Psicología y Salud: Ayudar en exceso a los demás no siempre es bueno
Cada uno debe aprender de sus experiencias y errores
Psicología y Salud: El diálogo interno

El querer estar continuamente ayudando a los demás a veces puede ser un problema, ya que hay veces que las personas a las que se quiere ayudar no quieren ser ayudadas. Es verdad que estamos educados en que hay que ayudar a los demás y hacer todo lo posible por los demás, pero a veces este exceso de ayuda lo que hace es que terminemos mal a nivel emocional.
Se sabe que no se puede ayudar a quien no quiere ayuda. Lo primero que tiene que querer una persona es ser ayudada, pero si esa persona no lo ve o no ve un problema donde los demás ven, o lo ve pero no quiere solucionarlo, no hay nada que hacer.
Esto pasa mucho en la consulta cuando acuden familiares que quieren que vaya a consulta su pareja, que vaya un hermano, un amigo, un hijo... pero si una persona no está en predisposición de ser ayudada, no va a hacer nada por estar mejor. Es más, muchas veces esa persona lo va a ver como una invasión a su vida, su territorio, incluso se molestará y enfadará porque se entromezcan en sus cosas personales. Hay que ser muy conscientes de que, hay veces, que esa ayuda tiene que tener unos límites. Como dice la frase nunca se aprende en cabeza ajena, es decir, por mucho que aconsejemos o estemos explicando que sería lo mejor, según nuestro criterio, el otro tiene que aprender por sí mismo.
Hay casos en los que esa persona no se deja ayudar porque todavía no quiere ser consciente de la situación que está viviendo y necesita un poco más de tiempo para poder procesar emocionalmente lo que sucede. Hay pacientes que llegan a consulta y dicen: “yo tenía que haber venido antes” y les contesto que “uno viene cuando está preparado, ni antes ni después”. Eso ocurre cuando queremos ayudar a alguien que todavía no está en su momento de ver las cosas y, además, puede que se pongan incluso un poco agresivos o enfadados y se distancien de uno si sienten que le quieren organizar su vida.
Lo que uno puede hacer por sí mismo, es mejor dejarlo hacer, que no hacérselo otros. Ya que si solucionamos cosas que están en su proyecto de vida de aprendizaje, se les priva de un crecimiento personal para ser capaces de desenvolverse y solucionar situaciones que puedan volver a pasar. Es cierto, también, que la persona que tiende a ayudar a los demás en exceso, se siente superior a los demás, ya que piensa que los otros no van a ser capaz de superar sus problemas solos y los ve como inferiores o menos inteligentes.
Ayudar a los demás está bien, pero siempre de una manera que sea más selectiva y no de una manera indiscriminada. El que suele ayudar en exceso es porque tiene una carencia afectiva detrás de la infancia y busca ese amor o esa atención a través de la ayuda hacia los otros, pero no lo hace desde un estado de plenitud, de abundancia de amor, lo hace desde la escasez. Por eso cuando esa persona no recibe valoración o no recibe el mismo favor se siente frustrada, en el fondo no lo hacía desde el amor sino desde el sacrificio.
Para que la ayuda sea sana y recomendable hacia otros lo primero y esencial es que esa persona pida ayuda y no hacerlo de una manera reactiva sin que lo hayan pedido y si la piden también hay que tomar tu tiempo, es decir, pensar si se puede hacer lo que se está pidiendo. Puedes ofrecerte diciendo que estás ahí si te necesita, pero dándote un espacio y realmente cuando surja la ocasión que te pidan un favor evaluar, si eso no te perjudica, aunque estés ayudando a otro.
Hay que asumir que cada uno debe aprender de sus experiencias y errores, hay que dejar de sobreproteger a las personas, ya sean familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. Debemos dejar que cada uno desarrolle sus aprendizajes porque podemos no dejar que la otra persona crezca; hay que dejar de creer que la forma que nosotros pensamos como tienen que ser las cosas y como tienen los otros que solucionar sus problemas es la correcta. No presionar al otro, ya que lo que se puede conseguir es que se encierre en sí mismo y se aleje.
Hay que enterarse bien del problema que tiene la persona a solucionar, ya que puede ser que la ayuda que se le ofreczca no sea la acertada. Es cierto que la empatía es muchas veces la mejor ayuda, el hecho de escuchar y acompañar tiene mucho poder curativo y de ayuda.
El poner límites también es necesario, a veces al querer ayudar a alguien que se encuentra en un pozo puede ser que nos arrastre al pozo. Por eso muchas veces es mejor aconsejar un profesional que no está implicado emocionalmente y que va a saber cómo ayudarlo. “Cuando ayudas mucho a una persona, la debilitas”, dice Bert Hellinger.
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