Huelva

Tsunamis Huelva: Lo que el recuerdo del Terremoto de Lisboa nos enseña

Grabado de la Huelva de la época del Terremoto de Lisboa.

Grabado de la Huelva de la época del Terremoto de Lisboa. / H. I. (Huelva)

Fue tal día como hoy. Por supuesto ninguno de los que lo vivió esperaba que sucediera. Ni siquiera había recuerdos de la última vez que sucedió. Huelva sufrió el 1 de noviembre de 1755 el mayor desastre natural de su historia. Una jornada normal, como la de cualquier Día de Todos los Santos en el que los onubenses de entonces se disponían a sus quehaceres cotidianos. 267 años después la historia recuerda cada 1 de noviembre que el mar volverá a golpear la costa de Huelva en algún momento.

Para los estudios quedó denominado como Terremoto de Lisboa. Incluso en Huelva se le conoce así. Las costas onubenses recibieron el impacto del maremoto que provocó el seísmo. Fue 45 minutos después. Y volverá a pasar. Los científicos lo tienen muy claro porque además no fue el primero ni será el último. Hay registros geológicos de al menos 14 tsunamis letales en estas aguas. La actividad sísmica en la zona del Cabo de San Vicente convierte el litoral onubense en una zona vulnerable. Por ello Huelva será la primera capital de España en tener un plan especial con el que responder. Y no será el único municipio. Isla Cristina, Ayamonte y Lepe ya trabajan en los suyos al modelo que prepara Chipiona.

El Ayuntamiento de la capital onubense presentará en los próximos días su plan especial. Como anticipó Huelva Información, identifica los puntos seguros a los que deberán acudir los onubenses en caso de activarse el riesgo de tsunami. Se trata de las zonas más elevadas de la ciudad o cuya orogrofía garantizan que las olas no lleguen como el Parque Alonso Sánchez, cuatro puntos de la avenida de Andalucía (rotonda de los bomberos, a la altura del restaurante Faro, carpas y monumento al Fútbol), Parque Moret, Ciudad Deportiva, IES Alto Conquero, explanada de Los Desniveles en La Orden, el campo de fútbol Julián Contreras en El Torrejón y las zonas elevadas en La Ribera y La Alquería.

Todos los espacios reúnen características similares. Son abiertos para acoger un número importante de población, accesibles desde las principales vías de la capital onubense y están distribuidos por todo el mapa de la capital para que cualquier ciudadano disponga de tiempo suficiente para llegar. Para ello se divide la zona inundable de la capital en ocho áreas a las que corresponderá un punto de encuentro seguro en función de su proximidad. La ruta de evacuación es a pie (nunca hay que plantearse utilizar el coche).

La ciudad quedará señalizada con las rutas de escape, se instalarán sistemas y sobre el plan hará mucho hincapié en la formación de la población para tener capacidad de respuesta y preparar a los equipos de emergencias que tendrán que actuar cuando llegue el momento. Hay una cita que bien cabría aplicar a la relación de la actual provincia de Huelva con su pasado. La frase se le atribuye a Cicerón: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. Si Huelva supiera cuando a volver a pasar no necesitaría un plan de emergencias, le bastaría con uno de evacuación. Como va a volver a pasar, mejor tener capacidad reducir en la medida de lo posible el impacto de un desastre natural que la Fundación Mapfre cifró en un informa de 2005 en más de 100.000 las víctimas mortales que causaría. El de Lisboa dejó en España 61 muertos por el terremoto y 2.000 por el tsunami, mientras que las pérdidas materiales ascendieron a 70 millones de reales de vellón, equivalentes a 600 millones de euros actuales. Entre ochocientos y mil onubenses desaparecieron engullidos por la gran ola. Era una costa infinitamente menos poblada que la actual.

El documento que se presentará en los próximos es fruto de un amplio equipo multidisciplinar que lleva años trabajando para preparar la capacidad de respuesta de la ciudad. Geólogos, responsables de los equipos de emergencias, fuerzas de seguridad, asesores de la Universidad… Todo el saber confluirá en un plan cuyo objetivo es salvar vidas o al menos evitar que la pérdida de estas sea la menor posible cuando llegue la gran ola. Otras localidades de la costa como Ayamonte o Isla Cristina ya siguen un modelo similar como en Chipiona.

Cada año se registran cientos y en ocasiones más de un millar de temblores. No es casual. La provincia se encuentra en una zona próxima a la dorsal atlántica que cruza el planeta de polo a polo y a la fricción entre Europa y África. La respuesta a todo ello es un triángulo que abarca prácticamente el equivalente geográfico del Golfo de Cádiz. Se denomina falla Azores-Gibraltar y justo a unos 250 kilómetros al suroeste del Cabo de San Vicente en perpendicular a la costa onubense se bifurca en la montaña subacuática llamada Gorringen.

La Historia ayuda a aprender. La propia Lisboa ha tomado buena nota de ello. Más de 250 años después, la capital portuguesa revive a través de un museo interactivo el acontecimiento que también cambió la forma de hacer ciencia y el pensamiento filosófico de la época. El Gran Terremoto a secas como se le llama allí, con una magnitud estimada de 8,5 en la escala Ritcher, sacudió Lisboa la mañana del día de Todos los Santos, cuando muchos de sus habitantes estaban en misa. Las velas encendidas en las iglesias provocaron múltiples incendios y el temblor desató un maremoto, una serie de catástrofes que destruyeron gran parte de la ciudad y mataron a un cuarto de su población.

El terremoto y sus impactos se pueden revivir ahora en Quake, un centro interactivo en el turístico barrio de Belém que permite volver al siglo XVIII a través de simuladores de seísmos, relatos de la época, paneles interactivos y hasta una máquina del tiempo. Lisboa sacó sus lecciones. La reconstrucción de la capital lusa fue la primera planificación a gran escala de una ciudad en la Edad Moderna, a manos de un primer ministro que pasaría a la historia como el Marqués de Pombal. Este marqués quiso reconstruir la ciudad a prueba de terremotos y dio nombre a la "jaula pombalina", una estructura de madera usada para que las edificaciones resistieran los temblores. También trató de entender lo que había ocurrido y elaboró un cuestionario para las localidades afectadas, que ayudó a sentar las bases de la sismología moderna.

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