Bajo la sombra de la jacaranda

La remodelación del parque de la Esperanza para convertirlo en aparcamiento llevará consigo cambios que afectarán a elementos característicos y emblemáticos de la ciudad

Bajo la sombra de la jacaranda
Bajo la sombra de la jacaranda
Eduardo J. Sugrañes / Huelva

06 de mayo 2009 - 01:00

No, no busquéis ahora el remanso de su sombra. Todavía la jacaranda deja filtrar entre su ramaje desnudo los rayos de sol que en este tiempo nos calienta. La jacaranda es tan nuestra y tan peculiarmente suya que ahora se muestra como si estuviera en otoño, no ha querido en ningún momento dejar de estar conectada a sus orígenes y aquí, en estos días, nos ofrece ese ciclo vital suyo en el que se desnuda cual otoño en primavera.

El parque de la Esperanza se ha convertido como en tantos otros lugares de la ciudad en un espacio sin orden, pero además en el mismo corazón de la ciudad. Lejos queda cuando servía de paso entre la zona baja y alta, por aquellas interminables escalerillas, que tenía ese trajín de gente. Ahora no hay quien pase, la inseguridad es terrible y la selva de arbustos incontrolados lo hace intransitable. No hay ya niños que corran en tardes soleadas junto a sus madres, ni aquellos otros que se balanceen en los columpios y toboganes, ni aquella juventud de parejitas en las terrazas de su ladera, ni quienes jugaban a chicharito la jaba agarrados a la jacaranda centenaria, ni quienes descansen en los viejos bancos de hierro forjado. Sólo ha quedado como reducto de los que echan a sus perros a que correteen por allí, a que ensucien los maltratados jardines y a que espante a todo ser viviente que quiera pasear por este parque. Los que cerraban las puertas para que no se escapen sus perros, también echaron para siempre, sin saberlo, las llaves del parque.

Ahora dicen que lo quieren convertir en un aparcamiento, que lo cortarán como un trozo de tarta, como ya se hizo en el antiguo cabezo de la clínica de los ingleses. Este es el final al que la ciudad lo ha dejado llevar, después de convertirlo en un lugar inhóspito; mientras en un tiempo había quien se quejaba del estado del parque nadie miraba hacia aquí, en otra época se dejó languidecer construyendo enfrente el parque Alonso Sánchez. Hoy sólo podrán ladrar los perros que dejaran de tener este césped porque nadie iba ya por él, por lo mal y sucio que lo ha tenido el Ayuntamiento, para quien esta será la mejor solución. Un parking con azotea convertida en terraza-parque.

Ahora, tristemente, habrá que esperar a que se inicie la transformación de este espacio, que por otra parte no se llevará por delante todo este cabezo, aunque sí una buena parte del parque, quedará la terraza alta y parte de la baja, en la zona que da a la Vía Paisajista. La principal afectada será la propia jacaranda centenaria que ha marcado este espacio a muchas generaciones. Es la que ha vestido y volverá a hacerlo pronto de lila todo el parque, y entonces será difícil que no se confunda con el azul intenso de un buen día descansando en sus bancos. La jacaranda, a pesar de sus peculiaridades, de ser un árbol subtropical oriundo de Sudamérica, es un árbol muy nuestro, tanto como el naranjo, quien piensa cuando el aire trae aromas de Semana Santa envueltos en el olor al azahar que en la naranjo es de China. Pues sí, la jacaranda también es de Huelva y se podría decir que como las Tres Carabelas, en ese camino de ida y vuelta cubriendo el cielo de este parque con un toque exótico tan especial. La jacaranda es tan de Huelva como la palmera en Quintero Báez o el algarrobo de la rotonda del monumento a Juan Ramón Jiménez. Dicen que sí, que la van a trasplantar, que es para ellos más fácil cambiarla de sitio que cambiar el aparcamiento de terraza. Se ha buscado la mejor técnica y esperemos que funcione, porque esto no es cambiar de tiesto un geranio, fíjense quitaron el seto del monumento a Manuel González y se ha secado en los arriates a los que los trasplantaron en la plaza de San Pedro.

Cuando remuevan el parque, las entrañas de su cabezo, moverán también la vida que quedó varada en el Plioceno. Volverán a salir los fósiles como cuando la lluvia dejaba ir la tierra en la correntía por las calles de la ciudad. Pero habrá que estar atentos a un minucioso seguimiento, porque es lugar propicio para encontrar alguna ballena fósil como en otros cabezos de la ciudad.

Habrá que esperar que la piqueta, piqueta al fin y al cabo, no se lleve por delante lo que queda aquí de historia, historia en la media docena de bancos de hierro forjado de 'Morrison' de la antigua plaza de las Monjas, que llegaron en otra triste remodelación de lugar tan entrañable y tan maltratado. Aquí vinieron como el 'kiosco de Manué', que hoy lo regenta Juan Carlos. Están aquí también los seis sillares romanos que Adepah recuperó del vertedero cuando nadie ponía en valor el patrimonio arqueológico de Huelva, procedente del solar de la antigua Cámara de la Propiedad en la plaza de San Pedro.

Habrá que esperar que no se lleven del parque lo que aún le queda de memoria de esta ciudad.

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