Naturalmente, Miguel ‘El Litri’

Tribuna

Miguel Báez Espuny 'Litri', en su finca de la Peñalosa.
Miguel Báez Espuny 'Litri', en su finca de la Peñalosa. / Alberto Domínguez
José Luis García-Palacios Álvarez

20 de mayo 2022 - 17:38

Huelva/A pesar de toda la previsibilidad de esta vida, duele perder las referencias y sus afectos. Duele ver como se van personas que fueron tu origen real, así como también aquellas que te hicieron sentir bien y mejor. Se sufre con el vacío que generan, con el ensordecedor silencio que producen en tu interior, y aunque en el devenir de la vida de estas sensaciones se repliquen, se sigue sufriendo. Nadie afronta esos tristes y duros momentos con la seguridad de no sentir dolor, nadie, por mucho que te toque vivirlos una y otra vez, nunca se deja de sentir, nunca somos inocuos al dolor.

El atrevimiento de estas modestas líneas son conducidas por el interés en rendir debido homenaje a quien lo merece, haciéndolo desde el más profundo respeto, pero ataviado éste con la admiración a la persona y al reconocimiento al profesional. No tuve muchas ocasiones de ver en la Plaza a Miguel, pero las que presencié, las disfruté. Su impronta fue determinante; su carácter, diferenciador; su trayectoria, admirable. No voy a entrar en un plano donde los eruditos pueden hacer mucho mejor y excelente resumen de quien grabó páginas únicas e indelebles en el Arte de Cúchares.

Miguel era tan natural como el aire, tan sencillo como una tarde a la sombra, sin más. Cuando le conocí en forma estrecha y cercana, –como se debe conocer a las personas–, tomaba nota mental del significado de sus gestos, de la hondura de las reflexiones, del guiño que te hace ser cómplice en el comentario a un tercero… Se percibe el carácter, el gracejo y la personalidad. Pero al mismo tiempo te deslumbra su paciente honestidad, así como su capacidad de amortiguar esa parte oscura que en ocasiones nos vemos obligados a tratar en momentos de la vida. Maestro en aplicar su capacidad para saborear los placeres que la vida te brinda, aquellos que no tienen precio ni preparación, los que te puede otorgar un sosegado paseo por la Ría, camino del Club a una sencilla partida de dominó con los amigos. Todo sencillo y discreto, sin las alharacas que traían los interesados que iban y venían en su vida; todo natural, sin dobleces ni intereses. Sin ruido.

Recuerdo las interminables sobremesas y la previa preparación de sus comidas en Peñalosa. Días que se me señalaban de manera mayúscula en la agenda. Con Gume, Pedro, Pirfo, y con Basilio y Antoñito, sus hombres de campo. Siendo con diferencia y evidencia el muy menor de todos en todo, ponía todos mis sentidos en querer aprender. Si cierras los ojos y entornas tu memoria ves un escenario donde todo era natural y sencillo, otra vez. Cuando me iba, lo hacía siendo consciente de lo efímero de lo vivido, lo cual aceptaba de mala forma, porque era mi deseo que vivencias así perduraran en el tiempo, cuando realmente sólo queda el recuerdo, pero la grata satisfacción de haberlo experimentado.

En ocasiones coincidíamos mi padre y yo en esas comidas y encuentros privados en el campo, al resguardo del sol o de la lluvia. En los ojos de ambos se interpretaban los sentimientos que se profesaban desde décadas, desde Los Maristas, de la calle Rico, de tardes de toros y tentaderos, de amistad sincera.

Cuando se es inocentemente pequeño te sorprende todo aquello que se exhibe en medios, como para mi fue el caso de El Litri con su película. Cuando se rodó era época donde el objetivo de la edición estaba en poner en valor historias que merecían ser referencia en una España que se esforzaba en desperezar y trabajaba para forjarse un mejor futuro. Los promotores se basaban precisamente en el ejemplo de personas que destacaban por sus principios y a los que la sociedad en general pudiera identificarse con naturalidad, sin imposturas. Y es ahí donde creo que se hizo un magnífico papel como fidelísimo retrato de la personalidad del protagonista, eso fue el mensaje que capté y me quedó siendo un menor imberbe. Por ello, poco después de ver por primera vez la película, en unas Colombinas de no sé que primeros años de los 70, en La Monumental, mi padre me presentó a Miguel y a Juan Posada. Al acabar la tarde le pregunté a mi padre, “Papá, ¿a qué se dedica Juan?”, mi padre me dijo, “es Torero, como Miguel”. A continuación y algo extrañado me preguntó mi padre, “¿Acaso sabes quien es Miguel?, le dije “Naturalmente, Miguel, el Litri”.

Hoy despedimos a una referencia de la reciente historia de Huelva y de la propia España, relato que nos debe hacer sentir orgullosos. Una persona que quiso vivir su vida de manera discreta, modesta y sencilla, lo cual la hace, si cabe, más relevante. Por ello, la lección vital que nos brindó Miguel Baez Espuny debe ser santo y seña del buen hacer, de la armonía con las que trataba a sus prójimos, a todos los que ayudaba, a todos los que alentaba. Y tengamos presente que por fortuna su sombra será alargada, tanto como su maestría natural, en todas sus expresiones.

Estarás permanente en nuestra memoria y corazón querido Maestro, por siempre, querido Miguel.

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