TRIBUNA

Visión y misión: ecos de la visita 'ad Limina'

  • Encuentro de obispos españoles en Roma

El papa Francisco recibe a Santiago Gómez Sierra, obispo de Huelva.

El papa Francisco recibe a Santiago Gómez Sierra, obispo de Huelva. / M. G.

La semana del 17 al 22 de enero, un grupo de obispos españoles hemos participado en lo que se conoce como Visita ad Limina Apostolorum, que incluye la peregrinación a las tumbas de los santos Pedro y Pablo en Roma, el encuentro y diálogo con las distintas instancias de la Curia vaticana y la audiencia privada con el papa Francisco.

Para los obispos, sucesores de los apóstoles que rubricaron su testimonio de fe en Jesucristo con la sangre del martirio, esta ha sido una experiencia profundamente espiritual y eclesial de íntima comunión apostólica. El rico y sincero diálogo con el Papa y sus colaboradores, ha posibilitado abrir nuestra realidad diocesana para ser confirmados en la fe y en la misión que Cristo nos encomienda. Es difícil hacer síntesis de esta vivencia de catolicidad en unas pocas palabras, pero, al menos, quiero compartir con vosotros algún eco de lo que reconozco como intuiciones para una visión y misión del presente y futuro de la Iglesia en Huelva.

En primer lugar, necesitamos despertar con urgencia nuestro ser “discípulos misioneros”. En un contexto de secularización, ya no podemos dar la fe por supuesta ni siquiera entre quienes participan de algún modo en la vida de la Iglesia. Debemos atraer, a cuantos se les enfrió la fe y a quienes no han sido bautizados, hacia el encuentro con Jesucristo, quien nos salva. La catequesis es, también, una tarea que necesita ser entendida de un modo más integral: una Palabra que no sólo debe llegar a la cabeza de los niños y catecúmenos, sino al corazón y las manos, para vivir una relación personal con Dios que mueva al compromiso con los demás.

Pero de nada nos sirve estar “en salida misionera” si no existe una Iglesia que acoja e incorpore a la comunidad cristiana. Hemos de proporcionar verdaderas oportunidades para experimentar una auténtica comunidad donde se comparta y viva la fe en lo cotidiano. La Iglesia debe presentarse como ámbito de un nuevo estilo de vida en el que resulte posible esta experiencia. En este sentido, el momento sinodal que estamos viviendo se nos ofrece como una experiencia más espiritual que política. Se trata de hacer crecer dentro de nosotros una conciencia y sentido de pertenencia mutua, de vivir intensamente la unidad eclesial, de sabernos y sentirnos verdaderos corresponsables de la misión de la Iglesia.

Finalmente, la caridad nos mueve a estar presentes en la vida pública mostrando esa diferencia de la práctica moral cristiana, siempre a favor del bien común y de la persona en toda su integridad. El Papa, buen conocedor de la situación política y social de España, nos hizo una llamada a ser promotores de la amistad social y de la fraternidad. En medio de un ambiente, a menudo, de confrontación y de crispación, la Iglesia debe ser instancia y elemento de fraternidad.

Particularmente significativa es la situación de los inmigrantes entre nosotros, tema recurrente en las conversaciones de esta visita. La cantidad de migrantes que pueden ser acogidos es una cuestión política que corresponde decidir a gobiernos y administraciones de cada país y a la Unión Europea. Pero la Iglesia, debe seguir llamando a acoger, acompañar, promover e integrar, testimoniándolo con su propia praxis. Estos cuatro verbos resumen, de algún modo, la apasionante tarea que Dios pone en nuestras manos.

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