Un comprometido equipo sanitario asiste a más de 450 mujeres al año por violencia machista en Huelva
Cerca de medio millar de víctimas de violencia de género de la capital onubense y alrededores encuentran refugio en los equipos de Atención a la Mujer y Familia, que les proporciona una respuesta inmediata y humana
Preocupación entre los especialistas ante la tendencia creciente de comportamientos machistas de los más jóvenes, siendo atendidas incluso chicas de solo 15 años
Huelva mantiene activos más de 1.500 casos de violencia de género, nueve de ellos con tipo de protección alta

Un equipo multidisciplinar es, desde hace cinco años, el primer refugio para cientos de mujeres que sufren violencia machista en Huelva. Los denominados Equipos de Atención a la Mujer y Familia -dependientes de los Distritos Sanitarios de Atención Primaria Huelva-Costa y Condado-Campiña, uno con sede en la capital onubense y otro en Niebla- comprenden una unidad especializada que garantiza atención psicológica, social y sanitaria inmediata. Lo hace sin necesidad de denuncia previa y con un seguimiento cercano y humano que no pretende únicamente asistir, sino empoderar. Cada caso es único y cada mujer cuenta; incluso cuando todavía no ha verbalizado que necesita ayuda.
Fue en 2020 cuando el Servicio Andaluz de Salud (SAS) inició la creación en todas las provincias andaluzas de estos equipos multidisciplinares especializados en la atención frente a la violencia de género, en el marco del cumplimiento por parte del Gobierno andaluz del Pacto de Estado en esta materia. Son espacios que, tal y como explican desde el propio SAS, funcionan como un recurso especializado para asistir a las mujeres víctimas de violencia de género.
Esta unidad de referencia en el ámbito sanitario para casos de violencia de género asiste a unas 460 mujeres onubenses al año, "pero sabemos que hay muchas más: mujeres que acuden al Instituto Andaluz de la Mujer, otras que nunca han denunciado u otras que, por vivir en zonas rurales, tienen dificultades para desplazarse", explica a este periódico la enfermera de este servicio en Huelva capital, Toñi Domínguez.

Dispositivos como este integran tanto la asistencia de los centros de salud como hospitales y tienen la función de realizar una cobertura integral y personalizada a las mujeres afectadas y a las personas que dependen de ellas -niños y niñas, personas mayores…- a través de profesionales de referencia -enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales y médicos de primaria y urgencias- que se centran en la detección precoz, atención integral e intervención inmediata. Un proceso que "es largo, hasta el punto de que puede durar unos dos o tres años", en palabras de la psicóloga clínica Judith Fernández.
El protocolo se activa en los centros sanitarios en los que se produce la detección y, acto seguido, este equipo es contactado para que, a su vez, pueda citarse presencialmente con la usuaria. Lo que no quita que haya casos es los que la mujer pueda mostrarse reticente a ello. "Normalmente, el profesional sanitario le informa previamente de nuestra existencia, también en los casos de sospecha en los que la mujer no confirma que sufre violencia de género por miedo, vergüenza, culpa o temor a represalias", pone de manifiesto Domínguez. En este sentido, puede darse la situación de que, aun así, la mujer rechaza esta ayuda, "por lo que existe un protocolo a través del cual notificamos la sospecha a Fiscalía para que valoren la situación y puedan iniciar una investigación". O también puede suceder "que una mujer no quiera atención inmediata, pero que finalmente decide dar el paso y llamar después de que le dejásemos nuestro teléfono de contacto", añade la enfermera.
Una vez es derivado el caso, que puede hacerlo "cualquier profesional del sistema sanitario que detecte un posible caso de violencia de género, ya sea confirmado o sospechoso", explica el enfermero Daniel Espinosa, el equipo de Atención a la Mujer y a la Familia se pone en contacto con la mujer en un plazo máximo de 24 horas. Concertada la cita presencial, se le realiza una valoración exhaustiva "para detectar las necesidades de la mujer", quien tiene a su disposición a los enfermeros Daniel Espinosa y Toñi Domínguez, a la psicóloga clínica Judith Fernández y a la trabajadora social Belén Álvarez.

