"Parí un niño muerto y al otro día me asignaron otro crío que no era mío"
BebÉs robados
MARTA Dolores Lepe tenía 25 años cuando se quedó embarazada por segunda vez. Sólo once meses antes había sufrido un aborto, cuestión que la empujó a someterse a constantes revisiones en un ginecólogo de pago. Iba a ser un niño. El 24 de marzo de 1973 empezaron los dolores de parto. "Cuando llegué al hospital Manuel Lois de Huelva ya llevaba las aguas rotas", apuntó. Le dijeron que tuviera paciencia, que el parto sería lento; la ingresaron en una habitación durante dos días, bajo la vigilancia de una matrona. El día 26 se intensificaron los dolores. Sobre las 21:00 le hicieron el último reconocimiento: "La matrona me puso una trompetilla en la barriga y me dijo que el niño estaba muerto". A Marta se le encogió el alma, se le cayó el mundo encima y "me hundí de tal forma que todavía no he reaccionado". Los dolores físicos no eran nada comparado con el de saber que no vería con vida a su pequeño. "No lo notaba moverse mucho, así que me lo creí; después he sabido que cuando los niños están encajados apenas se percibe su movimiento".
La trasladaron a otra habitación para que dilatara. Allí sobrevivió a duras penas "sola" durante siete angustiosas horas "inolvidables", las que transcurrieron hasta que a las cuatro de la madrugada la llevaron al paritorio.
Dio a luz a las 4:20. Cuando su hijo nació no lloraba, "pero hay veces que a los críos hay que darles unos azotes para que reaccionen y a él no se los dieron". Pudo verle la carita por primera y última vez cuando lo recostaron sobre su vientre exhausto para cortarle el cordón umbilical. Marta se fijó en que "mi niño tenía mucho pelito moreno y rizado, era muy lindo", estaba aparentemente sano y "se parecía a su padre", el marido de la palmerina, Manuel Delgado. Luego lo envolvieron y se lo llevaron. De regreso a la habitación, destrozada, le reiteraron que el crío había fallecido.
A la mañana siguiente "yo estaba como en otro mundo". Cuando volvió la vista a una orilla de su cama, observó que había una cuna y, dentro de ella, un niño. "Era peloncito, rubito, gordito y pecosito, precioso el chiquillo, pero poco tenía que ver con el mío". Se sorprendió cuando le dijeron que le diera el pecho pese a que le habían puesto la inyección para cortarle la leche. Nadie le explicó nada más.
Ella se preguntó que dónde estaría la madre de ese niño que llevaba en la muñeca una pulsera con el nombre de otra mujer. Cuando verbalizó sus pensamientos, obtuvo la callada por respuesta. Varios familiares de Marta acudieron al hospital para hacerle una visita y acompañarla en tan duro trance mientras su marido, destrozado, se encargaba del papeleo. "Preguntaban por la habitación en la que estaba la mujer de La Palma a la que se le había muerto el niño y los médicos y enfermeras les contestaban que su hijo no estaba muerto, sino vivo". Por la tarde se llevaron al recién nacido que estaba junto a su cama y tampoco volvió a saber de él.
Todavía a menudo le asaltan las dudas de si realmente aquel niño era su hijo, aunque está convencida de que no se parecía en nada al que parió aquella madrugada. "Llevo 38 años con una condena, es un suplicio muy grande".
Estuvo ingresada en el centro una semana más, a la espera de un legrado que no llegó hasta el séptimo día. "Hasta el último momento en mi historial decía que mi niño estaba vivo, pero no apareció por ninguna parte". De hecho, en el momento de darle el alta, le dijo el facultativo: "Ea, ya se pueden marchar usted y su hijo". Ella le replicó, diciéndole que su bebé estaba muerto. El médico "no contestó y echó a caminar por el pasillo".
Durante la mañana siguiente al nacimiento, Manuel Delgado tuvo que reconocer el cadáver. Bajó al mortuorio destrozado, acompañado por otros familiares. "Le enseñaron a un niño que estaba metido en una cajita, pero la única que lo había visto era yo, así que nunca sabré si era o no era el mismo". Quiso que el seguro de la pareja se hiciera cargo del entierro, pero le dijeron que ya ellos se encargarían del asunto: "Nunca nos avisaron sobre la hora del entierro ni nos dijeron dónde lo habían enterrado; no nos dieron ni un papel".
Cinco años después, "estaba esperando con una ilusión horrorosa que me devolvieran el cuerpo de mi hijo para enterrarlo con los míos". Acudió a su seguro, donde le comunicaron que "no había papeles y que lo habían enterrado en una fosa con otros pequeños". Marta se quedó petrificada, porque "en la fosa enterraban a los fetos de padres sin posibles, y yo tenía un seguro y dinero para afrontar aquellos gastos". Es algo que no olvidará jamás. No entiende por qué motivo "se hicieron dueños y señores de su cuerpecito y me lo tiraron".
Es madre de cuatro hijos -Alfonso Luis, Manuel Jesús, Juan Francisco y Marta- y "tuve otro aborto con cuatro meses de gestación que está enterrado con mi gente y eso me deja tranquila, aunque fuera un disgusto, pero este niño no sé dónde está".
Recientemente se ha animado a "moverse". Aunque todavía no ha presentado una denuncia en la Policía, pretende hacerlo en breve y el día 15 de diciembre acudirá a las pruebas de ADN que Neodiagnostica realizará en la Gota de Leche. También solicitó en el Registro el documento que acredita la sepultura del niño, y de nuevo se ha sorprendido: "En el papel, que viene a mi nombre y está fechado el 27 de marzo de 1973, pone que enterraron a un feto incompleto; ¿incompleto?, ¡si mi hijo estaba enterito y yo lo vi!". Su teoría de que algo extraño hay en el asunto han tomado fuerzas, porque "mi niño era hermoso, grande y fuerte, como todos los que tengo".
Lo que le pasó, dice, "fue terrible". Asegura que ha sufrido muchas operaciones y de ninguna se acuerda, pero "aquel parto es una llaga abierta que no se le cierra a una por nada". Si en su familia celebran algo, del tipo bodas o bautizos, ella está feliz, pero sólo en parte. El recuerdo de su pequeño le ensombrece el rostro y "pienso, ¿y mi niño, dónde estará ahora?". Un "auténtico calvario porque nunca dejo de acordarme de él", pero que al tiempo le da fuerzas para resurgir de sus cenizas en busca de la verdad.
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