La obligación de pensar en verde

Respons(H)abilidades

Como ciudadanos del mundo, sepan que es un error pensar que el color como adjetivo se refiere sólo a lo que está relacionado directamente con el medio natural o el medio ambiente

Participantes en el I Maratón de Empleo Verde organizado por la Fundación Biodiversidad, celebrado el pasado jueves en Sevilla. / H. Información
Lola Pelayo

12 de noviembre 2017 - 02:11

Malinterpretamos la palabra verde casi siempre y no sólo por su versión picante. Les pongo un ejemplo propio, concretamente de mi padre.

Don Victoriano es una de las mejores personas que yo conozco, puede que la mejor. Es sensato, leal y atento con los suyos y con sus amigos, un señor entregado a vivir para que los demás estén cada vez un poquito mejor a su lado. Sé que muchas personas que leen este artículo le conocen y me dan la razón. Pues don Victoriano, a sus setenta y seis años, entiende por verde sólo lo que se relaciona con el medio ambiente de forma directa, y además dice que "nos han comido el coco con tanto ecologismo". Así que ante el apellido "verde" reacciona regular, ya que, dice, "a la naturaleza le iba mejor antiguamente cuando convivíamos con ella y no la protegíamos tanto". En esto último tengo que darle la razón.

Todas las actividades humanas deben ser responsables del impacto que provocanDebemos pensar en plural y a largo plazo, mucho más que el de la vida de una persona

El caso es que yo le adoro, y aunque me cueste sudor y lágrimas que tire los tetra-brik y las latas de los melocotones en almíbar que tanto le gustan en la bolsa de basura donde separamos los envases, entiendo su postura y sus conclusiones. Así que si personas tan buenas y coherentes como mi padre se sensibilizan, es aún más importante de lo que imaginaba definir bien qué significa pensar en verde.

Tenemos que dejar de pensar que las iniciativas verdes son sólo las relacionadas con los ecologistas, con la naturaleza o con los residuos, que es algo que parece ya asumido. El turismo rural, la agricultura ecológica, las energías renovables, la gestión forestal o la gestión de residuos tienen el apellido verde sin controversias. Pero hay muchas más actividades económicas que pueden serlo.

La construcción, el diseño de productos o envases, una tienda de ropa, un supermercado, toda la restauración gastronómica, la hostelería, la ingeniería y el desarrollo que impulsa, la rehabilitación de edificios, el urbanismo, la consultoría de empresas, la aplicación de las nuevas tecnologías, la educación… Podríamos seguir con la lista -hasta la política, si quieren- para concluir que todas las actividades humanas deben ser responsables del impacto económico, social y ambiental que provocan. De los tres, o mal lo llevamos. Eso es ser verdes.

empleo verde por favor

Uno de los motores económicos más importantes de cualquier economía y cualquier sociedad es el trabajo. También lo es, por tanto, la creatividad emprendedora de los que buscan ganarse la vida con el autoempleo, sobre todo ahora que la evolución del mercado laboral parece haber convertido el trabajo por cuenta ajena en una especie en peligro de extinción. Y exactamente por eso creo que hay que estar muy atentos al empleo y el emprendimiento verde.

Para que no sea una opinión mía, me permito aludir a la Organización Internacional del Trabajo y a las Naciones Unidas, que se han preocupado por definir bien el concepto de empleo verde. Nos dicen que es aquel que "reduce el impacto ambiental de las empresas y los sectores económicos hasta alcanzar niveles sostenibles". Y aquí llegó la palabra del millón: sostenible, que no es otra cosa que todo aquello en lo que la rentabilidad económica, el impacto social positivo y el mínimo impacto ambiental están en equilibrio. Algunos profesionales, a esto lo llamamos Responsabilidad Social Corporativa (RSC).

Es un empleo verde, por tanto, cualquier oficio en cuyo desempeño esté el objetivo de hacer sostenible una actividad. Y eso vale para cualquier actividad.

Así que no caigamos más en la simplicidad del adjetivo verde, porque verde es todo lo que implica el mínimo impacto ambiental, el máximo valor social y la máxima rentabilidad. Todo a la vez. Y esta triple visión es igual de importante en una empresa, en una institución o en casa. Todos nosotros deberíamos ser verdes, por la cuenta que nos trae.

El planeta nos está enviando sus señales hace bastante tiempo. Quizá por eso, porque llevamos ya mucho con la amenaza sobre nuestras cabezas, nos hemos acostumbrado. El ser humano es un maestro en acomodarse a la incomodidad. Nos cuesta cambiar. Por eso solemos luchar para mantener nuestras costumbres sin pensar en las consecuencias. Mucho menos si esas consecuencias son a más largo plazo que nuestra propia vida.

Un ejemplo de impulso

Traigo buenas noticias. Existen iniciativas que se dedican de forma exclusiva a impulsar este tipo de empleo. Yo acabo de vivir la experiencia de apoyar la organización del I Maratón de Empleo Verde de la Fundación Biodiversidad, en el que han participado decenas de desempleados de toda España. He pasado varios meses enredada en estos temas y he convivido diez intensas horas el pasado jueves con esas personas que, como yo, consideran que otra forma de hacer negocios y de ganarse la vida es posible. Ha sido muy edificante coincidir con tanta gente que sí mira el largo plazo.

Este evento se ha celebrado en Sevilla y ha sido un encuentro de personas que buscan empleo por cuenta ajena, emprendedores y empresas. En él han participado fundamentalmente firmas de los sectores que tradicionalmente se consideran verdes. Yo sueño con un próximo EmpleaVERDEtón en el que cualquier actividad económica quiera estar, y, por qué no, que se celebre en Huelva, un rincón tocado por los dioses de la riqueza natural al que adoro casi tanto como a mi padre.

Pensar en verde no es ser ecologista, no sólo eso, es también, y sobre todo, ser persona, ser consciente, pensar en plural y a largo plazo, mucho más que el plazo de la vida de una persona.

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