La valoración inicial permite identificar el tipo de violencia. "La física es la más evidente, lo que no quiere decir que sea la más común; también vemos la violencia psicológica, ambiental, vicaria, ciberacoso, violencia social o violencia económica, aquella en la que se pretende controlar el dinero o la que surge por el impago de pensiones alimenticias", enumera Daniel Espinosa, que expone la "importancia de esta primera entrevista, pues muchas veces la violencia está tan normalizada que la mujer no la reconoce como tal". "Utilizamos una entrevista semiestructurada para que, a lo largo de una hora, pueda relatar su historia y así ayudarle a visualizar el ciclo de violencia en el que está inmersa". Además, esta valoración inicial también ayuda a localizar el riesgo existente y el proceso en el que se encuentra la víctima.
A la mujer se le ofrece, tras ello, información, apoyo psicológico y apoyo social, además de "orientación en función de sus necesidades, ya sean económicas, legales o sociales". Todo en aras de que "no se sientan solas y se sientan acompañadas y apoyadas desde el primer momento, lo que también reduce el riesgo de que abandonen el proceso", apunta Domínguez, quien también advierte "la importancia de dejar constancia de todo en la historia clínica, pues esto también tiene un valor judicial importante". A su vez, con la historia clínica se evita caer en la revictimización, es decir, "que la mujer tenga que repetir su historia una y otra vez cuando acude a algún profesional de la salud".
El fin es empoderar, "que la mujer se sienta orgullosa de sí misma"
Todos los especialistas del equipo coinciden en que su objetivo es "empoderar, lo que se traduce en que la mujer se sienta orgullosa de sí misma, que tome decisiones asertivas y que actúe con límites claros y con medidas de seguridad que la protejan a ella y a sus hijos". "Empoderamiento no es pisar al hombre", puntualizan, "sino que es una cuestión de construir relaciones igualitarias basadas en el respeto y en la cooperación".

Aun así, para llegar al final del proceso "hay un camino lento" porque, "de avanzar muy rápido, es probable que haya retrocesos importantes", según explica la psicóloga clínica. De hecho, "cuando una mujer parece estar superando el proceso y retoma sus actividades normales, la seguimos acompañando" porque "el alta no se da hasta que está plenamente empoderada, con una nueva situación personal y emocional, y cuando todo lo vivido ha sido realmente superado". No obstante, "todas mantienen nuestros números de teléfono por si en algún momento quieren volver a contactar porque las recaídas también existen".
Sobre este proceso, Judith Fernández narra que, en el plano psicológico, "lo más frecuente es la dependencia emocional, el sentimiento de culpa y los pensamientos intrusivos, los cuales afectan a la atención, concentración y memoria, lo que a su vez dificulta una toma de decisiones asertiva". Además, prosiguen sus compañeros enfermeros, en la historia clínica "también aparecen signos como ansiedad, cefaleas o problemas cardiovasculares, que pueden estar asociados a situaciones de violencia".

Los especialistas explican que cada caso es diferente. Por ejemplo, "encontramos mujeres con antecedentes de violencia en la infancia o abusos sexuales -genera mayor vulnerabilidad-; mujeres que conviven con el agresor y que, por miedo o vergüenza, no lo verbalizan; mujeres que se sienten culpables por empezar una nueva vida porque interiorizaron que no merecen el bienestar; o incluso mujeres que llegan sobremedicadas y lo ideal es sustituir esa medicación por terapia". La diversidad de casos conduce a un seguimiento estrecho y personalizado pero con una fórmula clara: valoraciones psicológicas y educación para la salud, hábitos saludables y en relaciones afectivas sanas.
Preocupación por el repunte de comportamientos machistas en los jóvenes
El equipo de Atención a la Mujer y a la Familia muestra una "profunda" preocupación por "el repunte de comportamientos machistas en adolescentes", lo que explica que "hayamos empezado a trabajar en los institutos". "Aquí hemos atendido a chicas desde los 15 años, sobre todo, por agresiones sexuales puntuales", sostiene Espinosa, que pone de manifiesto que "muchas tienen un concepto distorsionado del amor romántico y asumen el control de su pareja como algo normal".
El acceso precoz a los móviles y a las redes sociales, junto a una falta de acompañamiento familiar por la sobrecarga laboral de padres y madres, está afectando a los valores de los jóvenes. "Las redes normalizan el machismo y muchos vídeos difunden la idea de que las chicas son propiedad del chico", resume Toñi Domínguez, quien explica que, "aunque avanzamos en igualdad, también vemos retrocesos sociales importantes".
Durante años la violencia de género se ha tratado como un problema social, pero los especialistas del citado equipo explican que también "es un problema de salud porque estas mujeres presentan ansiedad, depresión, insomnio, somatizaciones… y se acaban medicando sin atacar el origen del problema. Nuestro trabajo consiste en proporcionar herramientas para que puedan salir de la situación".
Junto a la entrada en funcionamiento de estos equipos, todos los organismos del SAS en Huelva (Distritos Sanitarios Huelva-Costa y Condado-Campiña, Área Sanitaria Norte, Hospital Infanta Elena y Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez) cuentan también ya con el certificado de Centro Comprometido contra la Violencia de Género, un distintivo que otorga la Dirección General de Salud Pública y Ordenación Farmacéutica de la Consejería del ramo, con la evaluación de la Agencia de Calidad Sanitaria de Andalucía (ACSA), en reconocimiento a la labor de los centros del sistema sanitario público andaluz en la atención a las víctimas y en la lucha contra la violencia de género desde el ámbito sanitario.
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