Los tesoros que esconde el Colegio de Farmacéuticos de Huelva
Huelva/El Colegio de Farmacéuticos de Huelva dista de ser una sede al uso. Un museo se aloja en la denominada 'Casa del Diablo', edificio de la calle Palos de la capital onubense donde se asienta la corporación. El mismo custodia una colección, de incalculable valor, compuesta por documentos de boticarios de la provincia, medicamentos e instrumentos empleados en las farmacias de comienzos del siglo pasado.
La Casa del Diablo
El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Huelva se asienta, desde 1969, sobre los restos de un antiguo caserón al que llamaban La Casa del Diablo. El mismo, que data del siglo XVIII, se sitúa en la calle Palos de la capital, cerca de la Plaza Quintero Báez, uno de los lugares más transitados de la ciudad.
Sobre este enigmático emplazamiento figuran dos teorías que tratan de dar una explicación a este terrorífico nombre. La tradición popular marca que, desde que se restauró tras el terremoto de 1755, se le pusieron, como adornos barrocos a ambos lados de la fachada y enfrentadas entre sí, unas deformes y siniestras caras que bien podrían recordar al mismísimo demonio.
Tal era el convencimiento en aquella época de que ambas caras respondían al rostro del diablo, que los onubenses, al pasar por delante de la casa, se santiguaban para evitar la mala suerte y la mirada de estos dos personajes.
No hay ningún estudio que responda al motivo de la colocación de estas caras, pues, mientras unos consideran que son simples adornos de la casa de un rico comerciante, otros sostienen que el caserón era en realidad un hospital en épocas de pandemia. De este modo, las figuras podrían ser una especie de señal de advertencia del peligro de contagio en su interior.
La teoría que maneja la fantasía popular va más allá. La leyenda dice que esta casa estaba habitada por un sastre que hizo un pacto con el diablo comprometiéndose a confeccionarle una capa. El sastre fallecería sin cumplir la promesa y, una vez muerto, fue obligado a coser la capa para el demonio. Fue su pena y los sonidos que emitía la máquina de coser traspasaban los muros de su vivienda.
La Sala de los Presidentes
Uno de los espacios de mayor importancia del Colegio es la sala donde figuran cuadros con los rostros de todos los presidentes de la corporación a lo largo de los más de 100 años de existencia. Está custodiada por el Cristo de la Hermandad de la Buena Muerte, objeto de una donación a Francisco Vázquez, presidente del Colegio entre 1956 y 1981. Tal y como explica la secretaria técnica y responsable de patrimonio, Remedios Bocanegra, "se hizo constar en un documento que, si en algún momento el Colegio no quería tener al Cristo en sus estancias principales, debía ser devuelto a la cofradía".
Justo al salir de la misma, el visitante se topa con dos nuevos tesoros, una máquina de escribir con la que se realizó la facturación de recetas de farmacia entre los años 40 y los 70, y un título encontrado por una vecina de Rociana del Condado en su desván. El mismo, firmando por Fernando VII, era de Andrés José Ruiz, "de 31 años, de buena estatura, una roseta encarnada al final del ojo izquierdo y un lunar en lo alto del carrillo izquierdo", según reza en la curiosa descripción. "El mismo, de la Universidad de Sevilla, prueba además que la misma fue anterior a la de Granada", sostiene Bocanegra.
Biblioteca Francisco Vázquez
Las bodas de Oro del Colegio de Farmacéuticos se celebraron en 1969, año en el que quedó inaugurada la sede colegial. Francisco Vázquez, en aquel momento presidente, recogía el testigo de su padre, Antonio Vázquez, fundador. El histórico presidente legó sus títulos, diplomas, libros, albarelos, medallas conmemorativas, porcelanas y demás enseres que le acompañaron durante su trayectoria profesional. A ellos se unía una importante colección de libros guardados en la biblioteca que hoy lleva su nombre.
Esta habitación contempla también tarros que alojaban productos químicos, medicamentos y productos de municipios como Almonte, La Palma o Niebla, o fotografías de lugares históricos como el laboratorio farmacéutico de Isabelo Muñoz en Rociana, donde se creaban medicamentos con sus patentes, véase bicarbonatos, inyectables o caramelos para la garganta, entre muchos otros.
La Sala de las Carabelas
La Junta de Gobierno celebrada en 1982, a propuesta de su presidente, Rafael Díaz Mantis, aprobó la creación de la Carabela la Pinta, un distintivo honorífico baluarte del Colegio. El mismo reconoce anualmente a personalidades "por actos o acciones relacionadas con la salud o la farmacia", expone Remedios Bocanegra. S. M. la Reina Sofía, en 1983, fue la primera persona en recibir este emblema que, en su interior, encierra un significado de avance y progreso. Obtuvo la distinción por su vinculación en la temática de la Sanidad Ambiental, así como por lograr un mayor acercamiento entre España e Iberoamérica.
