Miradas a la Virgen Chiquita
Crónica de la procesión solemne
La Patrona recorre el corazón de la capital arropada por una multitud de onubenses
El momento más especial y novedoso se vive en el encuentro entre la Cinta y la Amargura
Cultos de la Cinta para el festivo 8 de septiembre en Huelva

Cualquiera pagaría por volver a acaramelarse como cuando miró por primera vez a los ojos a la Virgen de la Cinta. La procesión solemne de la Patrona por las calles del centro de Huelva tiene mucho más que tradición. Que un aura de costumbrismo. Va mucho más allá del protocolo que marca una comitiva fiel que enseña el camino a su alcaldesa perpetua. La procesión tiene un escalón superior. Más allá de lo terrenal. Busca un escondite entre lo divino y lo humano. Y siempre se encuentra en el corazón.
Siempre hay alguien que mira por primera vez a la Virgen de la Cinta. Se pueden intuir quiénes son. Ese niño que viste, igual que el padre, camisa a rayas azules y blancas, pantalón corto. Y una pizca de gomina que da forma a sus mejores galas. Se intuye en el brillo de sus ojos, momentos antes de que rompan a repicar los sonidos de la catedral. También esa mujer, turista, con vestimenta deportiva, que no quita ojo a un cortejo repleto de guiones sin saber muy bien qué ocurre. E incluso ese joven, que acompaña a sus amigos capillitas, porque después van a cenar a Pablo Rada y salir en la víspera de festivo. Ese joven, como tantos otros también mira por primera vez a la Virgen de la Cinta. Cara a cara. Y cualquiera pagaría por ello. Por que sea siempre la primera vez.
Hasta la Virgen de la Amargura aguardó en la puerta de la Concepción para cruzar los ojos con la Patrona de Huelva, quien amadrinará su coronación canónica en 2023. La imagen de María Santísima de la Amargura se encontraba sobre la peana de salida realizada por Jesús Domínguez, estrenando para esta ocasión especial, una saya de corte confeccionada por la hermana Josefa Sánchez con un viso de seda con tul bordado en pedrería llevando el manto de culto que bordara Concha Caro según el diseño de Enrique Bendala.
Siempre son las mejores galas cuando el cruce de miradas es más que un todo. Y nadie habla. Porque si la Cinta y la Amargura se miran cara a cara poco más hay que decir. Mejor no decir nada. Que no todos los días se cumplen sueños. Siempre hay alguien que mira por primera vez a la Virgen de la Cinta. De ida o de vuelta. Las luces cambian, pero cualquiera volvería a pagar por encontrar de nuevo esa mirada.
La Patrona, que se envuelve en un bombón de plata cuando la luna aguarda en un rincón, es la que destella la luz dorada y hace un juego de color como cada noche de verano. Este jueves eran más de 1.000 días sin ese baño de devoción en el corazón de la ciudad. Y Huelva esperó. Y lo hizo para volverla a mirar a la luz que marcara el tiempo. Y volver a parar el reloj, como siempre lo ha hecho, cuando se cruzan las miradas y habla el corazón.
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