Huelva

Sobrevivir en Bucha después del asedio, la crónica de dos onubenses en la invasión de Ucrania

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes / Rafa del Barrio (Huelva)

Bohdan Slava tiene los ojos enrojecidos y la mirada cansada y perdida como si no entendiera lo que está pasando. Subimos con él a un octavo piso sin ascensor, donde se encuentra todavía el cuerpo calcinado del que fue su amigo y vecino tapado con un trapo mugriento. No queda nada de lo que fue su vivienda, excepto los escombros de los tabiques y las paredes desnudas. Un proyectil entró por la ventana, reventó en el interior y provocó un incendio que afectó también al de Bohdan situado debajo del mismo. Nos lleva a su apartamento. El aire es irrespirable. Todas las paredes están negras, los cristales rotos y los muebles y ropa se amontonan por todos los rincones.

Nos enseña el trazado de un proyectil que entró por la habitación de su madre, cruzó la pared del pasillo, se llevó por delante un trozo de la puerta de la calle, y entró en la cocina por un tabique impactando contra la esquina de un mueble.

En esas condiciones vive este hombre, sin luz, sin agua y sin gas para las estufas, y sin internet. Igual que los 23 vecinos que han quedado de los 124 apartamentos de un gran bloque dividido en secciones. Como todos los habitantes que siguen viviendo en Bucha. Fuera hace seis grados. Un viento gélido traspasa los frágiles plásticos que cubren las ventanas sin cristales y el cuerpo se entumece. Graniza. A veces, nieva.La mayoría de los habitantes de Bucha han huido por los corredores humanitarios que pudieron funcionar durante el asedio, no sin peligro. Había que correr durante cinco kilómetros hasta llegar a los autobuses. Por eso sólo quedaron los ancianos, los discapacitados y algunos hombres.

Dos jóvenes se fotografían sobre la torreta de un BTR ruso. Dos jóvenes se fotografían sobre la torreta de un BTR ruso.

Dos jóvenes se fotografían sobre la torreta de un BTR ruso. / Rafa del Barrio (Huelva)

Liuda, de 70 años explica que su hija y sus nietos huyeron, pero ella no podía abandonar a su perro y a su gato. No permitían llevar animales porque las personas tenían prioridad. Está cocinando junto a otra vecina en la puerta del bloque de ocho pisos, un borsch, comida típica ucraniana, en una cocina de leña, para los 15 vecinos que viven en la misma escalera. Explica que duerme con el abrigo puesto, el gorro y muchas mantas encima: “Pero paso mucho frío”, añade Liuda.

No hay supermercados abiertos ni bares ni tiendas. Nada. Y todos han perdido sus trabajos “porque ahora no funciona nada”, comenta Nicolay alrededor de la olla colectiva. Mientras hablamos, llega un coche a la puerta del bloque y dejan, como autómatas, unas bolsas en el suelo. Son los voluntarios que traen ropa y comida de la que depende ahora la población.

Durante días los cuerpos de los civiles asesinados estuvieron tirados sin enterrar. Durante días los cuerpos de los civiles asesinados estuvieron tirados sin enterrar.

Durante días los cuerpos de los civiles asesinados estuvieron tirados sin enterrar. / Rafa del Barrio (Huelva)

“Azúcar, arroz y latas, comida militar”, comenta Nicolay, “pero no hay comida para las mascotas”, añade. Mientras se termina de cocinar la sopa, Liuda prosigue: “Había soldados rusos y bielorrusos que hacían safaris desde las ventanas de los apartamentos, mataron a un hombre y tuvimos que enterrarle en el jardín porque no podíamos acercarnos al cementerio”. Según el Gobierno ucraniano, los rusos asesinaron a alrededor de cuatrocientos civiles en esta ciudad.

En la iglesia de San Andrés, donde encontraron una fosa con unos 57 cadáveres de civiles asesinados, un sacerdote celebra la misa de Pascua delante de un centenar de personas, la mayoría mujeres ancianas, con la tristeza en el rostro y con una rama de sauce en las manos. Dicen que trae buena suerte. Es el único lugar en la ciudad donde hay humanidad. Las calles están vacías. Apenas hay circulación. No hay niños. Sólo se escucha el graznido de los cuervos.

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes / Rafa del Barrio (Huelva)

Evgen aparece desde los escombros de una casa. Mira al suelo cubierto de hierros retorcidos, cristales rotos, tabiques derribados, chapas de tejado, restos de paquetes de comida rusa, uniformes de los soldados y mucha munición. Ha venido a ver la casa destruida de un amigo que está en Lviv (Leópolis), que pudo salir por uno de los corredores humanitarios antes de los bombardeos, para hacer fotos y enviárselas. Trabaja como conductor voluntario repartiendo alimentos por las zonas devastadas del este del país. Un trabajo expuesto. “Sí, pero hay que ayudar, la gente necesita comer”.

Nos pide que tengamos cuidado con lo que pisamos porque puede ser peligroso. Igual que la casa del amigo de Evgen, en esta calle donde los rusos se emplearon a fondo, la mayoría de las viviendas han corrido la misma suerte. Una de ellas es de Gregory, de 85 años de edad.

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes

La crónica de dos onubenses en la guerra de Ucrania, en imágenes / Rafa del Barrio (Huelva)

El tejado de su casa no voló con las ondas expansivas de los bombardeos porque está hecho de metal, pero sí estallaron todos los cristales de la casa. Varios soldados rusos entraron en su casa, chechenos entre ellos, preguntaron el número de personas que vivían allí y rompieron todos los teléfonos móviles.

Después de un mes de asedio, ahora toca limpiar la zona de minas antipersonales, retirar los restos de la batalla de las calles y desenterrar e identificar a las personas asesinadas que los vecinos enterraban a toda prisa, en cualquier parte, cerca de sus casas, porque el ejército ruso impedía acercarse al cementerio. Y, sobre todo, una investigación independiente que aclare si se cometieron crímenes de guerra entre la población civil.

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