Periodistas, presidentes del gobierno, farmacéuticos, científicos o el ex alcalde de Huelva, Pedro Rodríguez, han recogido la Carabela la Pinta.
Inmaculada Concepción
La Inmaculada Concepción, como patrona de los farmacéuticos, también cuenta con un lugar especial dentro del colegio, concretamente en uno de los pasillos entre salas. Sobre ella, pronunciaban su juramento los farmacéuticos desde el reinado de Isabel II. Portaban unos guantes blancos en señal de pureza por los medicamentos que iban a elaborar y recibían un alianza como símbolo del compromiso con la ciencia.
Farmacia de las huerfanitas de Alájar
El Centro de Huelva alberga en sus transitadas calles varias farmacias, pero esconde una con una particular historia, que data de la primera mitad del siglo pasada. El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Huelva guarda en su sede en la calle Palos, la denominada botica de las huerfanitas de Alájar.
La corporación estableció en sus presupuestos anuales antes de la mitad del siglo XX una partida presupuestaria que, bajo el nombre Donativos a Huérfanos y Viudas, se dedicaba a sufragar, mediante un pago anual, las necesidades de aquellos huérfanos de farmacéuticos fallecidos, cuya situación "era especialmente delicada".
Esta ayuda la recibieron las huérfanas de Sancho Pérez Caballero, farmacéutico de la farmacia de Alájar, Rosario, Mercedes y Josefa, tras la muerte de su padre en 1949, manteniéndose dicha ayuda hasta 1993, fecha en la que murió la última de las hermanas. Tal fue su agradecimiento por ello, que en 1985, las hijas de Sancho Pérez donaron al colegio las estanterías de la farmacia, los libros de Recetario y el Título de farmacéutico de su difunto padre.
En 1942 quedó constituido el Patronato de Farmacéuticos, como ente de previsión para los huérfanos de farmacéuticos en una etapa en la que España acababa de salir de una guerra civil. Así se creó el Sello de Huérfanos y la posible prestación se tradujo en ayudas para huérfanos y viudas de farmacéuticos.
A la misma se le han añadido otros objetos de gran valor, como dos ánforas de colores. También conocidas como "globos", se utilizaban en el siglo XIX para identificar los establecimientos autorizados para crear medicamentos con productos químicos, pues "había mucho intrusismo profesional con los drogueros, que hacían una competencia desleal", explica Remedios Bocanegra a este diario. El color de las ánforas se tornaba rojo cuando había una epidemia en la localidad y cuando esta estaba limpia de gripe, cólera o cualquier otra enfermedad, el color se hacía verde. De hecho, aún hay farmacias en España que cuentan con estos globos en sus escaparates para destacar su antigüedad.
A su izquierda se sitúa un peso de comienzos del siglo XX, donado desde Bollullos Par del Condado. Sigue el mismo procedimiento que una báscula actual. A cambio de una moneda conoces tu peso.
Por último, una de las figuras más llamativas es el caimán que dormita en el suelo. Es un símbolo de las farmacias que almacenaban medicamentos exóticos, lo que les daba un salto de calidad. Una farmacia con un caimán colgado del techo albergaba todo un arsenal de productos extraños. Es el caimán el animal de las farmacias y no otro porque del mismo se aprovechaba todo, "cuerpo, dientes, escamas, sangre...", narra Bocanegra.
Sala de las Banderas
El Colegio Oficial de Farmacéuticos de Huelva fue pionero en la organización de la Academia Iberoamericana de Farmacia, fundada en 1982. Ese mismo año, y con motivo del IX Congreso Paramericano de Farmacia y Bioquímica (Perú), el entonces presidente del Colegio, Rafael Díaz Mantis, acude para presentar el proyecto. Aprovechando el viaje, la Carabela la Pinta fue otorgada al presidente de la República y al Ministro de Sanidad de Perú. Fue así como comenzó un periplo de distinciones a los presidentes y embajadores de países tales como Honduras, El Salvador, Costa Rica o Uruguay.
Fueron, precisamente, esos países los que nutrieron la Sala de las Banderas. La misma estará representada por banderas de diferentes países y por tarros de tierra donados por estas nacionales. Para depositar la tierra se encargó la realización de unos cofres de madera, réplicas exactas de los existentes en el Monasterio de La Rábida.
Nuevas vitrinas
El tesoro del Colegio de Farmacéuticos onubense termina con una moderna sala con varios estantes repletos de instrumentos históricos, como mecheros, balanzas o fotografías de boticas antiguas de Huelva. Todo ello nutre el legado que poco a poco dejan unos profesionales cuyo ADN es tender la mano al ciudadano.
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