Numerosos naufragios en esta zona del litoral
Los vecinos de estas playas intentaban llevarse y vender los restos encontrados, pertenecientes al Marquesado de Gibraleón
En base a sus investigaciones, el investigador de la UHU Antonio Mira señala que la costa de El Portil, "siempre abierta al mar a lo largo de la historia es, desde el Medievo, lugar estratégico por sus ricas pesquerías", por lo que "junto a su orilla se asentaron pescadores con sus familias en improvisados poblados, totalmente desprotegidos de otros peligros que esas mismas aguas harían arribar en busca de cautivos y sus escasos bienes". Se refiere a los "piratas berberiscos", cuya presencia en esta zona "se conoce desde 1495 y se prolongará hasta bien entrado el siglo XVIII".
No obstante, prosigue, "un peligro aún mayor" acechaba unas playas conocidas entonces como furiosa de mar. Se trata del binomio que conformaban las tormentas marítimas y los bajíos de difícil conocimiento para navegantes foráneos, que las hacían muy peligrosas para la navegación. "Así lo atestiguan -prosigue Mira- las noticias que nos han llegado sobre naufragios provocados por estas circunstancias", como consecuencia de los cuales quedaban en las playas unos restos que entonces se conocían como mostrencos. Éstos pertenecían legalmente al duque de Béjar y marqués de Gibraleón, gracias a cuya contabilidad se sabe, por ejemplo, que entre 1600 y 1650, en estas costas del marquesado olontense se encontraron casi una veintena de estos mostrencos.
Por otro lado, Mira señala que las fuentes escritas también recogen el hallazgo en la zona de los numerosos restos de una batalla naval entre la armada francesa y la española en el verano de 1640, o los naufragios del barco portugués Nuestra Señora de la Natividad y Ánimas del Purgatorio en 1632 y de un navío inglés ocurrido en 1676, entre otros ejemplos. En este punto añade que "los avispados vecinos de las villas y lugares cercanos siempre intentaban llevárselos y venderlos, acción que era penada por oficiales como el alcaide de la mar".
Los peligros de las costas onubenses y del Algarve portugués eran conocidos por los experimentados pilotos de la Flota de Indias, cuyos barcos, una vez reagrupados en el Cabo de San Vicente tras una larga y azarosa travesía oceánica, discurrirá frente al arco costero suroccidental para enfilar la barra de Sanlúcar de Barrameda, entrada del puerto de Sevilla. Uno de estos navíos transoceánico fue la nao San Medel y Celedón. Su piloto, Francisco Hernández, vecino de la villa de Huelva, fue preso en la cárcel de la Contratación por el fiscal de Su Majestad, bajo la acusación de que durante una tormenta había dado al través en los bajos de El Portil conscientemente para descargar su carga antes de llevarla al puerto de Sevilla, lejos del control de los oficiales de la Corona. Era el año 1544 y fue amenazado con aplicación de tormento por su impropia acción al sospecharse que el hundimiento se produjo para desembarcar el oro, la plata y otras ricas mercancías que llevaba en su bodega. Los interrogatorios practicados a los supervivientes confirman que, a pesar de las malas condiciones de la mar, los pasajeros pudieron bajarse del barco llevándose consigo el oro y plata que les pertenecía. No obstante, "es muy probable que no todo se pudiera salvar, de ahí que aún hoy día aspiremos a la localización de parte de aquellas riquezas" señala Mira.
Sobre el punto exacto de dicho hundimiento, prosigue Mira, "los testimonios de los supervivientes nos facilitan referencias de gran valor". Consta en uno de ellos que el barco arrastrado por la tormenta fue a embarrancar a una distancia de "asta medio tiro de ballesta de la playa", unas decenas de metros aproximadamente. A pesar de ello, fueron utilizados botes para recuperar a las personas y las mercancías, una gran parte de ellas tiradas al mar en un último intento por reflotar la nave. La costa de El Portil, por aquellos días, era un extenso playazo afectado por cambiantes bajos de arena resultado de la dinámica litoral, pero en ningún momento presentaba islas emergidas conformando ensenadas, tal y como algunos investigadores han indicado.
Por último, y como resultado de sus últimas investigaciones, este historiador onubense natural de Cartaya asegura haber localizado recientemente un nuevo naufragio "totalmente desconocido por los historiadores". Según relata, en los archivos de la Casa ducal de Béjar se encuentra una información realizada por orden de Pedro de Arista de Zúñiga, alcaide de la fortaleza de Gibraleón y teniente de corregidor de la villa, en noviembre de 1632. Se dice que debía haberse perdido un navío en estas costas -ignorándose su dueño- porque habían aparecido en la orilla y playa cientos de botijas en que se presumía contener cantidades de dineros en oro y plata, cajones de ropa, fardos y otras cosas que la mar arrojó a estas costas. La investigación se realiza porque si no aparece el dueño, todo lo hallado pasaba a ser propiedad del duque de Béjar. Aún queda por profundizar en la investigación de este último episodio. Y más cuando tiene anotado en un margen un enigmático mensaje: "Que no se proceda en esta causa". Desconocemos los motivos que llevaron a tomar esta decisión en un asunto de tanta relevancia monetaria.
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