Huelva

El botón rojo cumple 20 años

  • El Servicio Andaluz de Teleasistencia (SAT) cumple dos décadas de atención médica y personal con cerca de 14.000 usuarios en la provincia de Huelva

Ana, en su hogar de la capital onubense, es usuaria del botón rojo desde el inicio del servicio en 2002.

Ana, en su hogar de la capital onubense, es usuaria del botón rojo desde el inicio del servicio en 2002. / Rafa del Barrio (Huelva)

“Por la tarde tengo mis ventanas y mis persianas bajadas y en mi calle sólo hay un ferretería que está cerrada. No tengo a nadie, pero les tengo a ellos”, dice Concepción en referencia al personal de Servicio Andaluz de Teleasistencia (SAT). Esta mujer de 88 años vecina de Minas de Riotinto es usuaria desde 2002, el mismo año en el que se implantó el servicio que cumple ahora dos décadas. En la provincia de Huelva, actualmente hay 13.966 personas unidas por un botón rojo que supone en muchos casos su único contacto con el exterior.

“En lo peor del Covid se vio en un grado máximo lo que es estar solo sin desearlo”, cuenta José Antonio, uno de los profesionales que trabajan en Huelva en el SAT. Desde 2007 su desempeño está en atender a través de ese botón rojo a personas que “vienen de otro mundo”, uno en el que primaban los encuentros interpersonales y las relaciones sociales eran de tú a tú, sin dispositivos de por medio. Ahora, las nuevas tecnologías son las que les permiten una manera nueva de socializar porque, como dice José Antonio, “el botón está ahí, siempre ha estado, ellos saben que vamos a hacer lo indecible para ayudarles, que les vamos a sacar del atolladero”.Así lo percibe también Ana, una señora de 89 años de Huelva que vive junto a su hija Teresa, de 48, con síndrome de Down, ambas usuarias del SAT.

Ana junto a su hija Teresa, también usuaria del SAT. Ana junto a su hija Teresa, también usuaria del SAT.

Ana junto a su hija Teresa, también usuaria del SAT. / Rafa del Barrio (Huelva)

Las dos sufren diversos achaques de salud, entre ellos problemas de movilidad. “Lo recomiendo, son unas personas maravillosas y no me cansaré de decir lo cariñosas que son” porque Ana agradece que la llamen por su cumpleaños y por su santo, que en la pandemia y en diferentes momentos se hayan acordado de ella con recomendaciones, “cuando el confinamiento me decían que me lavara las manos y en verano que beba mucha agua y esas cosas”.

Manuel Antonio Conde, delegado en Huelva de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, destaca que “este servicio que lleva activo desde hace 20 años recibe una media de 823 llamadas diarias solo en la provincia, 14.365 en toda Andalucía”. Unas cifras que “ponen de relieve el éxito y la importancia de esta asistencia para todos los andaluces”, indica el delegado. Desde que arrancara el SAT en 2002, el número de usuarios en Huelva asciende a 32.497, “de ellas, el 80% han sido mujeres y el 20% hombres”. 

De ese número total, añade Conde, “el 58% de los usuarios viven solos y la media de edad es de 82 años, el 69% mayores de 80 años”. La situación actual es que “entre las personas que hacen uso a día de hoy del Servicio Andaluz de Teleasistencia nos encontramos con que 6.795 personas son dependientes, 67 personas presentan discapacidad y las 7.014 restantes pertenecen al colectivo de las personas mayores”. 

La línea permanece abierta las 24 horas del día los 365 días del año para registrar avisos, para prestar compañía y hasta para recordarles las pastillas que deben tomar si así lo desean. Ana ha tenido que llamar en diferentes ocasiones por cuestiones de salud pero también “sigo llamando para que me cojan número en el médico”. Sin embargo, explica que “me dicen que llame cuando quiera para hablar con ellos, pero no me gusta molestar”.

Esta señora es de una generación a la que “todo en la vida les ha costado tanto, una vida tan dura con muchas renuncias que para ellos cualquier cosa es extraordinaria, que les dediques dos minutos es la felicidad completa. Y es que la felicidad son estas pequeñas cosas”, señala José Antonio

Comienzos difíciles como los de Concepción, que aún recuerda una Guerra Civil que conoció a los 6 años, que tuvo que marchar a los 15 desde su pueblo a Sevilla a servir y que recaló en La Granada de Riotinto buscando un empleo para su marido porque, añade, “que no se crea la gente que las crisis son de ahora”. Encontró ese medio de vida en Minas de Riotinto, 42 años pasó “en lo que llaman el bujero”. Ahora, ya viuda y también con problemas de movilidad, utiliza el SAT, “me desahogo, porque salir no puedo. Cuando me acuesto coloco el botón en la mesilla y al levantarme me lo tengo que poner. También me llaman ellos porque como vivo sola, se me va a ir hasta el habla”. 

Ana es muy agradecida con la atención que recibe del SAT. Ana es muy agradecida con la atención que recibe del SAT.

Ana es muy agradecida con la atención que recibe del SAT. / Rafa del Barrio (Huelva)

Los profesionales al otro lado de la línea reciben continuamente formación interna y también cursos de apoyo emocional. Hay ocasiones, cuenta José Antonio,  en las “que hemos sufrido pérdidas personales y en tu duelo afrontas casos de los usuarios muy cercanos a lo que acabas de vivir, entonces cuesta distanciarte de tu plano sentimental”. La empatía es fundamental, casi una herramienta de trabajo, “esa calidad humana es el fuerte del servicio y por eso lo valoran tanto pero la confianza no se gana en un día, requiere un esfuerzo”. “La mentalidad que tienen es que sólo deben pulsar el botón en un caso extremo, que las cosas sólo se usan cuando es estrictamente necesario, así les han educado y la vida tampoco les ha permitido comportarse de otra manera”, cuenta desde su experiencia. También, añade, “otros llaman y dicen que se han equivocado, que le han dado al botón sin darse cuenta y entonces les das conversación”.

La socialización, de nuevo, que para algunos se entronca con la mascota que tienen en casa y hasta se da el caso de avisarles de la cita en el veterinario.Ana y Concepción se incorporaron al servicio desde su implantación en 2002. A Ana la llamaron “y dije que sí, porque se pone una mala...” y Concepción preguntó en su centro de salud al ver “que salía en la tele y dije: esto tiene que ser una cosa muy buena”. En el transcurso de estas dos décadas la vida de ambas ha cambiado, han enviudado y la salud ha ido mermando, pero el botón rojo se ha quedado

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