Seis onubenses víctimas del horror

terrorismo

En los años de plomo en el País Vasco seis agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil de la provincia de Huelva fueron asesinados mientras cumplían con su deber

Miguel Garrido.
Óscar Lezameta

Huelva, 10 de abril 2017 - 02:03

La entrega de las armas por parte de la banda terrorista ETA escenificó este fin de semana su anunciado final ante una sociedad que les volvió la espalda y a la que han hecho pagar un precio insoportablemente alto. Amenazas, extorsiones y el asesinato de cientos de inocentes quedan en el debe de una banda terrorista que, estertores al margen, tiene una fecha de caducidad. Se llamaban José Miguel Maestre, Moisés Cordero, Miguel Garrido, José Fragoso, Manuel Sánchez y José Manuel Cruz. Son los seis onubenses asesinados por ETA a lo largo de su macabra historia, desde el mes de mayo de 1979, hasta abril de 1991, en la etapa más sangrienta de la banda terrorista, los denominados años de plomo. Eran agentes de la Policía y de la Guardia Civil que acudieron al País Vasco a algo tan humano como intentar sacar a sus familias adelante. No les permitieron hacerlo.

José Miguel Maestre, de Aroche, fue asesinado el 2 de mayo de 1979 cuando acudía junto a un compañero a recoger la correspondencia en la oficina de Correos de Villafranca de Ordicia. Dos etarras salieron al paso de su vehículo y les dispararon con sendas metralletas de frente y desde un costado. No tuvieron ninguna oportunidad y cuando ingresaron en la clínica de San Miguel de Beasain, habían fallecido.

Apenas tres meses después, el 28 de julio, Moisés Cordero López, agente de la Guardia Civil natural de Isla Cristina, fue víctima del mismo salvaje y cobarde método de asesinato, mientras se encontraba con otro compañero en la casa cuartel del barrio donostiarra de Herrera, donde se encontraba destinado. Tenía 51 años, estaba casado y tenía tres hijos. Fue enterrado en la localidad de Encinasola, donde pasó su infancia y juventud.

En 2014, el Consejo de Ministros concedía a título póstumo la Gran Cruz de la Real Orden de reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a Manuel Sánchez Borrallo, agente de la Guardia Civil asesinado por la banda terrorista en mayo de 1981. Natural de La Zarza, tenía 26 años cuando una bomba alcanzó el vehículo en el que viajaba con su compañero en la localidad vizcaína de Lemoa. Formaba parte de un convoy de vehículos que transportaban explosivos destinados a una cantera de la localidad. A su paso por un montículo, explotó un artefacto compuesto por 10 kilos de goma 2 que alcanzó de lleno al vehículo en el que viajaba el agente, que falleció minutos después.

José Fragoso había nacido en la localidad marroquí de Larache, aunque se crió en la localidad de Isla Cristina de donde era su familia. El 16 de febrero de 1982 su cuerpo fue encontrado con un disparo en la cabeza. El agente de la Guardia Civil había detenido su vehículo cerca de su domicilio situado en un bloque del barrio de Larzábal en Oiartzun. En ese momento, varios terroristas se aproximaron y le dispararon a través de la ventanilla del vehículo; le alcanzaron en la nuca. Estaba destinado en el Servicio Fiscal del Puerto de Pasaia, estaba casado y tenía cuatro hijos. El atentado fue atribuido por las fuerzas de seguridad al denominado Comando Donosti, cuyo jefe militar era Jesús María Zabarte, el carnicero de Mondragón, en la actualidad en libertad por la aplicación de la Doctrina Parot y que jamás ha renegado de su pertenencia a la banda terrorista y continúa en la actualidad en la defensa de la lucha armada. Uno de los recintos penitenciarios donde cumplió condena, fue en la prisión de Huelva.

El 25 de agosto de 1982, una llamada anónima comunicaba la colocación de una bomba en la sucursal del Banco de Vizcaya de la localidad de Mungia. Al lugar se dirigió el agente Miguel Garrido, natural de Santa Olalla. Tenía 22 años cuando el artefacto explotó antes de tiempo.

La última víctima mortal onubense de la banda asesina falleció el 8 de abril de 1991 en la localidad de Barakaldo, como consecuencia de la explosión de una bomba adosada a los bajos del vehículo del agente de la Policía Nacional, José Manuel Cruz Martín, que había nacido en la capital onubense. Circulaba en las inmediaciones de las dependencias policiales junto con su esposa, que resultó gravemente herida aunque pudo salir adelante.

A ellos había que añadir al guardia civil César Pinilla, asesinado en febrero de 1979 cuando era jefe de la Policía Local de Mungia. Natural de Segovia fue enterrado en la localidad de Gibraleón, donde dejó viuda y una hija.

La actividad terrorista dejó en Huelva la aparición de una bomba en Punta Umbría encontrada en el mes de diciembre de 1999 o en abandono de un coche cargado de explosivos en junio de 2007 en la localidad de Ayamonte, una vez finalizada la tregua de ETA que rompió el atentado de la T-4 en Barajas.

Recuerdos vivos de una época que escenas al margen, sabemos que no volverán, pero que la memoria debe mantener intacta para no tratar de repetir los mismos errores. Las víctimas no merecen sino el reconocimiento social absoluto.

Una de las múltiples manifestaciones celebradas en Huelva contra la banda terrorista ETA.

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