli'. Largos los muletazos y templados, muy templados todos los detalles de una lidia que sabe a a grandeza profesional.

Cediendo espacio, no ahogando, permitiendo al toro creer en la comodidad del viaje. Interpretando el riesgo en un escenario donde todo parecía posible. Un gran Juli, para un gran toro, al que no iba a dejar escapar esta vez y viajó con ansias tras la espada para consumar una gran faena llena de academicismo pero rotunda de certera e indiscutible emoción.

Notable en valor y toreo el Perera del quinto de la tarde. Un toro rajado y deslucido que vía mansedumbre iba llevando a pique una faena donde la voltereta delimitó el espacio de la misma. Fue esa línea entre el abusar o el ponerse de veras. Entre el dar sitio o quitarlo. Perera abrió la llave del valor. Pero también la del temple. Y apenas unos milímetros de terreno volvió a explicar que venía a sacar nota. Volvió a hacerlo en la siguiente serie, y en otra, y en la de mas allá. Y hasta en el pellizco de unos remates que limaron a la faena la aspereza de esa voltereta.

En el sexto, Talavante volvió a empeñarse en sólo aprobar ... y aburrió... también el toro.

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