De la autoinculpación a la negativa

Santiago del Valle, imputado en el asesinato de la niña, ha realizado hasta el momento cuatro declaraciones de lo que hizo la tarde del 13 de enero de 2008 y pretende efectuar una quinta y que testifique su mujer

Un policía coge por el brazo al pederasta a su llegada al Palacio de Justicia el pasado lunes.
M. Rosa Font / Huelva

13 de enero 2010 - 01:00

Ha estado al tanto de las distintas fases de la investigación judicial del asesinato que se le imputa -el de la pequeña Mari Luz Cortés-, de los levantamientos parciales del secreto de las actuaciones (fueron tres) y sabe desde hace un año (en enero de 2009 el sumario quedó totalmente abierto) que en el último informe científico de los laboratorios de la Dirección General de la Policial y Guardia Civil no hay pruebas que lo incriminen.

En el negro aniversario del crimen que conmocionó hasta el último rincón del país y puso contra las cuerdas al sistema judicial (hoy se cumplen dos años de la desaparición de Mari Luz a pocos metros de su casa en la barriada de El Torrejón), el procedimiento judicial está en su recta final y se está a la espera de que el Juzgado de Instrucción 1 de Huelva, encargado del caso, se pronuncie sobre la petición del pederasta, Santiago del Valle, de prestar un nuevo testimonio (sería el quinto, sin contar con las declaraciones que hizo a la Policía la misma tarde de la desaparición de la pequeña).

En estos dos años, Santiago del Valle ha pasado de la autoinculpación inicial a eximirse de toda responsabilidad en la muerte de la niña, especialmente en los últimos meses, en constantes cartas remitidas a la instructora y a su letrado. Ahora tiene intención de que su última versión quede sobre papel en las actuaciones antes de sentarse en el banquillo cuando se fije el juicio.

Aunque no se le llegó a tomar declaración de forma oficial, la Policía le interrogó el día de la desaparición de la niña y el principal sospechoso dio explicaciones vagas e incoherentes de lo que hizo aquella tarde del 13 de enero de 2008.

Apenas dos días después, la Policía Nacional detenía y tomaba testimonio a Santiago e Isabel en la que fue la primera manifestación oficial. Saltaron dos versiones enfrentadas. El pederasta relataba que, después del almuerzo, se retiraron al dormitorio para echar una siesta. Se levantaron a las 16:15 y se marcharon juntos al centro de la ciudad a pasear. El pederasta situó el regreso a la casa en torno a las 20:30 y afirmó que en todo momento estuvo con su mujer. Pero Isabel no le cubrió las espaldas y dejo cabos sueltos en la coartada de su marido, como en una especie de ataque de amnesia.

La Policía no tuvo otro camino que poner al matrimonio en libertad al día siguiente al carecer de pruebas que los incriminasen. Aquel mismo día (16 de enero), el pederasta y su esposa ya tenían los teléfonos pinchados.

Tuvo que pasar mes y medio para que los investigadores dieran el paso definitivo y arrestaran a Santiago del Valle e Isabel García. Fue entonces (26 de marzo de 2008) cuando el presunto asesino de Mari Luz dio su segunda versión: la de la muerte accidental. El pederasta relató que la niña le acompañó de forma voluntaria hasta el portal de su casa, en el número 1 de la Avenida de las Flores de El Torrejón (al doblar la esquina de la Plaza Rosa, donde residía la familia Cortés), reconoció que le tapó la boca y, tras caerse la pequeña accidentalmente con resultado de muerte, "se asustó y la escondió" en un carro de la compra, donde la trasladó hasta deshacerse del cuerpo.

Las versiones del principal imputado por el asesinato y por un delito de agresión sexual a la niña se deben unir, a lo largo de toda la instrucción, con las declaraciones que ha ido realizando su mujer. Fue en Cuenca cuando Isabel García delató a su marido y su ausencia en los calabozos de la Policía, donde Santiago y Rosa del Valle pasaron la primera noche tras su detención, despertó las sospechas de su marido de una traición. "Santiago preguntaba constantemente por su mujer y decía que estaba compinchada con la Policía", llegó a afirmar la hermana del pederasta.

El imputado exculpaba a su mujer y a su hermana en la última de las dos declaraciones que realizó ante la instructora el 27 de marzo de 2008 y asumía los hechos en solitario. "Lo hice por eso que me pasa con las niñas y que no puedo evitar...", admitió.

Escondido tras los plásticos que cubrían la ventana de su casa, relató, observó que Mari Luz regresaba del quiosco y le tiró un muñeco (un osito blanco) para llamar su atención. Aquí, de nuevo, se aferra a la muerte accidental. "En ningún momento llegué a tocarla... no me dio tiempo". Desde la misma puerta de la vivienda, le hizo un gesto con la mano para que subiera, pero la pequeña -siempre según su declaración- se asustó y se giró para dar la vuelta, momento en el que, según Del Valle, tropezó y se cayó: quedó inconsciente en las escaleras.

El pederasta subió a la casa para coger un carrito de compra, en el que metió a Mari Luz, y después tapó la parte superior del carro con un chaquetón negro para evitar que se le viera. Después, salió de la Avenida de las Flores y se dirigió hacia la zona del Hotel AC, donde arrojó la niña a una al cantarilla (redondas y con escaleras) que situó a unos 300 metros de su casa. "No sé si estaba o no viva", dijo entonces.

Poco después (30 abril de 2008) ante la titular del Juzgado de Instrucción 1 de Huelva, Isabel García habló ya sin contemplaciones de su marido. "Si te pregunta la Policía, tienes que decir lo que yo te diga. Ten cuidado con lo que hablas, si yo voy a la cárcel, te arrastro a ti también; si declaras en mi contra, cuando salga te buscaré hasta debajo de las piedras y no vas a quedar viva". Según la mujer, pieza clave para la Policía, recibió estas amenazas por parte de Santiago en la misma tarde del 13 de enero, cuando desapareció Mari Luz. Entonces, dio más detalles de horas ante la juez y afirmó que su marido metió las botas que llevaba en la lavadora y que hicieron lo mismo con la ropa que él llevaba salvo el chaquetón.

La noche en la que los hermanos Del Valle ingresaban en la prisión, la mujer del pederasta dormía en una prisión en Sevilla y al día siguiente ingresó en la cárcel hispalense para cumplir la condena pendiente por consentir los abusos sexuales a su hija por parte de su marido.

En septiembre de 2008, volvió a comparecer a petición propia para rectificar y dijo que las declaraciones anteriores eran pura invención y que su marido, con el que había mantenido conversaciones telefónicas y correspondencia, era inocente de la muerte de Mari Luz.

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