Huelva

La Purísima Concepción ilumina los corazones de los onubenses

  • La imagen recorre el centro de la ciudad con los sones de la Banda de Música Maestro Tejera

La Purísima Concepción ilumina con su rostro inmaculado las calles céntricas de la ciudad de Huelva.

La Purísima Concepción ilumina con su rostro inmaculado las calles céntricas de la ciudad de Huelva. / Alberto Domínguez (Huelva)

Huelva se citó con su Purísima Concepción como nunca antes lo había hecho. Alumbrada por la luz que emitía el cielo despejado y custodiada por sus fervorosos hijos, la imagen asomó por el dintel para abrazar a una ciudad que aguardaba impaciente por reencontrarse con su Madre, quien repartía fe y esperanza a todos los fieles que se acercaron a ella.

Mecida por unos costaleros que la sostenían con armoniosos movimientos de cadera, la Purísima Concepción navegaba con mesura y sutileza por el apacible mar creado en las calles del centro de la ciudad. Su rostro, pulcro y sereno, fijaba la mirada en todos sus hijos que se deleitaban con una nueva tarde de gozo para sus corazones.

La Purísima Concepción transitaba con un vaivén lento y poderoso, ataviada con su inmaculado manto brocado de intenso azul y ocre. Su cara se iluminaba con una corona de plata que se fundía con las luces navideñas que cedían sus destellos a un cielo que vio bajar a una imagen que denotaba amor.

Huelva nuevamente sintió un 8 de diciembre y lo hizo como nunca. La devoción que arrastra a los onubenses a las calles para arropar a su Madre quedó evidenciada con las lágrimas y oraciones que Huelva le dedicó. La ciudad estuvo a su lado y ella lo agradecía con un paso firme y colorido.

Los onubenses pudieron respirar su limpio aroma a incienso. Su olor a pulcritud embadurnaba los corazones de sus hijos que no podían esconder su deseo de acompañarla durante su camino por las calles céntricas.

El recorrido, sin embargo, no se acotó al centro de la capital onubense. La Purísima Concepción volaba para encontrarse con los fieles seguidores que la esperaban desde sus balcones. A una altura que elevaba a la imagen al cielo que la hospeda durante el resto del año.

Las notas de los experimentados músicos que componían la Banda de Música Maestro Tejera infundían su alegría musical para que ella rebosara felicidad y cariño en todo momento. Representaciones cofrades escoltaban su paso, el refugio sobre el que saludaba cuando el cielo se tornaba rojo para dar la bienvenida a la noche.

La oscuridad encendió su rostro aún más si cabe. El exorno floral dispuesto por Antonio Rivera resaltaba su mirada que conectaba con los ojos de aquellos quienes fijaban en ella sus pupilas insaciables. Huelva se abrigó en ella y la Purísima Concepción navegaba con la satisfacción de haber correspondido la devoción que sienten sus hijos.

El recorrido de la imagen estaba repleto de momentos álgidos que despertaban un gran sentimentalismo en el ambiente. Su paso por las hermanitas de la Cruz en la Plaza Niña o su visita a la Esperanza en una calle que tiene su misma denominación se tornaban conmovedores por la comunión fraguada entre los cristianos.

La noche caía cuando la imagen alcanzaba las calles Murillo, Vázquez López y Rico. Ya en la iglesia de la Concepción sus mayores devotos esperaban para darle su último aliento antes de que finalizara una jornada que los corazones de los onubenses no conseguirán olvidar. Con la entrada en el templo, el contador volvía a dibujar los 365 días de espera para una nueva salida.

Después de una intensa preparación que abarcó una novena, los sones de los instrumentos de los tunos o un rosario, entre otros cultos, se presumieron como la mejor de las antesalas para un recorrido en el que Huelva la amó como siempre y la disfrutó como nunca.

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