El fantasma de la viuda en Huelva

Hay lugares que parecen tener memoria. Espacios donde el tiempo se para, se detiene, donde lo invisible cobra fuerza y la razón comienza a tambalearse. En una vivienda del centro de Huelva, lo que empezó como un pequeño susto doméstico ha ido creciendo, día tras día, en algo más difícil de explicar.

Cristina, una joven trabajadora de 27 años, compartió esta semana su experiencia tras vivir lo que muchos calificarían como un fenómeno paranormal.

Todo comenzó la tarde del pasado 21 de junio, en un piso antiguo situado en la avenida de Palomeque, cerca del casco histórico. Cristina vive allí con su pareja y su hermana menor. “Es un piso grande, de techos altos, con seis habitaciones y pasillos largos. Tiene ese aire de vivienda de otra época”, describe. Pero nada en sus años allí la preparó para lo que empezó a ocurrir ese día.

“Llegué del trabajo y mi pareja me contó que, estando sola en casa, vio cómo la luz de una de las habitaciones se encendía sola. Fue de repente, sin ruido, sin que nadie tocara nada. Solo se encendió”. Al principio pensaron en un fallo eléctrico. Pero no fue un hecho aislado. Esa misma noche, mientras ella dormía una siesta y su pareja sacaba al perro, la luz volvió a encenderse. Y esta vez, no había nadie en la habitación. “Volvimos a entrar pensando que quizá mi hermana había llegado sin que nos diéramos cuenta, pero no. La habitación estaba vacía”, cuenta Cristina.

El momento más inquietante ocurrió a las 0:30 de la madrugada. Ambos estaban en la cocina, intentando picar algo de comer –acababan de llegar del cine-, cuando escucharon claramente el sonido de un interruptor. Un clic seco, familiar. Fueron a mirar y, de nuevo, la misma luz de la misma habitación encendida. Nadie. Nada. Solo el vacío y la certeza de que no era la electricidad la que jugaba con ellos.

“No es solo la luz”, confiesa Cristina, “empezamos a notar cosas raras: pasos suaves en el pasillo cuando todos estábamos acostados, una puerta del baño que se cerró sola sin corriente de aire, y una sensación… como si alguien te mirara desde una esquina, pero no hay nadie”.

Una vivienda con antecedentes

La vivienda, según supieron después, tiene más de 80 años. En los años cincuenta fue alquilada por una mujer viuda que vivió allí sola hasta su muerte, según les contó una vecina mayor de la calle. "Nunca volvió a alquilarse o venderse, siempre había cambios de inquilinos, gente que se iba sin decir mucho", dice.

Desde hace unos días, Cristina ha empezado a dejar un vaso de agua y una vela en la habitación donde se enciende la luz. “Lo leí en un foro. Dicen que si es una presencia, a veces basta con reconocerla, dejarle su espacio. Desde entonces, la luz no se ha vuelto a encender… pero tampoco me siento tranquila”.

Este tipo de fenómenos —luces autónomas, ruidos sin origen, puertas que se mueven, sensaciones de vigilancia— son clásicos en lo que se suele catalogar como “casas encantadas”. Investigadores del misterio lo atribuyen, en algunos casos, a lo que llaman “energía residual”, una especie de eco de emociones intensas atrapadas en las paredes de ciertos lugares. Otros hablan de entidades conscientes que conviven, silenciosamente, con los vivos. Más allá de creencias, lo cierto es que los testimonios de personas como Cristina abundan en todo el mundo. Lo que cambia es que, cuando le ocurre a uno mismo, deja de ser una leyenda urbana y se convierte en una experiencia profundamente personal.

De momento, Cristina no ha contactado con ningún especialista, ella tiene la certeza que es el espíritu de la viuda, pero no descarta hacerlo. “Hay noches en las que duermo con la luz encendida. Me digo que no pasa nada, que quizás todo tiene una explicación lógica… pero, en el fondo, sé que algo se mueve en esta casa. Algo que no vemos, pero que está ahí”.

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