Diez años del fin de ETA - Los protagonistas en Huelva

“Estamos mejor, pero el mérito no es de ETA, es de la sociedad”

  • Enrique Pérez Viguera - Exsubdelegado del Gobierno en Huelva

Enrique Pérez Viguera en su etapa en la Subdelegación del Gobierno en Huelva.

Enrique Pérez Viguera en su etapa en la Subdelegación del Gobierno en Huelva. / H. I.

Le tocó el papel institucional, como representante del Gobierno en la provincia de Huelva. Antes de subdelegado desde 2012 hasta 2016 fue inspector de Trabajo, su verdadera vocación y su dedicación de una vida. En 1996, se incorporó como director provincial de Trabajo, antes de que en mayo de 1999 fuera concejal con Pedro Rodríguez. En el Ayuntamiento pasó trece años. Vive en plena mudanza de Punta Umbría, donde cumple con la tradición onubense de trasladar la residencia de la familia apenas el verano hace su aparición.

Reconoce que una de las razones que le impulsaron a dar el salto a la política fue la de “ver como los compañeros del Partido Popular son asesinados. Particularmente en Huelva tienen una especial significación, el asesinato de Alberto Jiménez Becerril y su esposa Ascensión García”. Conocía a las personas que cenaban con él cuando fue asesinado y asegura que “te motiva para servir a la ciudadanía”.

Recuerda cada momento de esa noticia que recibió cuando le comunicaron el asesinato de ambos, al igual que le pasó con Gregorio Ordóñez o con Martín Carpena, “a quienes conocía. Lo recibí con rabia porque no entendía qué habían hecho para merecerlo. Simplemente volvían a casa después de haber salido a cenar con unos amigos. Nada más”. Sólo se remite “al puro odio, el matar a una persona así, con una calidad humana y profesional extraordinaria”.

No fue consciente de estar amenazado, o que su nombre figurara en alguna de las infames listas intervenidas a los comandos desarticulados por las fuerzas de seguridad. Lo que sí tuvo que aplicar es la denominada contravigilancia, un mecanismo de autoprotección dirigido desde la Comisaría de Huelva y que pasaba por seguir instrucciones como mirar debajo del coche todas las mañanas, “para lo que teníamos un espejito para hacerlo”.

Los agentes “te acompañaban en el recorrido que hacías cada mañana, pero una vez que estabas en tu despacho, te quedabas solo. También cuando montabas en el coche, nunca ibas por el mismo recorrido. Muchas veces cuando iba andando desde mi casa al Ayuntamiento, me preguntaba qué estaba haciendo, porque no lo podías ignorar”.La amenaza estaba siempre presente. En su caso, se añadía que “cuando me trasladaba a Punta Umbría, la vigilancia pasaba de la Policía a la Guardia Civil”.

El cese de la actividad de ETA lo recibió con incertidumbre. “Por aquel entonces no había garantías de que se había terminado realmente. Hay que tener en cuenta que no han entregado las armas, al menos todas las que disponían en los zulos que estaban repartido entre el País Vasco y el Sur de Francia”. s de los convencidos de que fue el trabajo de las fuerzas de seguridad el factor determinante de la disolución de la banda terrorista, pero recuerda cuando “paran a Henry Parot en Alcalá de Guadaíra con un coche cargado de explosivos que iba a utilizar en la plaza de la Gavidia que hubiera originado una masacre”.

"Hubiera deseado que fuera distinto"

Tampoco le duelen prendas en decir que “estamos mejor ahora, pero no es mérito de ETA. Ellos nunca dieron la cara, siempre hacían los anuncios encapuchados y no sólo no pidieron perdón, sino que muchos de ellos rehusaron a entrevistarse con las víctimas”. Hubiera deseado que el proceso fuera notablemente distinto al que se produjo, “más sensato y que realmente se hubiera erradicado el terrorismo de ETA de toda la sociedad”.

Lo de las generaciones más jóvenes lo ve mucho más complicado. “No lo van a entender nunca, porque afortunadamente no lo han vivido y dirán que bueno, eso es algo que os pasó, como ocurrió en el caso de las FARC o en Sendero Luminoso, con procesos de legalización mediante subterfugios y huidas a países latinoamericanos y regresos cuando tenían alguna enfermedad terminal. En este caso, siempre recuerdo cuando decían que compadecían a las madres de los presos por las dificultades que tenían que pasar para ver a sus hijos. Yo siempre me acuerdo de las madres de las víctimas que la única manera que tenían de estar con los suyos era acercándose al cementerio porque lo habían asesinado”.

Cree, en fin que es posible que sea bueno que esa historia se lea y se viva como algo del pasado, pero siempre que se conozca lo que ocurrió y quienes fueron las víctimas y quienes fueron aquellos que quisieron asesinarlos. Eso tiene que ser recordado”.

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