'WAR ROOM'

Las encuestas aún no saben adivinar el futuro

  • Los sondeos son un instrumento científico útil para conocer las tendencias acerca de temas clave del debate político y otros indicativos sobre la sociedad

Cuando vemos publicada una encuesta en un medio de comunicación tendemos a pensar que es la realidad. Sin embargo, algo ocurrió con el Brexit, el referéndum de Colombia por la paz o las presidenciales ganadas por Donald Trump. ¿Las encuestas fallaron o la opinión pública y los medios de comunicación exigieron de los sondeos verdades irrefutables? Según el experto Kiko Llaneras, los sondeos "ni son precisos, ni son exactos" sino un ejercicio de aproximación, y dirige su mirada hacia politólogos, periodistas y comentaristas, quienes realizan predicciones demasiado rotundas que inducen a error.

En el cómo se interpretan las encuestas puede estar el origen del por qué fallan, aunque no podemos obviar que se han detectado deficiencias metodológicas. La industria se está volcando en la identificación de los problemas y en la búsqueda de soluciones, porque los fallos en las predicciones electorales originan crisis de credibilidad en las agencias que realizan los sondeos y en los medios de comunicación que los publican.

Para un partido político es la primera fuente de información sobre cómo respiran los ciudadanos

Nos movemos en el terreno de la ciencia, pero los estudios de opinión tienen también mucho de interpretación de los datos, de experiencia y del conocimiento de los profesionales. La receta de una buena encuesta requiere de unos buenos ingredientes, como la redacción del cuestionario, la representatividad de la muestra, la profesionalidad del encuestador y del equipo que trata los datos. Y, aún así, nunca ofrecerá una foto finish del resultado electoral.

Vivimos en sociedades muy polarizadas que dificultan las mediciones del comportamiento político. Internet aporta nuevas herramientas, pero las encuestas y otras técnicas clásicas de obtención de datos siguen siendo la manera fundamental de conocer qué piensan los ciudadanos de los partidos políticos, cómo valoran a los candidatos y cuál es la intención de voto.

Es una realidad que cada vez creemos menos en las encuestas aunque, si están bien hechas, por lo general no se equivocan. El problema, según los expertos, es que se les está pidiendo una información distinta a la que nos pueden dar. Es decir, la esencia de una encuesta es conocer la opinión de los ciudadanos en un momento concreto, es un termómetro que marca la temperatura (política) del estado de ánimo de la sociedad en el instante en el que se realiza.

Palabras procedentes del ámbito de la climatología, como barómetro, oleada o termómetro, se emplean en demoscopia por la capacidad que tienen los estudios de opinión de tomar el pulso del ambiente. La encuesta sólo aporta datos de un espacio y de un tiempo. Un termómetro no puede predecir si dentro de un mes hará calor o frío, y por ahora las encuestas tampoco.

Por otro lado están los medios de comunicación que publican las encuestas. Decididos a no gastar mucho dinero en esta cuestión, encargan sondeos con muestras muy pequeñas cuyos resultados no son del todo fiables. A este respecto, debemos vencer la tentación de mirar en primer lugar el gráfico de intención de voto y bajar hasta la ficha técnica. El límite de credibilidad de una encuesta política se sitúa en el 5%. Si el margen de confianza de una encuesta supera esta cantidad, es más aconsejable no seguir leyendo. Otro indicativo es el porcentaje de no sabe / no contesta, que debe situarse en márgenes aceptables.

Las encuestas muestran una diferencia entre la intención de voto directo (respuesta impulsiva a la pregunta "a quién votaría si mañana se celebraran las elecciones") y la estimación de voto (a la pregunta anterior se añade el voto de los encuestados que no saben o no contestan para adaptar la intención de voto directo al cien por cien de los encuestados). Esta diferencia de puntos es la famosa "cocina", es decir, la aplicación de sus métodos de tratamiento de datos que hacen las empresas a la intención de voto directo. Estos datos brutos, sin cocinar, son poco fiables, así que se añaden indicadores como la simpatía del voto, el recuerdo de voto o la proximidad del partido para imputar a los indecisos una opción de voto y aproximarse a un resultado más real.

La cocina es un proceso bastante complejo. No existe una única fórmula, sino que más bien las empresas realizan cocteles de fabricación propia. Ningún instituto que realiza estimación de voto explica cómo lo hace. En opinión del doctor en Ciencia Política Gabriel Colomé, después de la Coca Cola es el secreto mejor guardado.

Llegados a este punto debemos preguntarnos entonces para qué sirven las encuestas, habida cuenta de que no son ni la Biblia ni el producto de una bola de cristal para predecir el futuro. Las encuestas son un instrumento científico útil para conocer las tendencias acerca de temas clave del debate político y otros indicativos sobre la sociedad. Con esa información, los analistas pueden afinar sobre los mensajes y diseñar elementos de movilización.

Para un partido político es la primera fuente de información que tiene sobre cómo respiran los ciudadanos y un instrumento de análisis que permite hacer cosas muy valiosas, como conocer quiénes son sus votantes, qué piensan, y segmentar sus mensajes en función de algunas de estas variables.

Próximos a entrar en campaña política, corremos en riesgo de la sondeomanía o la obsesión por los sondeos. En Estados Unidos se denomina Horse Race History (historia de carreras de caballos) al uso que analistas y medios de comunicación hacen de las encuestas para generar opinión a favor de uno u otro sector, dedicando más tiempo a analizar pequeñas variaciones en los sondeos que a las propuestas programáticas de los partidos. Para evitar que las encuestas monopolicen el debate electoral, nada mejor que tener claro que sus conclusiones no pueden adivinar el futuro.

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