Huelva

Rociana del Condado se pone en camino entre cantes por las arenas

  • La comitiva, que remonta su historia a 1919, estuvo acompañada por su ahijada, la Hermandad del Rocío de Niebla

Un año más Rociana del Condado volvió a echarse a los caminos para ver a la Virgen del Rocío. Miles de personas se erigieron en el latido humano de una devoción que ahonda sus raíces con anterioridad a 1919 en que se convirtió en filial.

Con las primeras claras del día Rociana se desperezaba y un constante trasiego de ciudadanos encendían de vida las calles. Desde los solares se acicalaban los caballos mientras sus cascos sonaban al paso por el asfalto y las mujeres se maquillaban y se enfundaban en el traje de faralaes. "Hoy es un día grande para Rociana", sentenciaban los rocieros. No le faltaban razón; no era fiesta, pero como si lo fuera. La mayor parte de las tiendas colgaron el cartel de cierre y el pueblo se embarcó hacia la aldea.

Previamente, a las ocho de la mañana, la iglesia San Bartolomé Apóstol acogió una eucaristía oficiada por el párroco Cristóbal Robledo en compañía de la junta de gobierno con su presidenta María del Rocío Trigueros a la cabeza; el hermano mayor, José Manuel Valencia; y el pregonero y ex presidente, Rufino Sagasta.

Al termino de la misa y con la música de los Tamborileros de la Asociación Rociera 2019 el Simpecado tomo posición en la carreta y tras despedirse de la patrona, la Virgen del Socorro, partió al paseíllo por las calles del pueblo donde recibió la despedida de los ciudadanos.

La 'ahijada' de Rociana del Condado fue otra de las hermandades que completó su periplo hacia la aldea. Una filial mocita en cuanto a antigüedad, pero veterana y de solera en lo que implica su devoción a la Reina de las Marismas frente a la que ayer volvieron a postrarse.

Fue en una jornada en la que los peregrinos a pie de la carreta quedaron exhaustos tras cubrir casi cuarenta kilómetros de camino, si bien los rostros eran de felicidad, por tener oportunidad de vivir, un años más, una Romería en honor a la Señora.

Antes de coronar la aldea, Niebla regó el camino de cantes y bailes, sobre todo en el Pino Cáceres, donde muchos iliplenses se desplazaron para compartir almuerzo con la hermandad.

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