En memoria de Mayte Cortés, amiga eterna

En memoria de Mayte Cortés, amiga eterna
En memoria de Mayte Cortés, amiga eterna
Mireia Humanes

22 de noviembre 2014 - 01:00

Nunca pensé, mi querida Mayte, que tendría que escribir tu obituario, pero ahora sé que la vida, esa que con tan poca amabilidad te trató siempre, tiene estas cosas, y me veo en el trance de tener que contar a quienes no te conocían por qué Huelva ha vivido con conmoción la noticia de tu prematuro fallecimiento, lo que tú eras y lo que no.

No eras famosa, ni una noble de rancio abolengo, y bien sabe Dios que no eras rica. No escribiste libros ni actuaste en películas que yo ahora pueda enumerar como se suele hacer cuando muere alguien "célebre". Tú eras una persona normal, pero no corriente.

Todo en ti, desde tu imponente físico hasta tu arrebatadora forma de ser, era extraordinario. Verte desplegar tu metro ochenta y dos y esa belleza que habría admirado Julio Romero de Torres era un riesgo para el corazón de quien te mirara.

Pero lo mejor de ti, aunque suene a tópico, era tu interior. Mayte Cortés Rojas fue una persona esencialmente buena. Inteligente, capaz y trabajadora, no se rendía ante los muchos obstáculos que encontró en el camino. Humilde y a la vez digna como una emperatriz. Autónoma e independiente. No se dejaba pisotear por muy mal que se pusieran las cosas. Tenía el don de decir la verdad aliñada con dulzura. Siempre estaba, siempre. Y siempre decía "te quiero".

Mayte fue una buena hija de sus padres y también de los míos; fue una estupenda hermana y cuñada. Adoraba a sus sobrinas y tenía siempre presentes a sus tíos y primos. Fue una magnífica novia, fiel y leal, y sobre todo fue una amiga, en el más amplio sentido de la palabra. Trabar amistad era algo natural para ella e incorporaba a los nuevos amigos a la nómina de antiguos con suma facilidad. Tejió una red curiosa. Nos deja en herencia unos a otros.

Podría contar mil anécdotas de nuestra vida juntas, hablar de sus gustos sencillos, de lo feliz que era con pequeñas cosas, pero necesitaría mucho espacio y unas fuerzas que no tengo. Se ha ido nuestra amiga del alma y nuestro corazón no encuentra consuelo. Nos queda el recuerdo de su sonrisa, de su voz de agua, su cariño infinito. Intangibles que ni siquiera la enfermedad que nos la robó podrá quitarnos nunca. Descansa en paz, amiga nuestra.

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