Paco Palmás, carpintero de Ribera, empresario y fantástico deportista
Gente de aquí y allá
El onubense comenzó a construir barcos, como su padre, para trabajar en los astilleros en Punta Umbría
Dolores Sevidanes Díaz: Trabajadora y empresaria desde pequeña
De la bonita Península del Morrazo, donde nació en el pueblecito gallego de Domaio, perteneciente al municipio de Moaña, se trasladó su padre hasta Punta Umbría para trabajar como carpintero en un barco que se estaba construyendo. Y aquí se casó con una ayamontina de familia almeriense y tuvieron dos hijos: Paco, el mayor; y la encantadora Maribel.
Paco Palmás nació en Huelva en 1945, pero desde pequeño se vino a vivir a Punta Umbría, que es donde estaban sus abuelos. Y aquí transcurrió su infancia y aprendió sus primeras letras con el maestro local don Antonio Alaminos, de gran recuerdo entre los puntaumbrieños.
Como su padre estaba trabajando en los astilleros de la Isla de Bacuta, hasta allí llevaron a Paco para hacer la Primera Comunión. Posteriormente continuó sus estudios en Huelva, en la academia de La Milagrosa, para lo cual iba todos los días en la canoa, pues era el único medio de comunicación con la capital, ya que hasta el año 1964 no tuvimos una carretera que nos uniera con el resto del mundo.
Pero a Paco lo que le gustaba era trabajar en lo mismo que hacía su padre, construir barcos, así que entró a trabajar en los astilleros que en Punta Umbría formaron El Calé, Flores y su padre. Pero él decidió independizarse cuando solo contaba con 23 años de edad y montar sus propios astilleros, los famosos Varaderos Palmás, que aún hoy continúan con mucho éxito y los llevan de forma magistral sus tres hijos: María Isabel, Francis y Óscar; y dos de sus nietos, que también están también en el negocio.
Paco se había casado con la encantadora María Bella González Tinoco a principio de los años 70 del pasado siglo, y a pesar de su trabajo y de su familia, aún buscaba tiempo para practicar deportes, ya que le apasionaban.
Como nadador era extraordinario. Se iba a Huelva nadando y volvía; práctica que alternaba con la bicicleta, en la que se iba hasta Ayamonte pedaleando y era tan rápido que incluso a veces se iba detrás de una moto y no se quedaba atrás.
Para coger fuerza en los brazos y hombros se ponía en la espalda a su hermana Maribel y nadaba con ella encima. Era un gran deportista que, además de otras disciplinas, también destacó en piragüismo, quedando campeón en la subida del río Guadalquivir desde Sanlúcar de Barrameda hasta Sevilla, unos 100 kilómetros. También compitió con su piragua por el río Ebro o por el Noguera Pallaresa, el precioso río catalán que nace en los Montes Pirineos, y por el bonito río Sella, que tiene su nacimiento en los Picos de Europa y desemboca en el mar Cantábrico.
De todos estos lugares se trajo sus correspondientes trofeos hasta que llegó un momento en el que ya no le cabían en su casa y se puso a regalarlos. Además también corría. Era un atleta integral.
Sus hijos también han salido muy deportistas, pero ellos participando en competiciones de motocross, llegando Francis a ser campeón de 250 centímetros cúbicos.
Pero centrémonos ahora en su vida profesional, la de carpintero de Ribera, que es la que le ha dado fama, no solo por la reparación de todo tipo de barcos de pesca y de recreo, sino por la fabricación de embarcaciones.
Su hijo Francis estuvo aprendiendo en Portugal, enviado por su padre para que se especializara en la técnica de la construcción con poliéster, que era lo que se imponía. Así construyó en sus varaderos una réplica del Galeón Andalucía del siglo XVII que navegó hasta China para representar a España en la Exposición Internacional de Shanghái, con la particularidad de que mi hijo Fernando fue uno de los tripulantes y yo mismo trabajé en el interior replanteando topográficamente las cuadernas; pude comprobar cómo Francis se movía por el barco desarrollando todo lo aprendido bajo la dirección del magnífico experto y gran amigo Ignacio Fernández Vial.
Paco Palmás siempre fue una persona muy inquieta y por eso acudió a la llamada del que fuera buen alcalde de Punta Umbría, José Hernández Albarracín, para ir al bonito pueblo mallorquín de Sóller a comprar la canoa que actualmente hace el trayecto entre Punta Umbría y Huelva. Porque desde que desaparecieron las típicas canoas de Pascasio y posteriormente las de Manolo Varela, nuestra ría se quedó sin esta comunicación tan bonita y placentera y estuvimos varios años sin ellas, hasta que el bueno de Paco, como buen empresario, se lanzó a la aventura de traer nuevamente este servicio.
Tiene muy buenos amigos y, como buen aficionado al flamenco, se reúne con ellos a tomar un aperitivo, charlar y oír buen cante. Tengo que destacar a Patrocinio González Rodríguez, que cada vez que puede va a su casa a recogerle para llevarle a la Peña Cultural Flamenca de Punta Umbría para departir un buen rato. Hay que reseñar que durante unos años fue presidente de la Peña y llevó al cuadro de baile a París, donde bailaron con el celebre Juanito Valderrama, y su hija María Isabel formaba parte de la excepcional coreografía.
En la actualidad disfruta viendo cómo los varaderos que él creó siguen funcionando con su familia con mucho éxito y gozando de la compañía de la gran cantidad de magníficos amigos que tiene y que le aprecian. Aprecio y cariño que se ha sabido ganar durante toda su vida por ser una persona extraordinaria.
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