Javier de Rosario: cuando la raíz se vuelve canción
Trinchera Sonora
Con ‘Volaré’ a punto de despegar, el artista onubense consolida una etapa luminosa, sincera y profundamente conectada con su tierra
Todos conocemos voces que parecen hechas para guardar memoria. Voces que no solo cantan, sino que devuelven al mundo aquello que un día les dio forma. En la de Javier de Rosario hay mar, hay raíz, hay verdad. Y también una historia larga hecha de escenarios, de noches, de constancia y de una pasión que nunca ha cedido. Hay un pulso nuevo, una necesidad de contar lo que hasta ahora siempre había quedado en un segundo plano. Lo que hoy empieza bajo este nombre —el de su madre, Rosario, convertido en faro y homenaje— no es un comienzo desde cero: es una revelación, la parte de sí mismo que siempre estuvo ahí esperando su momento. Como si hubiera encontrado, por fin, la puerta exacta por la que debía salir su propia voz.
Javier lleva toda una vida cantando. Lo he visto subirse a escenarios de todo tipo, en salas, en plazas, en hoteles, en locales que ya no existen, con esa mezcla de humildad y entrega que solo tienen los que entienden la música como una forma de respirar. Nunca ha necesitado artificios. Le bastaba su voz, esa luz cálida que rompe las distancias. Por eso emocionó a tantos durante tantos años versionando canciones ajenas. Por eso tanta gente lo quiere tanto. Porque, incluso sin canciones propias, ya estaba diciendo mucho de sí mismo. Pero ahora ha llegado el tiempo de cantar las suyas, o, mejor dicho, las que nacen para él, que es todavía más profundo.
La primera de ellas fue Toda mi paz, compuesta por su amigo del alma y hermano musical John Conde, uno de los músicos más importantes que ha dado Huelva. Fue el gesto perfecto para dar el paso: una canción que lo nombraba, que hablaba desde su raíz, que abrazaba a su tierra sin caer en tópicos, una melodía luminosa, un ritmo cálido que te mueve los pies y te acaricia el alma. Huelva, en esa canción, no es solo un paisaje, es un refugio, un abrazo, un lugar al que se vuelve para encontrar sentido. Ese tema, además de bonito, es honesto, y parece nacer con la intención de decir “aquí estoy, con todo lo que soy”.
Después llegó A dónde irás…, un giro íntimo, suave, una canción que ya no mira hacia afuera, sino hacia adentro. Otra emoción, otro latido. Ahí aparece su capacidad para contar historias desde la piel, para dejar la voz suspendida en un filo entre la fragilidad y la firmeza. Si la primera canción era luz, esta era crepúsculo. Y había verdad en ambas.
Y ahora está a punto de llegar Volaré, la tercera pieza de esta nueva etapa, que vendrá acompañada del lanzamiento de un videoclip dirigido por Ale Kilmister. Un tema vitalista, lleno de energía, de búsqueda y de buena vibra. Una canción que habla de la felicidad como un horizonte posible, no como un espejismo. Es una canción que eleva, que empuja, que invita a abrir las ventanas. Y, sobre todo, es una canción que le sienta a Javier como un guante. Su voz se mueve con una soltura que emociona: sube, baja, desliza, respira. No es técnica lo que transmite, es vida. Porque la técnica se aprende, pero el alma no.
En esta nueva etapa, Javier no camina solo. Y es importante decirlo porque eso también forma parte de su verdad. Se ha rodeado de músicos de enorme peso y corazón, gente con una trayectoria incuestionable y un vínculo profundo con Huelva. John Conde, director musical y compositor, es la piedra angular del proyecto; un músico inmenso que conoce a Javi desde niño y que sabe exactamente cómo vestir su voz. Juanma Ruiz, institución de nuestro panorama, sostiene el bajo con ese pulso maestro de quien sabe dónde colocar cada nota. Lito Mánez, a la batería, aporta una base sólida y elegante. Niurka, en los coros, suma luz. Y el magnífico Pablo Vázquez, cuando se suma en directo con los teclados, termina de formar ese paisaje sonoro que sostiene al cantante con un cuidado exquisito. Todo, bajo la producción del propio John Conde y de Maxi Ramírez, y con la masterización de Miguel Ángel González.
Ese equipo no es casualidad: es la prueba de que este proyecto está hecho con respeto, seriedad y amor a la música. Aquí no hay frivolidad. No hay impostura. Hay oficio, intención y corazón. Hay un hombre que lleva toda una vida cantando y que ahora quiere cantar lo que de verdad siente. Y hay un grupo de músicos que creen en él y que lo arropan con un sonido limpio, brillante, lleno de matices y de emoción.
Todo este proyecto tiene un hilo conductor clarísimo: la verdad emocional. Y eso se nota. Se nota en las letras, en la interpretación, en la calidez del sonido, en la delicadeza del arreglo, en cómo respiran las canciones.
Las metáforas se escriben solas cuando uno escucha estos tres temas: la luz que regresa a unas manos que nunca dejaron de buscarla; la raíz que se hace voz; el mar de Huelva respirando entre compases; ese viento que sopla no para empujar, sino para sostener. Volaré, justo ahora, es el título perfecto: Javi no despega hacia otro lugar, sino hacia el suyo. Hacia ese espacio donde, por fin, su voz y su nombre dicen exactamente quién es.
Este es un proyecto que nace desde el corazón, desde la gratitud, desde ese deseo limpio de dejar una huella, de contar algo propio, de regalar canciones que abracen. No busca grandes fuegos artificiales. No pretende competir con nadie. Lo único que quiere es ser verdad, sonar a él, acariciar o emocionar a quien lo escuche. Y eso me parece un gran acto de honestidad y de valentía.
Porque hay artistas que llegan tarde o temprano, pero también hay artistas que no es que lleguen, sino que se revelan, como la luz abriéndose paso entre las nubes. Y ahora, por fin, la voz de Javier de Rosario camina con su nombre.
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