Todo está en tí

Psicología y Salud: Cuando tus pensamientos son tu mayor enemigo

Una mujer piensa en sus acciones.

Una mujer piensa en sus acciones. / H. I.

Lo que nos dice nuestra mente, nos lo creemos a pies juntillas y no lo cuestionamos. Hablo de nuestra mente, es decir, de nuestras creencias, juicios, miedos, valores… que pueden ser negativos y positivos. El problema es cuando nuestra mente lleva el control de todo esto y no nos soltamos. Está todo el día queriendo controlar cualquier cosa que dependa o no dependa de nosotros. Y al estar así continuamente, perdemos la noción de lo que realmente importa, y acabamos siendo víctimas de un hábito muy dañino e inútil que nos desgasta.

Nuestra mente sólo deberíamos usarla en cada momento ante una situación que requiera de una tarea concreta. La mayoría de nuestros pensamientos enemigos son los que nos plantean... “si lo hubiera hecho”, “si lo hubiese dicho”, “lo que será o no será”... Todo esto va en contra del pensamiento amigo, que es el momento presente, y se hace soltando el control.

Además de estos pensamientos enemigos están los que se refieren a nuestra autocrítica: ¿serías capaz de hablarle así a tu mejor amigo, a tu hijo o tu hija, a tu padre o a tu madre?

“No valgo nada, soy torpe, soy débil, no soy suficiente…”. “La verdad es que no sé porque me hablo tan mal, estoy todo el día dándome caña , me critico por todo, todo el día estoy haciéndome juicios extremos de cómo hago esto o lo otro, de lo que he dicho y no he dicho”. Estos son ejemplos de cómo son nuestros pensamientos con nosotros mismos.

¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué nos criticamos tan duramente? ¿Nos gusta castigarnos?, ¿somos masocas? Todo comportamiento que se repite es porque tiene una ganancia secundaria, aunque parezca mentira y sea algo malo.

Hay varios motivos para explicarlo. Uno es porque al criticarnos nos sentimos mal y al sentirnos así es probable que dejemos de hacerlo de esta manera y cambiemos. Por ejemplo, tengo que terminar un trabajo y no lo hago; me critico, me doy caña, y al sentirme mal me va a llevar a terminarlo al día siguiente. Pero, claro, esto es una trampa y nos va a generar un doble problema: el hecho de vivir con una angustia permanente, sintiéndonos mal y alimentando esa imagen negativa y errónea de nuestro auto concepto.

El otro motivo es peor todavía, porque al hablarnos así, nos estancamos y no hacemos nada para mejorar. “¡Pobrecito de mí, no valgo nada, soy un despojo!”. Así, a corto plazo nos liberamos de nuestras responsabilidades, que es más cómodo, aunque mucho más disfuncional y negativo.

¿Pero por qué nos hablamos así y nuestros pensamientos son tan negativos? Son varias las razones. Nuestra autocrítica es una costumbre que hemos aprendido la mayoría de las veces del exterior. Desde la infancia hemos escuchado “eres muy torpe, muy pesado, ponte a estudiar, tienes que hacer esto, mira a tu hermano, primo...”, pero hay que recordar que todo lo que se aprende, ¡se desaprende!

La autocrítica hace que estemos en guardia, continuamente activos para pillarnos el mínimo fallo, juzgándonos y actuando como verdaderos verdugos.

Es cierto que tener un grado de autocrítica es bueno, pero debe ser una autocritica adaptativa, que nos haga mejorar en nuestros errores, sirviéndonos del aprendizaje y no del error. Contribuye a mejorar nuestra autoeficacia y, por lo tanto, nuestra autoestima.

Pero cuando hay pensamientos feroces por los que no vemos nunca las cosas que hemos hecho bien, o cuando las conseguimos les restamos la importancia que tienen y nos desvalorizamos en nuestros logros, esta autocrítica hará que tengamos menos confianza en nosotros mismos y reforcemos esos pensamientos negativos.

El perfeccionismo también es otra arma demoledora. Los pensamientos perfeccionistas nos hacen estar siempre en la exigencia y nunca en la satisfacción. Nos lleva a tener muchos miedos ante el error, ya que no lo vemos como un aprendizaje sino como un fracaso. Está bien exigirse a uno mismo dentro de un orden, pero sobre todo hablándonos de una manera empática y con amor.

Pero el perfeccionismo negativo nos lleva a tener pensamientos que castigan nuestra autoestima y, como consecuencia, a nosotros mismos con dureza.

Tenemos que tomar conciencia de que no todo lo hacemos mal. Todo lo contrario. Hay que poner ahí el foco en pensamientos positivos sobre nuestras capacidades y resultados.

¿Cómo podemos manejar estos pensamientos y empezar a que estos sean más positivos y adaptativos?Debemos empezar por hablarnos en términos concretos y no generalizando. Decir “qué vago soy” es una generalización, que conviene cambiarla, por ejemplo, por “ahora no tengo ganas de fregar los platos y lo haré después de la siesta”. Al hablarnos en términos concretos no nos estamos juzgando ni criticando, nos damos permiso.

Es necesario ir reforzándonos, dándonos ánimo por cómo estamos haciendo las cosas, cada paso que damos. Importa corresponder el esfuerzo con un elogio, salga como salga, porque lo importante es que lo estamos intentando.

También hay que tener claro que no todo lo hacemos mal, ni mucho menos. Donde está nuestra atención, está nuestra energía. Empecemos a poner el foco en lo que vamos haciendo bien en el día a día. Cuando nos metamos en la cama, hagamos un balance de las cosas que hemos hecho bien durante el día.

Y tenemos que trabajar la autocompasión: la persona quiere su felicidad y, sobre todo, su bienestar, aceptando las limitaciones. Es la bondad con uno mismo, dejando el juicio asesino, hablándonos internamente con mucha comprensión y cuidado. Pero no debemos entender la autocompasión como pena o lástima hacia nosotros mismos. Es acompañarse en el propio sufrimiento, también cuando hemos fallado a alguien o a nosotros, y cuando no nos sentimos capaces de hacer algo; todo esto desde la bondad y el cariño. Debemos hacer el cambio de esos pensamientos desde la calma, sin juzgarnos, dándonos ánimo por lo que vamos consiguiendo.

Hay una serie de hábitos que podemos empezar a realizar como entrenamiento para cambiar esas formas de pensamientos negativos y educar a nuestra mente, que es el peor amo y el mejor esclavo.

Si dejamos de tener en cuenta las opiniones y juicios de los otros, nuestros pensamientos negativos sobre nosotros disminuirán. Dejar de criticar a los demás también ayuda mucho. Silenciar nuestra mente cada vez que nos perturbe: “¡No me interesa lo que me estás contando! Aprender a respirar hace que seamos más conscientes del momento presente. Usar un vocabulario que no sea despectivo ni con juicios negativos. Y relativizar nuestros errores, porque muchas veces exageramos su importancia.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios